Sunday, June 18, 2023

Manuel Díaz Martínez: "Yo me moriré siendo un escritor cubano".

 


Como homenaje al recién fallecido poeta Manuel Díaz Martínez -muerto, como tantos otros, tras largos años de exilio- publicamos esta entrevista del 2002 en que el poeta recorre su obra y vida.

"Un breve rasguño en la solapa".

Entrevista con Manuel Díaz Martínez Ángeles Mateo del Pino y Javier Bello.

1. ¿Cuál es su proceso creativo: cómo se gesta su poesía, qué elementos la desencadenan, cómo se concretan éstos en la escritura y en qué plazos?

Los espiritistas, en Cuba, usan la expresión "estar en bóveda", o algo así, para designar el estado de gracia que les permite ponerse en contacto con los muertos. Lo primero para escribir un poema es estar en bóveda, pero en el caso de los poetas esta expresión designa el estado de gracia para ponerse en contacto con los vivos. A partir de esa disposición de ánimo privilegiada, el poema, que es lenguaje, va apareciendo, va reuniendo sus partes en un proceso que constituye, en los casos más luminosos, una sorpresa para el propio creador. En algunos poetas, este proceso es moroso. En mí suele producirse como un tiro a quemarropa.

2. ¿Cuáles son sus referentes poéticos y por cuáles son los autores por los que siente Ud. una especial predilección?

Parodiando a Valéry, diré que los poetas estamos hechos de poetas asimilados. ¡Yo estoy hecho de tantos! En el banquete de la poesía, he probado de casi todo lo servido. Eso me salva de servidumbres onerosas. No obstante, tengo santos de cabecera: Quevedo, Martí, Bécquer, Antonio Machado, León Felipe, Vallejo, Pessoa, Apollinaire, Eliseo Diego...

3. ¿Cree Ud. que su poesía ha recibido influencia de la poesía española, especialmente de Quevedo, Machado y Bécquer?

Sí, y decisiva.

4. ¿Considera que su poesía puede ser definida dentro del marco de una "poética conversacional"? ¿Cree que los rasgos de esa poética han disminuido o se han incrementado en su escritura con el paso del tiempo, especialmente en su poemario inédito Paso a nivel?

Los críticos, que son los que saben más de estas cosas, me han catalogado como poeta conversacional. Debo de seguir siéndolo, puesto que no he cambiado de poética. Si ser conversacional es pretender ser antirretórico, explícito, directo, transparente -en la medida en que una tentativa de comunicación poética puede serlo-, me parece que con el tiempo me he vuelto más conversacional, y también más escéptico e irónico, rasgos asociados al conversacionalismo. No sé por qué, quizás porque con el roce con el mundo cunden las desilusiones y la fatiga, los poetas tendemos a soltar lastre, a desnudarnos, a medida que nos internamos en la vida. El hiperbarroco Lezama es un buen ejemplo de ello.

5. ¿Cómo se vincula su poesía con la generación cubana del 50? ¿Cuáles son las semejanzas y diferencia que puedes establecer al respecto? ¿A qué autores sientes más cercanos?

La Generación del 50 es producto del clima revolucionario que se respiraba en Cuba en aquel infausto decenio, marcado por la dictadura de Fulgencio Batista y la guerra entre ésta y el movimiento insurreccional que terminó derrocándola e instaurando el régimen de Castro. Fue una generación que en su fase inicial, y casi en su totalidad, se identificó con la revolución y asumió, en lo político y en lo estético, la tarea de apoyarla. A la voluntad de servicio público desde la escritura se debió que la mayor parte de los miembros de la Generación renegaran de las tendencias que consideraban esteticistas y culteranas, de las cuales algunos de ellos provenían, y adoptaran una poética caracterizada, en la forma, por la sencillez y el desenfado - que se acentuarían en el conversacionalismo-, y, en el mensaje, por un humanismo de inspiración marxista. Yo participé en el entusiasmo por la revolución, incluso me identifiqué como un joven escritor marxista, pero mi poesía se mantuvo dentro de un lirismo erótico y de proyección existencial y metafísica hasta 1967, año en que termino mi poemario Vivir es eso, que algunos críticos han señalado como un libro emblemático del conversacionalismo cubano, corriente en la cual me siento muy próximo a Rafael Alcides y a Raúl Rivero, y, por supuesto, a Virgilio Piñera, maestro de todos nosotros.


