Ramón Emeterio Betances |
Por Teresa Fernández Soneira
"¡Cubanos y puertorriqueños!, unid
vuestros esfuerzos, trabajad de concierto, somos hermanos, somos uno en la
desgracia; seamos uno también en la Revolución y en la independencia de Cuba y Puerto
Rico. Así podremos formar mañana la confederación de las Antillas." Ramón Emeterio Betances[1]
Era el París del siglo XIX en el que todos se respetaban:
había tolerancia y libertad, fuera uno republicano o monárquico; anarquista o bonapartista;
judío, católico o protestante. La libertad de pensamiento, de prensa, de
asociación, de reunión, estaba reconocida. El derecho a la huelga estaba
garantizado, y el divorcio existía de nuevo. Era la belle époque[2]
en que el arte y el amor tenían por capital a París. Los cubanos se dieron cita
en ese contexto ya desde 1830 y durante el resto del siglo XIX en que duraron
las contiendas independentistas. A
Francia emigraban aquellos cubanos pudientes que no querían estar expuestos a
los conflictos de la guerra en la isla.
Eran los sectores más privilegiados; una comunidad sumamente rica,
aunque no quería esto decir que todos los cubanos que allí residían eran
adinerados ya que, por ejemplo, la hija de José Antonio Saco o el hijo de
Narciso López vivían en la estrechez.
Estaba la colonia compuesta por los
hijos de los hacendados azucareros, los dueños de las grandes caballerías de
terrenos, y por algunos otros cubanos influyentes. Había entre ellos científicos, abogados, músicos,
artistas y médicos. Todos se entrelazaban profesional y fraternalmente. La mayoría de ellos habían logrado trasplantar
a París las mismas relaciones sociales que tenían en la Isla, así como su modo
de vivir: los azucareros continuaban con su aristocrático estilo de vida, y los
profesionales seguían ejerciendo sus carreras con éxito. No existían sectores
de obreros asalariados, ni artesanos, ni campesinos, ni comerciantes. Los cubanos de origen trabajador y los
profesionales de menos relieve, que fue el mayor número de exiliados desde el
1868 en adelante, marcharon a Estados Unidos, México, las Antillas, y a Centro
y Sur América.
A “la ciudad luz,” como llamaban a
París, fueron Mercedes Santa Cruz y Montalvo, condesa de Merlín,[3] el
poeta José María de Heredia, y también Gertrudis Gómez de Avellaneda, aunque
esta última luego de un tiempo en Francia, hizo de España su hogar. Les siguieron los políticos de diferentes
tendencias: Francisco Frías Jacott, Conde de Pozos Dulces; Porfirio Valiente,
José Valdés Fauli, José Antonio Saco, José Morales Lemus, Nicolás Azcárate,
Francisco Vicente Aguilera, Manuel de Quesada y otros más. También integraban la
comunidad varios comerciantes, como los hermanos Terry de Cienfuegos. José
Emilio y Francisco Terry eran los “varones de la sacarocracia,[4]”
y de ellos dos, José Emilio fue el que más se destacó por ser en aquel momento
el “primer productor de azúcar del mundo”.
Su gran fortuna le permitió adquirir en 1891 el famoso castillo de
Chenanceau[5] en
la región del Loira.
Igualmente se distinguieron varias damas de la alta burguesía cubana junto a sus esposos: Marta Abreu Arencibia y sus hermanas, Rosalía y Rosa. Leonor García Whitmarsh, hija del General Calixto García Iñiguez; Ana de Quesada de Céspedes, viuda del padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, y la hija de Juan Clemente Zenea, la Sra. Piedad Zenea de Bobadilla. También estaban Cristina Saco Frías, hija de José Antonio Saco, y Dolores Madán, Marquesa de San Carlos de Pedroso. Aunque nunca se llegó a realizar un censo de la población cubana que residía en Francia en esas décadas, a partir de unas 160 fichas se pudo averiguar que el número de miembros de aquella colonia ascendía a unos 300.
