"Un breve rasguño en la solapa".
Entrevista con
Manuel Díaz Martínez Ángeles Mateo del Pino y Javier Bello.
1. ¿Cuál es su
proceso creativo: cómo se gesta su poesía, qué elementos la desencadenan, cómo
se concretan éstos en la escritura y en qué plazos?
Los espiritistas,
en Cuba, usan la expresión "estar en bóveda", o algo así, para
designar el estado de gracia que les permite ponerse en contacto con los
muertos. Lo primero para escribir un poema es estar en bóveda, pero en el caso
de los poetas esta expresión designa el estado de gracia para ponerse en
contacto con los vivos. A partir de esa disposición de ánimo privilegiada, el
poema, que es lenguaje, va apareciendo, va reuniendo sus partes en un proceso
que constituye, en los casos más luminosos, una sorpresa para el propio
creador. En algunos poetas, este proceso es moroso. En mí suele producirse como
un tiro a quemarropa.
2. ¿Cuáles son
sus referentes poéticos y por cuáles son los autores por los que siente Ud. una
especial predilección?
Parodiando a
Valéry, diré que los poetas estamos hechos de poetas asimilados. ¡Yo estoy
hecho de tantos! En el banquete de la poesía, he probado de casi todo lo
servido. Eso me salva de servidumbres onerosas. No obstante, tengo santos de
cabecera: Quevedo, Martí, Bécquer, Antonio Machado, León Felipe, Vallejo,
Pessoa, Apollinaire, Eliseo Diego...
3. ¿Cree Ud. que
su poesía ha recibido influencia de la poesía española, especialmente de
Quevedo, Machado y Bécquer?
Sí, y decisiva.
4. ¿Considera que
su poesía puede ser definida dentro del marco de una "poética
conversacional"? ¿Cree que los rasgos de esa poética han disminuido o se
han incrementado en su escritura con el paso del tiempo, especialmente en su
poemario inédito Paso a nivel?
Los críticos, que
son los que saben más de estas cosas, me han catalogado como poeta
conversacional. Debo de seguir siéndolo, puesto que no he cambiado de poética.
Si ser conversacional es pretender ser antirretórico, explícito, directo,
transparente -en la medida en que una tentativa de comunicación poética puede
serlo-, me parece que con el tiempo me he vuelto más conversacional, y también
más escéptico e irónico, rasgos asociados al conversacionalismo. No sé por qué,
quizás porque con el roce con el mundo cunden las desilusiones y la fatiga, los
poetas tendemos a soltar lastre, a desnudarnos, a medida que nos internamos en
la vida. El hiperbarroco Lezama es un buen ejemplo de ello.
5. ¿Cómo se
vincula su poesía con la generación cubana del 50? ¿Cuáles son las semejanzas y
diferencia que puedes establecer al respecto? ¿A qué autores sientes más
cercanos?
La Generación del
50 es producto del clima revolucionario que se respiraba en Cuba en aquel
infausto decenio, marcado por la dictadura de Fulgencio Batista y la guerra
entre ésta y el movimiento insurreccional que terminó derrocándola e
instaurando el régimen de Castro. Fue una generación que en su fase inicial, y
casi en su totalidad, se identificó con la revolución y asumió, en lo político
y en lo estético, la tarea de apoyarla. A la voluntad de servicio público desde
la escritura se debió que la mayor parte de los miembros de la Generación
renegaran de las tendencias que consideraban esteticistas y culteranas, de las
cuales algunos de ellos provenían, y adoptaran una poética caracterizada, en la
forma, por la sencillez y el desenfado - que se acentuarían en el
conversacionalismo-, y, en el mensaje, por un humanismo de inspiración
marxista. Yo participé en el entusiasmo por la revolución, incluso me
identifiqué como un joven escritor marxista, pero mi poesía se mantuvo dentro
de un lirismo erótico y de proyección existencial y metafísica hasta 1967, año
en que termino mi poemario Vivir es eso, que algunos críticos han señalado como
un libro emblemático del conversacionalismo cubano, corriente en la cual me
siento muy próximo a Rafael Alcides y a Raúl Rivero, y, por supuesto, a
Virgilio Piñera, maestro de todos nosotros.