6. ¿Cuál fue su relación con la generación precedente, la generación del grupo Orígenes, en el sentido poético, político y experiencial?

Menos con Justo Rodríguez Santos, Octavio Smith y el padre Ángel Gaztelu, a los que traté poco, he tenido muy buenas relaciones de amistad con los miembros del grupo Orígenes. Con Lezama y García Vega trabajé en el Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias. A Eliseo Diego le agradezco uno de los comentarios más estimulantes y hermosos que se han hecho de mi poesía. Mi vieja amistad con Cintio Vitier se estropeó cuando este hombre, tan lúcido para tantas cosas y tan ciego para lo que está pasando en Cuba, firmó una declaración de la Unión de Escritores en la cual se arrojaban acusaciones falsas y amenazantes, acompañadas de insultos barriobajeros, contra los intelectuales cubanos que suscribimos la Carta de los Diez, un manifiesto en que reclamábamos reformas democráticas al gobierno. Por cierto, su mujer, Fina García Marruz, la única voz femenina del origenismo, se negó a avalar con su firma aquella infamia, que fue la antesala de la represión que sufrimos luego y que determinó el exilio de la mayoría de nosotros. Yo empecé a leer a los origenistas cuando era un adolescente, cuando aún estudiaba el bachillerato y empezaba a escribir, y les agradeceré siempre las iluminaciones que me han aportado. Ellos son parte de mi cultura literaria. No me cabe duda de que Eliseo Diego y Gastón Baquero están en mi manera de sentir y trabajar la palabra.

7. ¿Cómo han afectado el espacio y el paisaje a su poesía? ¿En este sentido, percibe Ud. grandes diferencias entre su poesía escrita en Cuba y su poesía en el exilio? ¿Se puede hablar de una "poesía del exilio" en su obra?

Sí, hay una "poesía del exilio" en mi obra. Muestras de ella pueden verse en mis libros Memorias para el invierno, premiado y publicado en Canarias en 1995, y Paso a nivel, aún inédito, escrito enteramente en Las Palmas. No es poesía del exilio porque la haya escrito después que salí de Cuba, sino porque responde al estado de ánimo provocado por mi alejamiento de Cuba y a reflexiones sobre las causas y efectos de ese alejamiento. Me parece que esta poesía difiere en el tono, en el lenguaje y en la temática de la que yo estaba haciendo en mi país poco antes de salir de él, aunque el humor sarcástico que se encuentra en bastantes de mis textos "del exilio" tiene antecedentes en mi libro Vivir es eso, editado en La Habana en 1968.

8. ¿Cuáles son las principales claves de su obra poética y cómo el tiempo las ha modulado?

Como poeta, no doy claves, que son llaves, ni doy pistas. Lo mío es inquietar, incitar, conmover, emocionar, incluso irritar, dejando que el lector se convierta en el segundo autor de mis poemas.

9. ¿Qué vínculos ha establecido con la poesía española y canaria desde su salida de Cuba?