El Comité de París, como era conocido
este grupo, creó una prensa diversa y con pluralidad de enfoques. Fue importante el periódico El Americano,
que se publicaba en francés y español y que era tribuna de muchos destacados
antillanos. También se editaba el Bulletin de la Révolution Cubaine bajo
la dirección de Ramón de Armas y Céspedes, que divulgaba una relación detallada
de las operaciones militares en la Isla. El santiaguero, Porfirio Valiente y Cuevas[6],
quien ya había conspirado en los Soles y Rayos de Bolívar[7]
en La Habana en 1823, publicó en París su folleto Réformes dans les iles de
Cuba et Porto Rico.[8]
Algunos miembros del Comité escribían
para L’Intransigeant, Le Jour o Le Temps, La Renaissance, La Petite
République y Le Matin. También se publicaba el periódico bilingüe La
República Cubana/La République Cubaine dirigido por Domingo Figarola-Caneda,[9]
y que era el órgano revolucionario de los cubanos en Francia. Otros periódicos como
La Revista Latinoamericana (1874) y El Hispanoamericano (1882)
así como América en París (1891), publicaban también sobre el tema
cubano. La prensa se convirtió en uno de los medios más importantes de este
Comité para divulgar los problemas de Cuba. Tuvieron la fortuna de ser apoyados
por varios escritores franceses de renombre, entre ellos Víctor Hugo y Elisée
Reclus[10].
Desde Nueva York, José Martí estaba al
tanto de lo que ocurría en Francia. Conocía
al médico puertorriqueño, Dr. Ramón Emeterio Betances[11],
que residía en París, y se comunicó con él: “París es a un tiempo residencia
de un gobierno nuevo humano, y de un grupo considerable de hijos de Cuba. […]
¿Quería Ud. contribuir con su ayuda valiosa a organizar en París un grupo
vigoroso y activo de auxiliares de nuestra seria y creciente Revolución?”[12] Betances, quien se había distinguido por su
labor en favor de su patria, Puerto Rico, y había sido amenazado de ser
expulsado de Francia por sus labores conspirativas, acepta la propuesta de
Martí. En aquellos momentos Betances no
solo practicaba su profesión de médico, sino que también era delegado del
Partido Revolucionario en Francia; Agente Diplomático General de la República
de Cuba en ese país, y presidente honorario del Club Borinquen de Nueva
York. No pocas veces le causaría
agotamiento tantas obligaciones. El Comité comenzó a reunirse en su domicilio
los lunes a las 8 y media de la noche. Dice el historiador Paul Estrade[13]
que “su consultorio y su casa se habían convertido en un antro de agitadores y
en un nido de conspiradores”. Una vez
nombrado director del Comité, su primera declaración fue para el semanario La
Revue Diplomatique:[14] “Martí,
Gómez y Maceo hoy están de nuevo a la cabeza de la revolución del 24 de febrero
de1895 que el gobierno español ha querido hacer pasar primero por un asalto de
bandidos y después por una rebelión de negros… […] Cuba está destinada a
probar, una vez más, que los españoles han podido hacer todo en América,
excepto hijos españoles”.
Aunque a menudo divididos, las
funciones del Comité se mantuvieron más o menos activas a lo largo de tres años,
sobre todo entre 1896 y 1897. El grupo celebraba
tertulias en la casa de José Valdés Fauli[15] donde se informaba de las
últimas noticias recibidas de la Isla; se intercambian datos sobre la situación
económica de algunos exiliados, y se buscaba la forma de remediar su miseria. Para
influenciar en Francia, España y los Estados Unidos sobre los asuntos de Cuba, se
preparaban informes que luego aparecían publicados en la prensa en diferentes
idiomas. Las más importantes conferencias y reuniones del Comité se llevaron a
cabo en el salón del hotel de las Societes Savantes en el Barrio Latino.