6. ¿Cuál fue su
relación con la generación precedente, la generación del grupo Orígenes, en el
sentido poético, político y experiencial?
Menos con Justo
Rodríguez Santos, Octavio Smith y el padre Ángel Gaztelu, a los que traté poco,
he tenido muy buenas relaciones de amistad con los miembros del grupo Orígenes.
Con Lezama y García Vega trabajé en el Instituto de Literatura y Lingüística de
la Academia de Ciencias. A Eliseo Diego le agradezco uno de los comentarios más
estimulantes y hermosos que se han hecho de mi poesía. Mi vieja amistad con
Cintio Vitier se estropeó cuando este hombre, tan lúcido para tantas cosas y
tan ciego para lo que está pasando en Cuba, firmó una declaración de la Unión
de Escritores en la cual se arrojaban acusaciones falsas y amenazantes,
acompañadas de insultos barriobajeros, contra los intelectuales cubanos que
suscribimos la Carta de los Diez, un manifiesto en que reclamábamos reformas
democráticas al gobierno. Por cierto, su mujer, Fina García Marruz, la única
voz femenina del origenismo, se negó a avalar con su firma aquella infamia, que
fue la antesala de la represión que sufrimos luego y que determinó el exilio de
la mayoría de nosotros. Yo empecé a leer a los origenistas cuando era un
adolescente, cuando aún estudiaba el bachillerato y empezaba a escribir, y les
agradeceré siempre las iluminaciones que me han aportado. Ellos son parte de mi
cultura literaria. No me cabe duda de que Eliseo Diego y Gastón Baquero están
en mi manera de sentir y trabajar la palabra.
7. ¿Cómo han
afectado el espacio y el paisaje a su poesía? ¿En este sentido, percibe Ud.
grandes diferencias entre su poesía escrita en Cuba y su poesía en el exilio?
¿Se puede hablar de una "poesía del exilio" en su obra?
Sí, hay una
"poesía del exilio" en mi obra. Muestras de ella pueden verse en mis
libros Memorias para el invierno, premiado y publicado en Canarias en 1995, y
Paso a nivel, aún inédito, escrito enteramente en Las Palmas. No es poesía del
exilio porque la haya escrito después que salí de Cuba, sino porque responde al
estado de ánimo provocado por mi alejamiento de Cuba y a reflexiones sobre las
causas y efectos de ese alejamiento. Me parece que esta poesía difiere en el
tono, en el lenguaje y en la temática de la que yo estaba haciendo en mi país poco
antes de salir de él, aunque el humor sarcástico que se encuentra en bastantes
de mis textos "del exilio" tiene antecedentes en mi libro Vivir es
eso, editado en La Habana en 1968.
8. ¿Cuáles son
las principales claves de su obra poética y cómo el tiempo las ha modulado?
Como poeta, no
doy claves, que son llaves, ni doy pistas. Lo mío es inquietar, incitar,
conmover, emocionar, incluso irritar, dejando que el lector se convierta en el
segundo autor de mis poemas.
9. ¿Qué vínculos
ha establecido con la poesía española y canaria desde su salida de Cuba?
Mis vínculos con
la poesía española vienen de lejos y han sido fecundos. Es posible que yo sea
el más "ibérico" de los poetas cubanos de mi generación. Durante mi
estada de casi un año en Cádiz, en 1991, ciudad en cuya Universidad dicté un
curso sobre poesía cubana, me integré al grupo de poetas gaditanos relacionados
con la Revista Atlántica de Poesía, entre los cuales tengo entrañables amigos,
como Jesús Fernández Palacios, José Ramón Ripoll y Pilar Paz Pasamar, y al cual
pertenecía el ya fallecido Fernando Quiñones, poeta y narrador a quien su amigo
Borges admiraba y yo sigo admirando. En ese período estreché mis antiguos
vínculos con Rafael Alberti y con José Agustín Goytisolo, que me visitó en
Cádiz y a quien visité en Barcelona. El único poeta canario que yo había leído
antes de llegar a Las Palmas era Manuel Padorno, un barroco deslumbrado por la
luz atlántica de su isla (Gran Canaria), de lenguaje anárquico e imaginativo.