Mis vínculos con la poesía española vienen de lejos y han sido fecundos. Es posible que yo sea el más "ibérico" de los poetas cubanos de mi generación. Durante mi estada de casi un año en Cádiz, en 1991, ciudad en cuya Universidad dicté un curso sobre poesía cubana, me integré al grupo de poetas gaditanos relacionados con la Revista Atlántica de Poesía, entre los cuales tengo entrañables amigos, como Jesús Fernández Palacios, José Ramón Ripoll y Pilar Paz Pasamar, y al cual pertenecía el ya fallecido Fernando Quiñones, poeta y narrador a quien su amigo Borges admiraba y yo sigo admirando. En ese período estreché mis antiguos vínculos con Rafael Alberti y con José Agustín Goytisolo, que me visitó en Cádiz y a quien visité en Barcelona. El único poeta canario que yo había leído antes de llegar a Las Palmas era Manuel Padorno, un barroco deslumbrado por la luz atlántica de su isla (Gran Canaria), de lenguaje anárquico e imaginativo. Acaba de morir en Madrid. A su hermano, Eugenio, devoto de la cultura francesa, lo conocí y leí aquí, como a Lázaro Santana. Poetas cultos y refinados, al igual que el riguroso Andrés Sánchez Robayna, el más conocido fuera del archipiélago. Otros poetas isleños que descubrí aquí son el enigmático Luis Feria; José María Millares Sall, autor de "Liverpool", un texto referencial; y Natalia Sosa, autora de un bello libro titulado Septiembre. Debo añadir tambián a Pino Ojeda, a Javier Cabrera, a Teodoro Santana y a Juan Jiménez. Pero los poetas de los que más cerca me siento en Las Palmas, son los más jóvenes: Alicia Llarena, Tina Suárez Rojas, Pedro Flores, Federico Silva... Me parece que en ellos se incuba la deseable renovación de la poesía canaria.

10. ¿Cree Ud. que se han acrecentado el sarcasmo y la ironía en Paso a nivel? ¿Es éste un rasgo relacionado con su experiencia?

Paso a nivel es el libro de las decepciones y el escepticismo que llegan con los años. En él he querido hablar claro y ser franco, en primer lugar conmigo mismo. He seleccionado, para que lo presida, un verso de Pessoa que parece haber sido escrito para que yo lo usara de pórtico en este libro: "¡Y basta de comedias en mi alma!"

11. ¿Se siente aún representado por la recopilación poética de su obra, Alcándara, editada en Cuba en 1991? ¿Qué relación puede establecer entre este volumen y la antología aparecida en Madrid, por editorial Visor, en 1998, Señales de vida?

La antología Señales de vida es una continuación de Alcándara. En ella hay muchos poemas contenidos en ésta. Pero tiene, además, poemas pertenecientes a mi libro inédito.

12. ¿Qué libros suyos se encuentran actualmente en prensa? Háblenos de ellos.

En prensa tengo mis memorias, Sólo un leve rasguño en la solapa, que las está editando la editorial AMG, de Logroño (La Rioja). La misma editorial está procesando una recopilación de mis sonetos. Por otra parte, la editorial Hiperión, de Madrid, ya está a punto de lanzar una antología titulada Poemas cubanos del siglo XX, en la que reuno los poemas cubanos de esa centuria que me gustan más.

13. ¿Cuál ha sido y es su labor periodística y qué importancia le concede?

Desde muy joven me gano la vida, en parte, como periodista, fundamentalmente como articulista. No sé cuántos miles de artículos habré escrito hasta el que puse ayer en correo. En Cuba fui jefe de la plana editorial y director del suplemento de cultura del diario Noticias de Hoy, y luego jefe de redacción, con Nicolás Guillén de director, de La Gaceta de Cuba, el periódico de la Unión de Escritores y Artistas. De este último cargo me separaron cuando, formando parte del jurado de poesía en el concurso de la Unión de 1967, voté por el libro de Heberto Padilla Fuera del juego. He colaborado en infinidad de periódicos y revistas cubanos y extranjeros. He escrito siempre sobre asuntos culturales y de política cubana e internacional. Aquí en España soy colaborador fijo del periódico canario La Provincia y he publicado en El País y en el ABC, de Madrid, y en el Diario de Cádiz. No sé si el periodismo es el mejor oficio del mundo, como piensa García Márquez, pero es el que más me gusta. Me ha obligado a mirar de frente a mi tiempo, algo que ha repercutido, creo que para bien, en mi poesía. En el ejercicio cotidiano del periodismo he aprendido a defenderme de las palabras que sobran, y a no decir "lo que acontece en la rua", sino "lo que pasa en la calle".