Allí habló, entre otros, Vicente Mestre Amabile[16]
sobre su obra “La cuestión cubana y el conflicto hispanoamericano”, y también
se realizó un banquete con algunos masones franceses. Para apoyar las necesidades de las tropas
mambisas se llevaron a cabo otras actividades en el restaurante Marguery
y en los salones del Gran Hotel de París.
Además de estos profesionales y
comerciantes, residían en París músicos y artistas como el violinista José
White Lafitte; el pianista y compositor Ignacio Cervantes; el pintor Guillermo
Collazo y el dibujante Heredia y Saavedra.
No hay información sobre si Cervantes y White tocaron en alguna velada de
la comunidad. Sabemos que Cervantes desarrolló parte de sus estudios en París
y que llegó a tocar
junto a las grandes cantantes Christina Nilsson and Adelina Patti, y que White, se
convirtió en gran amigo del compositor italiano Giachino Rossini, y fue aclamado
por los amantes de la música clásica en toda Europa.
Marta Abreu
A pesar de que con sus fortunas estos
cubanos lograron colocarse en primera fila una vez que terminó la guerra, sus
aportaciones económicas a la lucha revolucionaria siempre estuvieron por debajo
de sus capacidades económicas. Pero hubo excepciones. Por su generosidad y
patriotismo no podemos dejar de mencionar a la gran benefactora villaclareña,
Marta Abreu Arencibia, quien donó parte de su fortuna a la causa patriótica:
unos $200,000.00 de la época. Como dijo
el Dr. Fermín Valdés Domínguez[17],
Marta humildemente “ocultaba entonces su nombre bajo el seudónimo de Ignacio
Agramonte y ella, como aquel gran genio, sería para los cubanos, símbolo de
honor”. En una reunión uno de los
asistentes informó que con mil fusiles bien distribuidos en Las Villas se
aseguraría el triunfo de la guerra en menos de un año. Marta preguntó que
cuánto costarían esos fusiles, y el informante le dijo que el precio sería de
$10,000. Marta replicó: "Pues yo los doy". Tiempo después, Estrada Palma le pidió al
escritor Raimundo Cabrera[18]
que fuera a visitar a Marta, ya que nuevamente necesitaba su ayuda, esta vez
para adquirir un vapor, estimándose que valdría unos $80,000. El giro de Marta
no se hizo esperar. En total, en los 3 años que funcionó el Comité Cubano en
Francia se recogieron 1.800.000 francos, aunque esta cifra posiblemente no sea la
correcta pues muchas entregas no llegaron a documentarse por temor a
represalias si se conocían en Cuba los nombres de los donantes. Pero no todas
las contribuciones fueron en dinero. Hay
que resaltar los sesenta cubanos de París que quisieron pasar a las filas del
Ejército Libertador, y que se embarcaron para Cuba a luchar en la manigua.
Al llegar el fin de la guerra, la
comunidad se dispuso a celebrar por todo lo alto con banquetes y actividades patrióticas. He aquí un resumen de la crónica publicada en
la revista “Cuba y América”: “La satisfacción que los cubanos íbamos
sintiendo, al aproximarse la memorable fecha del 20 de mayo y el inefable
placer que hemos de seguir experimentando, viene demostrándose en los salones
de la colonia cubana de París, por numerosas recepciones en donde la animación
y la alegría general unida a los acordes de la cadenciosa danza o las notas
agudas de triunfales himnos, nos han hecho entrever la Patria independiente en
su aspecto real de unánime alborozo” .[19]
En la misma revista apareció la
invitación que hacían el General Collazo y su esposa Angelita Benítez a una
comida la noche del 20 de mayo. Dice la
crónica que el salón estaba decorado con numerosas banderas cubanas. En los salones también había varios retratos
de patriotas, entre ellos el de José Martí junto a una estrella de flores
blancas naturales que colgaba del centro de uno de los espejos del comedor, y los
elegantes menús llevaban impresos el escudo de Cuba. Varias damas asistieron como las señoras
Leonor Pérez de la Riva, Angelina Ponce de León de Lombard, y las parejas los
señores Martínez-Ibor, los Whitmarsh-García; Collazo-Benítez; Elisa
Bilbao-Marcaida y su esposo Raimundo Cabrera.