Acaba de morir en Madrid. A su hermano, Eugenio, devoto de la cultura francesa,
lo conocí y leí aquí, como a Lázaro Santana. Poetas cultos y refinados, al
igual que el riguroso Andrés Sánchez Robayna, el más conocido fuera del
archipiélago. Otros poetas isleños que descubrí aquí son el enigmático Luis
Feria; José María Millares Sall, autor de "Liverpool", un texto
referencial; y Natalia Sosa, autora de un bello libro titulado Septiembre. Debo
añadir tambián a Pino Ojeda, a Javier Cabrera, a Teodoro Santana y a Juan
Jiménez. Pero los poetas de los que más cerca me siento en Las Palmas, son los
más jóvenes: Alicia Llarena, Tina Suárez Rojas, Pedro Flores, Federico Silva...
Me parece que en ellos se incuba la deseable renovación de la poesía canaria.
10. ¿Cree Ud. que
se han acrecentado el sarcasmo y la ironía en Paso a nivel? ¿Es éste un rasgo
relacionado con su experiencia?
Paso a nivel es
el libro de las decepciones y el escepticismo que llegan con los años. En él he
querido hablar claro y ser franco, en primer lugar conmigo mismo. He seleccionado,
para que lo presida, un verso de Pessoa que parece haber sido escrito para que
yo lo usara de pórtico en este libro: "¡Y basta de comedias en mi
alma!"
11. ¿Se siente
aún representado por la recopilación poética de su obra, Alcándara, editada en Cuba
en 1991? ¿Qué relación puede establecer entre este volumen y la antología
aparecida en Madrid, por editorial Visor, en 1998, Señales de vida?
La antología
Señales de vida es una continuación de Alcándara. En ella hay muchos poemas
contenidos en ésta. Pero tiene, además, poemas pertenecientes a mi libro
inédito.
12. ¿Qué libros
suyos se encuentran actualmente en prensa? Háblenos de ellos.
En prensa tengo
mis memorias, Sólo un leve rasguño en la solapa, que las está editando la
editorial AMG, de Logroño (La Rioja). La misma editorial está procesando una
recopilación de mis sonetos. Por otra parte, la editorial Hiperión, de Madrid,
ya está a punto de lanzar una antología titulada Poemas cubanos del siglo XX,
en la que reuno los poemas cubanos de esa centuria que me gustan más.
13. ¿Cuál ha sido
y es su labor periodística y qué importancia le concede?
Desde muy joven
me gano la vida, en parte, como periodista, fundamentalmente como articulista.
No sé cuántos miles de artículos habré escrito hasta el que puse ayer en
correo. En Cuba fui jefe de la plana editorial y director del suplemento de
cultura del diario Noticias de Hoy, y luego jefe de redacción, con Nicolás
Guillén de director, de La Gaceta de Cuba, el periódico de la Unión de
Escritores y Artistas. De este último cargo me separaron cuando, formando parte
del jurado de poesía en el concurso de la Unión de 1967, voté por el libro de
Heberto Padilla Fuera del juego. He colaborado en infinidad de periódicos y
revistas cubanos y extranjeros. He escrito siempre sobre asuntos culturales y
de política cubana e internacional. Aquí en España soy colaborador fijo del
periódico canario La Provincia y he publicado en El País y en el ABC, de
Madrid, y en el Diario de Cádiz. No sé si el periodismo es el mejor oficio del
mundo, como piensa García Márquez, pero es el que más me gusta. Me ha obligado
a mirar de frente a mi tiempo, algo que ha repercutido, creo que para bien, en
mi poesía. En el ejercicio cotidiano del periodismo he aprendido a defenderme
de las palabras que sobran, y a no decir "lo que acontece en la rua",
sino "lo que pasa en la calle".
