Ya puede adquirirse en Amazon la obra Aurelio de la Vega: Impresiones desde la distancia/Impressions from Afar, de Manuel Gayol Macías, poeta, narrador y ensayista, y Secretario del Capítulo de California de nuestra institución. El libro consta de cuatro ensayos, unas Palabras Preliminares, y un Prólogo acerca de la obra, así como varios pasajes de la vida del Dr. Aurelio de la Vega, profesor emérito de la Universidad de Northridge, también miembro de nuestra organización, y un musicólogo y compositor clásico muy reconocido en el mundo entero. El libro es bilingüe: español e inglés y contiene más de 50 fotos, tanto de Aurelio como de José Lezama Lima. Esto último porque el cuarto ensayo viene a ser un paralelo músico-literario entre esos dos grandes autores cubanos.
En Amazon encontrarán dos ediciones con textos semejantes, uno con las
ilustraciones en colores y otro en blanco y negro.
A continuación reproducimos el Prefacio de la obra a cargo del Dr. Eduardo Lolo, actual presidente de la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio, Corp.
PRELUDIO
(Palabras preliminares al libro de Manuel Gayol Mecías Aurelio de la Vega: Impresiones desde la distancia, publicado en 2020).
Por Eduardo Lolo
Según el conocido texto bíblico, en un principio fue el verbo y el verbo estaba en Él. De haber sido así, también podría decirse que en un principio fue la música, la cual igualmente estaba en Él, pues el verbo es palabra y toda palabra se expresa mediante tono, ritmo, cadencia; mensaje sonoro que en su propia condición emitimos y recibimos musicalmente. Y como Él ‒según la misma fuente‒, nos hizo a su imagen y semejanza, todos nos expresamos asimismo con música, desde el grave gruñido amenazador de un hombre de las cavernas a los versos en arpegios agudos de una actual soprano de coloratura.
Incluso una misma palabra muta o
contradice su significado original de acuerdo a la intención del hablante,
expresada mediante sus cambios de entonación y volumen; que es decir, sus
variaciones melódicas. Hasta en un idioma en especial se aprecian destacadas diferencias
musicales: por ejemplo, no es ni siquiera parecido el sonido del español en un
argentino que en un mexicano. En dirección contraria, es de destacar que la
música per se, en su condición de vehículo de sentimientos, sueños y
pesadillas, es también palabra, aunque inefable y sin atadura idiomática
alguna.
La relación palabra-música no es,
sin embargo, la única que puede identificarse artísticamente. Porque es el caso
que las artes nunca andan solas, pues si bien es cierto que su creación suele
estar circunscrita a una disciplina e, incluso, hasta a un género en especial,
la recepción artística tiende a ser interdisciplinaria. En realidad todo autor
es, antes que creador, un recipiente activo de arte. La acción creadora no es
más que el reflujo del arte recibido –de todo el arte–, de regreso en una forma
personal, de acuerdo a la vocación y las aptitudes del artista.
El fenómeno que da vida a lo
expuesto en el párrafo anterior es bien simple: el arte entra en el pecho del
creador a borbotones; luego, sale a cuentagotas. Sin ese torrente múltiple de
palabras, colores y melodías de entrada, poco o nada podría destilar el arte
después en su salida. Así, en los trazos de los pintores hay música y vocablos
a manera de substrato; en los versos de los poetas, sonidos armoniosos e
imágenes cromáticas; en el encanto sólido de una escultura, frágiles destellos
de luz, ecos de una siempre nueva sinfonía, y hasta susurros de locuciones
emergiendo del metal o la roca liberada. Detrás de un verso puede estar
agazapada una ópera a manera de génesis, o viceversa, pues del manantial
creativo del artista pueden emerger, a partir de las fuentes instiladas,
variantes disímiles en forma pero semejantes en su contenido en tanto que
‘respuestas’ a raíces similares. El alma del creador no es más que fragua de
artes todas aunque su producto emerja únicamente a través de una especialidad
en particular. ¿Acaso para la existencia de un grano de arena no se necesita
como condición previa la del universo?