También estaban Gloria de Céspedes de Quesada, hermana gemela de Carlos
Manuel de Céspedes; Tomás Terry y su esposa Teresa Dorticós y Leys, y Amalia
Goicuría de Vaymari, hija del patriota Domingo Goicuría.
Cuando llegó el momento del regreso, casi
todos los integrantes de aquella colonia volvieron a la Isla. Algunos
mantuvieron residencia en Francia, y otros pocos se quedaron a vivir
definitivamente en ese país como Enrique Piñeyro y Barry y Francisco de Frías y
Jacott, IV conde de Pozos Dulces. En
cuanto al Dr. Betances, después de haber realizado una intensa labor manteniendo
la unión y recaudando fondos para el Ejército Libertador; de haber sido militante
defensor de la libertad de las Antillas, y de haber vivido en el exilio la
mayor parte de su vida, acabaría sus días gravemente enfermo en una clínica
cercana a París viendo como su patria, Puerto Rico, terminaba bajo el dominio
español. Falleció el 16 septiembre de
1898 a los 71 años. Su esposa, la
puertorriqueña Simplicia Jiménez Carlo,[20]
estuvo con él hasta el final, así como su mejor amigo, el médico cubano
Filiberto Fonst. Al morir, la Sra. Piedad
Zenea de Bobadilla se encargó de guardar en una caja toda la papelería de
Betances y luego enviarla a Benjamín Guerra, tesorero de Partido Revolucionario
Cubano en Nueva York.
El 10 de diciembre de 1898 se firmó el
Tratado de París entre España y Estados Unidos sin que fuera invitada una delegación
cubana. Así se dio fin a la Guerra Hispano-Cubana-Norteamericana, y España abandonó sus demandas sobre Cuba. Comenzaba una nueva etapa para la futura
República.
Notas:
Araujo, Nara: “José Martí, crónicas francesas”, El
Nuevo Félix, 2007.
Barnet, J.A.:
“Los salones cubanos de París”, Cuba y América, año VI, no. 25, pp.
125-128, La Habana, julio, 1902.
Castromori, Javier de: “Enrique Piñeyro: esteticista de
la crítica literaria cubana, En el centenario de su muerte”, Memorandum
Vitae, 13 abril, 2011.
De Armas Céspedes, Ramón: Bulletin de la Révolution
Cubaine, 1871-1874.
Domingo Acebrón, María Dolores: “Los reformistas cubanos
en París, 1838-1878”, Caravelle CMHLB, no. 74, pp 105-117, Toulusse,
2000.
Enríquez Ureña, Max: “Poetas Cubanos de Expresión
Francesa”, revista Iberoamericana, Nueva Orleáns, Luisiana, mayo, 1941.
Estrade, Paul:
Iniciación a
Betances, Casa de las
Américas, La Habana, 2008.
___________: La colonia
cubana de París 1895-1898- El combate
patriótico de Betances y la solidaridad de los revolucionarios franceses, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana,1984.
___________: Solidaridad con Cuba Libre 1895-189: la
impresionante labor del Dr. Betances en París, Universidad de Puerto Rico, San Juan,
2001.
___________: y Félix Ojeda Reyes: Pasión por la
libertad, Instituto de Estudios del Caribe Editorial de la Universidad de
Puerto Rico, San Juan, 2000.
La Revue Diplomatique, París, 19 mayo, 1895.
Martí, José: Obras Completas, Editorial de
Ciencias Sociales, La Habana, 1975.
Navarrete, William: “Un castillo francés propiedad de
cubanos”, El Nuevo Herald, Miami, 1 de mayo, 2016.
Ojeda Reyes, Félix: El desterrado de París, biografía
del Dr. Ramon Emeterio Betances, Ediciones Puerto, San Juan, 2001.