14. Ud. ha sido también un escritor de prosa. ¿Cuál ha sido su incursión en la narrativa?

Escribí ocho o nueve cuentos, todos fantásticos, casi todos brevísimos, hace muchísimos años. Los dos primeros me los publicó Virgilio Piñera, en 1959, en la revista Ciclón, que dirigían en La Habana él y José Rodríguez Feo. Uno de aquellos cuentos y otro posterior conocieron los honores de las antologías. No he escrito ninguno más. La redacción de mis memorias es el trabajo narrativo más ambicioso que he realizado.


15. ¿Qué significa para Ud. la frase "Un leve rasguño en la solapa"?

 "Sólo un leve rasguño en la solapa", frase con que titulo mis memorias, es el título y parte de un verso de un poema perteneciente a mi libro El carro de los mortales. La lectura del poema, incluido en mis memorias, permite comprender que ese verso significa la escasa importancia que concedo a las heridas que los rigores del mundo me han causado.

16. ¿Cuáles fueron las circunstancias que lo obligaron a salir de Cuba?

A mediados de 1991 firmé en La Habana, con otros colegas míos, un documento titulado Declaración de Intelectuales cubanos, más conocido como Carta de los Diez, en el que pedíamos al gobierno de Castro la adopción de una serie de medidas que considerábamos convenientes para mejorar en alguna medida la espantosa situación económica, política y social en que se encontraba y aún se encuentra nuestro país. El gobierno de Castro es una dictadura totalitaria y reaccionó reprimiéndonos por nuestra "deslealtad". Los firmantes del documento fuimos acusados en la prensa del régimen, la única que circula en la isla, de ser cómplices de la CIA, tras lo cual fuimos expulsados de nuestros trabajos y de las instituciones profesionales a que pertenecíamos. En un país donde si tropiezas con el poder (es decir, con Castro) tropiezas con tu sepultura, la vida se nos hizo imposible y, menos el poeta Raúl Rivero, que permanece en Cuba bajo acoso y sin poder salir, todos cogimos el camino del exilio.

17. ¿Cómo llega Ud. a España y luego a Canarias, donde ha permanecido alrededor de 10 años?

Salí al exilio, luego de vivir una interminable pesadilla en los laberintos administrativos y policiales del castrato, con 55 años, mala edad para semejante salto, que en mi caso fue un salto al vacío. Llegué a España con mi mujer y sin un céntimo. Nuestras dos hijas ya estaban fuera de la isla: una, Gabriela, en Santiago de Chile, donde encontró trabajo en la librería del Arzobispado, y la otra, Claudia, aquí en Las Palmas, donde hizo un master de ingeniería. Gracias a un seminario sobre poesía cubana que me organizó y pagó la Universidad de Cádiz, y a la generosidad de la Junta de Andalucía, que nos albergó en una residencia para la tercera edad, mi mujer y yo pudimos afrontar los primeros meses de nuestro exilio. Importantísimo fue para nosotros el apoyo, espiritual y material, que nos dieron nuestros amigos de Cádiz: los poetas Jesús Fernández Palacios, José Ramón Ripoll y Fernando Quiñones, el médico Javier Galiana, el empresario Juan Reyes, las profesoras Josefina Junquera (vicepresidenta, entonces, de la Diputación Provincial) y Concepción Reverte, y tantos más. Sin ellos, nuestra vida allí no hubiese sido lo feliz que fue a pesar de las circunstancias. En Cádiz estuve diez meses antes de viajar a Canarias, invitado por el profesor Mariano Chirivella a dar unas conferencias en la Universidad de Las Palmas. Luego de las conferencias, surgió la idea de hacer una revista universitaria de literatura y arte, cuyo proyecto me encargaron. Así nació Espejo de Paciencia -el título se lo dio la profesora Ángeles Mateo del Pino, que ahora me entrevista-, de la cual se publicaron, a trancas y barrancas -ésta es una historia agridulce que algún día contaré-, seis números, seis preciosos números en los que trabajé hasta de maquetador e ilustrador. Compartí la dirección de Espejo de Paciencia (título del poema que inicia la literatura en Cuba, escrito por el grancanario Silvestre de Balboa) con el catedrático chileno Osvaldo Rodríguez. La revista ha dejado de salir, espero que momentáneamente, víctima de la burocracia. En diciembre de este año se cumplirán diez años de mi arribo a Canarias. En ésta, mi isla de repuesto, como me dijo Hernán Loyola, vive y trabaja una de mis hijas. Aquí murieron mi mujer y mi padre. Aquí me quedaré, si el travieso azar no dispone otra cosa.