El presente libro del ensayista,
novelista y poeta Manuel Gayol Mecías comienza con cuatro ensayos sobre la obra
del compositor Aurelio De La Vega, quien es para Gayol una figura creativa
kaleidoscópica que abarca música, pintura y literatura. El escritor hace
énfasis en la importancia que tiene De La Vega dentro del canon de la música
cubana, así como su espiritual y casi metafísico espectro musical, que Gayol
trata de modo fascinante en su tercer ensayo al establecer, según sus
interpretaciones y análisis, una original relación entre De La Vega y
Pitágoras, pasando por el ‘Platonismo’ de “La Música de las Esferas”. El último y quinto ensayo del libro –
el más extendido de todos – establece un novedoso e históricamente necesario
paralelo entre José Lezama Lima y Aurelio De La Vega, observando cómo se
entrelazan las obras de ambos creadores y puntualizando lo que es común y
distinto entre ellos. Los dos compartieron un mismo entorno epocal y fueron
desfigurados durante mucho tiempo ‒por obra y (des)gracia del longevo
totalitarismo castrista‒, a la condición de ‘no-persona’: el primero, en el
‘insilio’; el segundo, vistiendo los ropajes siempre raídos de historia del
destierro. La innovación fue la constante en ambos, tal como la misma Isla en
tanto que cultura de síncresis de lenguas y razas varias, ‘aplatanadas’ por
efectos del sol de arrebato y el mar de gemas relucientes. En el ensayo de
Gayol se mezclan los versos neobarrocos con música serial dodecafónica; Lezama y De la Vega tomados de la mano,
fundidos en el arte. Ambos representan la cultura nacional cubana sedienta de universalidad, en
viaje sin escalas del terruño al universo.
Pero
hay más: en esta obra la dicotomía asume ropajes de viejos y nuevos colores: su
bilingüismo lleva su música a idiomas y oídos diferentes, en tanto que su
confección se logra bajo el sello de dos casas hermanadas por primera vez:
Palabra Abierta Ediciones y la Editorial de la Academia de la Historia en el
Exilio, Corp. Tanto Gayol como De la Vega, así como Ángel Marrero (el diseñador
gráfico del libro) son miembros numerarios de la entidad, a resultas de lo cual
como que emerge abierta la Academia e histórica la Palabra.
Sin
embargo, ahí no se detiene la diversidad que quiero destacar como elemento
fundamental de esta pieza. A ritmos semejantes que le dan unidad, van juicios
nacidos del celuloide, ‒como en una especie de aporte ekfrástico‒, en la
sección dedicada al documental de Camilo Vila sobre Aurelio De La Vega (Aurelio: Rebel with a Cause), mientras
que en otra partitura (quise decir: a la vuelta de un recodo melodioso de
páginas) Gayol acude a lo mejor del periodismo para brindarnos una entrevista
de tan profundas respuestas como preguntas. Y aunque ensayo, reseña fílmica y
entrevista vienen cabalgando palabras, no pueden ocultar una armoniosa esencia
sonora. De ahí que yo no haya calificado estos breves párrafos introductorios
como “Prefacio”, sino que decidí utilizar el término “Preludio”, por
considerarlo más congruente con la atmósfera musical que permea la obra en su
conjunto. Le sigue, como se comprobará a continuación, toda una sinfonía a
escuchar con alma y pensamiento imbricados.
Y
hasta aquí mis compases de obertura en vocablos. No detengo más al anheloso
lector y termino ‒por considerarlos vigentes‒ con unos juicios que hace tiempo
hube de escribir para el programa de uno de los conciertos de Aurelio de la
Vega. Dije entonces y ahora reafirmo:
La cultura cubana siempre ha sido
un concierto de angustias a dos voces en contrapunto: una parte en la Isla,
sobreviviendo combativa la asfixia de la colonia o el totalitarismo, y otra en
el exilio, soñando amaneceres. Al final de cada época histórica, una vez aire y
luz reconquistados, lo mejor de los componentes del angustioso ente dicotómico
se unen para dar lugar al legado del pueblo cubano con un excelso canto
atemporal. Solamente unos pocos son capaces de ver la permanencia de sus
nombres, inmunes al paso del tiempo, formando parte de ese codicilo. Aurelio de
la Vega es uno de ellos. Su música es cubana por dos razones: porque acepta
agradecida la herencia cultural recibida, y porque prevé el futuro musical de
la cubanía, rebasando sus propias fronteras. En realidad, independiente de su
irrefutable éxito actual, las composiciones de este gran creador recibe hoy los
aplausos de pasado mañana. Es una música de futuro visitando el presente,
permitiéndonos un anticipo de lo por venir en esa mezcla de tiempos y aleteos
de almas que es el arte cubano en general y el de Aurelio de la Vega en
particular. Gracias a artistas como él, los cubanos del exilio de hoy en día
nos percatamos con regocijo que solamente el aire y la luz de Cuba nos faltan.
Pues ya tenemos el canto.
Nueva York, primavera de 2019.
(Gayol Mecías. Manuel. Aurelio de la Vega: Impresiones desde la distancia. New York-Eastvale [CA]: Editorial de la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio-Palabra Abierta Ediciones, 2020. Págs. 19-23.)
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