Pons Cardá, Rubén: “Betances y la colonia cubana en París
(1895-1898”), Revista de Sociología Histórica, año 1, núm. 1,
Universidad de Murcia, oct. 2010.
Valiente, Porfirio: Las reformas en las islas de Cuba
y Puerto Rico, Imprimerie Centrale des Chemins de fer, París, 1869.
Tomado de la revista Convivencia:
un umbral para la ciudadanía y la sociedad civil. Desde el interior de Cuba.
No. 86, Año XV: p. 30-33. Reproducido con permiso de la autora.
[1] Manifiesto de 1867.
[2] Belle époque,
período anterior a la Primera Guerra Mundial caracterizado por el progreso
socioeconómico y cultural y, consecuentemente, del ocio.
[3] Mercedes Santa Cruz,
condesa de Merlín (La Habana, 1789 - París, 1852) escritora y novelista cubana.
Llegó a Madrid en 1802 donde sus padres tenían un lugar preferente en la Corte
de Carlos IV. En 1810 se casó con Cristóbal Merlín de Thionville y en 1813 se
marcharon a París.
[4] Aristocracia azucarera
cubana.
[5] En el castillo se puede
todavía apreciar en la galería del primer piso, dos butacas de cuero con las
iniciales E.T. (Emilio Terry). José Emilio Terry vendió el castillo a su
hermano Francisco, y tras su muerte lo heredó su hija Natalia quien lo vendió
en 1913 a Henri Menier, heredero de los fabricantes de chocolates del mismo
apellido. Ver William Navarrete, “Un castillo francés propiedad de cubanos”, El
Nuevo Herald, 1 de mayo 2016.
[6] Porfirio Valiente y
Cuevas (Santiago de Cuba, 1807- Jamaica, c. 1870), político y patriota cubano.
[7] Intentos prematuros para lograr la
independencia de Cuba de la sociedad secreta masónica de los Soles y Rayos de
Bolívar.
[8] Las reformas en las
islas de Cuba y Puerto Rico, Imprimiere Céntrale des
Chemins de fer, París,1869.
[9] Periodista, literato y
patriota, (1852-1926). Fundador y primer director de la Biblioteca Nacional de
La Habana.
[10] Elisee Reclus, (Sainte
Foy la Grande, Francia, 1830- Bélgica, 1905), geógrafo francés de ideas
anarquistas.
[11] Ramón Emeterio Betances
(Cabo Rojo, Puerto Rico, 1827 - Neuilly-sur-Seine, Francia, 1898) prócer
puertorriqueño y el principal artífice de la insurrección armada conocida como
el Grito de Lares. Era médico,
historiador y diplomático. Había estudiado medicina en Francia donde tuvo
renombre por sus investigaciones científicas.
[12] Carta de José Martí a Ramón
Emeterio Betances, Obras completas de José Martí, tomo VIII, p. 55,
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1975.
[13] Paul Estrade y Félix
Ojeda Reyes: Pasión por la libertad, Instituto de Estudios del Caribe
Editorial de la Universidad de Puerto Rico, San Juan 2000, p. 199.
[14] La Revue Diplomatique,
París, 19 mayo 1895.
[15] Abogado y rector de la
Universidad de La Habana, salió de Cuba por ser acusado de promover los
acontecimientos del Teatro Tacón en La Habana y forzado a exiliarse. Le fueron
embargados todos sus bienes.
[16] Vicente Mestre Amabile, ofreció
esta conferencia el 5 junio 1896.
[17] Fermín Valdés Domínguez
(La Habana 1853-1910), médico y amigo entrañable de José Martí.
[18] Raimundo Cabrera abogado,
periodista, publicista y novelista (La Habana 1852-1923).
[19] J.A. Barnet: “Los salones
cubanos de París”, Cuba y América, año VI, no. 25, pp. 125-128, La
Habana, julio 1902.
[20] Simplicia Jiménez Carlo (Cabo Rojo 1842-San Juan, Puerto Rico 1923)
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