14. Ud. ha sido
también un escritor de prosa. ¿Cuál ha sido su incursión en la narrativa?
Escribí ocho o
nueve cuentos, todos fantásticos, casi todos brevísimos, hace muchísimos años.
Los dos primeros me los publicó Virgilio Piñera, en 1959, en la revista Ciclón,
que dirigían en La Habana él y José Rodríguez Feo. Uno de aquellos cuentos y
otro posterior conocieron los honores de las antologías. No he escrito ninguno
más. La redacción de mis memorias es el trabajo narrativo más ambicioso que he
realizado.
15. ¿Qué
significa para Ud. la frase "Un leve rasguño en la solapa"?
"Sólo un leve rasguño en la solapa",
frase con que titulo mis memorias, es el título y parte de un verso de un poema
perteneciente a mi libro El carro de los mortales. La lectura del poema,
incluido en mis memorias, permite comprender que ese verso significa la escasa
importancia que concedo a las heridas que los rigores del mundo me han causado.
16. ¿Cuáles
fueron las circunstancias que lo obligaron a salir de Cuba?
A mediados de
1991 firmé en La Habana, con otros colegas míos, un documento titulado
Declaración de Intelectuales cubanos, más conocido como Carta de los Diez, en
el que pedíamos al gobierno de Castro la adopción de una serie de medidas que
considerábamos convenientes para mejorar en alguna medida la espantosa
situación económica, política y social en que se encontraba y aún se encuentra
nuestro país. El gobierno de Castro es una dictadura totalitaria y reaccionó
reprimiéndonos por nuestra "deslealtad". Los firmantes del documento
fuimos acusados en la prensa del régimen, la única que circula en la isla, de
ser cómplices de la CIA, tras lo cual fuimos expulsados de nuestros trabajos y
de las instituciones profesionales a que pertenecíamos. En un país donde si
tropiezas con el poder (es decir, con Castro) tropiezas con tu sepultura, la
vida se nos hizo imposible y, menos el poeta Raúl Rivero, que permanece en Cuba
bajo acoso y sin poder salir, todos cogimos el camino del exilio.
17. ¿Cómo llega
Ud. a España y luego a Canarias, donde ha permanecido alrededor de 10 años?
Salí al exilio,
luego de vivir una interminable pesadilla en los laberintos administrativos y
policiales del castrato, con 55 años, mala edad para semejante salto, que en mi
caso fue un salto al vacío. Llegué a España con mi mujer y sin un céntimo.
Nuestras dos hijas ya estaban fuera de la isla: una, Gabriela, en Santiago de
Chile, donde encontró trabajo en la librería del Arzobispado, y la otra,
Claudia, aquí en Las Palmas, donde hizo un master de ingeniería. Gracias a un
seminario sobre poesía cubana que me organizó y pagó la Universidad de Cádiz, y
a la generosidad de la Junta de Andalucía, que nos albergó en una residencia
para la tercera edad, mi mujer y yo pudimos afrontar los primeros meses de
nuestro exilio. Importantísimo fue para nosotros el apoyo, espiritual y
material, que nos dieron nuestros amigos de Cádiz: los poetas Jesús Fernández
Palacios, José Ramón Ripoll y Fernando Quiñones, el médico Javier Galiana, el
empresario Juan Reyes, las profesoras Josefina Junquera (vicepresidenta,
entonces, de la Diputación Provincial) y Concepción Reverte, y tantos más. Sin
ellos, nuestra vida allí no hubiese sido lo feliz que fue a pesar de las
circunstancias. En Cádiz estuve diez meses antes de viajar a Canarias, invitado
por el profesor Mariano Chirivella a dar unas conferencias en la Universidad de
Las Palmas. Luego de las conferencias, surgió la idea de hacer una revista
universitaria de literatura y arte, cuyo proyecto me encargaron. Así nació
Espejo de Paciencia -el título se lo dio la profesora Ángeles Mateo del Pino,
que ahora me entrevista-, de la cual se publicaron, a trancas y barrancas -ésta
es una historia agridulce que algún día contaré-, seis números, seis preciosos
números en los que trabajé hasta de maquetador e ilustrador. Compartí la
dirección de Espejo de Paciencia (título del poema que inicia la literatura en
Cuba, escrito por el grancanario Silvestre de Balboa) con el catedrático
chileno Osvaldo Rodríguez. La revista ha dejado de salir, espero que
momentáneamente, víctima de la burocracia. En diciembre de este año se
cumplirán diez años de mi arribo a Canarias. En ésta, mi isla de repuesto, como
me dijo Hernán Loyola, vive y trabaja una de mis hijas. Aquí murieron mi mujer
y mi padre. Aquí me quedaré, si el travieso azar no dispone otra cosa.