18. ¿Después de estos años de exilio, se siente Ud. todavía como un "escritor cubano", es decir, miembro de ese ambiente y partícipe de esa tradición?

Yo me moriré siendo un escritor cubano. De eso no me cabe la menor duda.

19. Como cubano, ¿cuál ha sido su relación con el rico panorama cultural de la Europa del Este y de la antigua Unión Soviética, desconocido casi íntegramente para Occidente durante más de medio siglo? ¿Cómo este "mundo" ha conformado su propia obra literaria?

Por las estrechas relaciones que durante décadas mantuvo Cuba con la Unión Soviética y el resto del ya desaparecido campo socialista europeo, los cubanos tuvimos la oportunidad de conocer de cerca la cultura de las naciones que componían esa vasta comunidad. Yo tuve un contacto muy directo con ese universo cultural, a veces in situ. Fui primer secretario de la embajada de Cuba en Bulgaria y viajé bastante por la Unión Soviética, Rumanía, Yugoslavia, Hungría y Checoslovaquia. Tuve amistad con escritores, académicos y artistas de estos países. Colaboré en publicaciones búlgaras, soviéticas, húngaras, rumanas, y trabajé en la versión al español de numerosísimos textos de autores del Este. El realismo socialista, ese horror inventado por Stalin y Zhdanov, del que hicieron cómplice al pobre Gorki, uniformó y mediatizó la producción artística y literaria en estos países bajo la égida soviética, pero no logró que en ellos desapareciera el talento ni que se eclipsara la riqueza cultural creada por sus pueblos a lo largo de siglos. Yo me sentí atraído por esta riqueza artística anterior al socialismo y también por los conflictos que éste creaba en la esfera de la cultura. Ambas "atracciones" dejaron huella en mí: a la primera corresponde mi largo poema La tierra de Saúd, publicado en 1966, inspirado en la poesía narrativa de los cantares de gesta eslavos, y, a la segunda, el incremento de mi experiencia política y mi radicalización a favor de la libertad de pensamiento y expresión.

20. ¿Qué importancia le da Ud. a su labor como director de la revista Espejo de paciencia, desde que ésta apareció en Las Palmas de Gran Canaria, y ahora en la revista Encuentro de la cultura cubana, editada en Madrid?

Hoy Domingo, La Gaceta de Cuba y Espejo de Paciencia me han aportado lo que sé como editor de revistas. Sobre todo la última, en la que yo lo hacía todo. Me encanta hacer revistas. Me da placer lograr una página atractiva y divulgar un texto de calidad. Encuentro de la Cultura Cubana se edita en Madrid y la dirigimos el ensayista Rafael Rojas y yo. Considero que Encuentro, fundada hace seis años por el novelista Jesús Díaz, quien la dirigió hasta su muerte, ocurrida en mayo último, es la mejor publicación de su género hecha por cubanos en los últimos cien años. Es una revista concebida como un espacio democrático abierto al debate sobre el pasado, el presente y el futuro de Cuba. Su espectro editorial abarca la política, la historia, la economía, el arte, la literatura y los problemas sociales. Encuentro es muy odiada por la dictadura castrista, lo que revela que va por buen camino.

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