18. ¿Después de
estos años de exilio, se siente Ud. todavía como un "escritor
cubano", es decir, miembro de ese ambiente y partícipe de esa tradición?
Yo me moriré
siendo un escritor cubano. De eso no me cabe la menor duda.
19. Como cubano,
¿cuál ha sido su relación con el rico panorama cultural de la Europa del Este y
de la antigua Unión Soviética, desconocido casi íntegramente para Occidente
durante más de medio siglo? ¿Cómo este "mundo" ha conformado su
propia obra literaria?
Por las estrechas
relaciones que durante décadas mantuvo Cuba con la Unión Soviética y el resto
del ya desaparecido campo socialista europeo, los cubanos tuvimos la
oportunidad de conocer de cerca la cultura de las naciones que componían esa
vasta comunidad. Yo tuve un contacto muy directo con ese universo cultural, a
veces in situ. Fui primer secretario de la embajada de Cuba en Bulgaria y viajé
bastante por la Unión Soviética, Rumanía, Yugoslavia, Hungría y Checoslovaquia.
Tuve amistad con escritores, académicos y artistas de estos países. Colaboré en
publicaciones búlgaras, soviéticas, húngaras, rumanas, y trabajé en la versión
al español de numerosísimos textos de autores del Este. El realismo socialista,
ese horror inventado por Stalin y Zhdanov, del que hicieron cómplice al pobre
Gorki, uniformó y mediatizó la producción artística y literaria en estos países
bajo la égida soviética, pero no logró que en ellos desapareciera el talento ni
que se eclipsara la riqueza cultural creada por sus pueblos a lo largo de
siglos. Yo me sentí atraído por esta riqueza artística anterior al socialismo y
también por los conflictos que éste creaba en la esfera de la cultura. Ambas
"atracciones" dejaron huella en mí: a la primera corresponde mi largo
poema La tierra de Saúd, publicado en 1966, inspirado en la poesía narrativa de
los cantares de gesta eslavos, y, a la segunda, el incremento de mi experiencia
política y mi radicalización a favor de la libertad de pensamiento y expresión.
20. ¿Qué
importancia le da Ud. a su labor como director de la revista Espejo de
paciencia, desde que ésta apareció en Las Palmas de Gran Canaria, y ahora en la
revista Encuentro de la cultura cubana, editada en Madrid?
Hoy Domingo, La
Gaceta de Cuba y Espejo de Paciencia me han aportado lo que sé como editor de
revistas. Sobre todo la última, en la que yo lo hacía todo. Me encanta hacer
revistas. Me da placer lograr una página atractiva y divulgar un texto de
calidad. Encuentro de la Cultura Cubana se edita en Madrid y la dirigimos el
ensayista Rafael Rojas y yo. Considero que Encuentro, fundada hace seis años
por el novelista Jesús Díaz, quien la dirigió hasta su muerte, ocurrida en mayo
último, es la mejor publicación de su género hecha por cubanos en los últimos
cien años. Es una revista concebida como un espacio democrático abierto al
debate sobre el pasado, el presente y el futuro de Cuba. Su espectro editorial
abarca la política, la historia, la economía, el arte, la literatura y los
problemas sociales. Encuentro es muy odiada por la dictadura castrista, lo que
revela que va por buen camino.
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