Tuesday, June 20, 2023

De las armas y las letras: Un guerrero y sus memorias XXV

 Por Guillermo A. Belt

 

Tras separarse de Maceo en Matanzas el 10 de marzo de 1896, Máximo Gómez regresa a Las Villas. En Memorias de la guerra nos cuenta Enrique Loynaz del Castillo que los generales Maceo y Gómez habían librado 21 combates en La Habana y Matanzas en sólo un mes, al costo de las vidas de una nutrida lista de Jefes esclarecidos y de oficiales denodados.


Gómez se propone organizar un contingente de refuerzo a Maceo en las operaciones de Vueltabajo. Con este fin recaba la ayuda del Gobierno de la República en Armas, y lo hace enviando a Oriente a Serafín Sánchez, nombrado en abril en el cargo recién creado de Inspector General del Ejército, con instrucciones de solicitar “que el Gobierno me ponga en condiciones, no de resistir – pues de esa situación me atrevo a responder – sino de ofender y triunfar.” Al propio tiempo y en el mismo oficio al Secretario de la Guerra, general Carlos Roloff, lamenta que el Ejército Invasor haya sido “abandonado a su propia suerte y recursos.”

Comienza a darse un conflicto de autoridad entre el gobierno y el General en Jefe.

Dedicó el General en Jefe algunas semanas a la reorganización de las fuerzas de Las Villas, que exhaustas de parque se batían a la defensiva, incapacitadas de presentar grandes combates después del de Manajanabo sostenido por el general Serafín Sánchez, uno de los más reñidos de la guerra.

Empero las noticias que a diario le llegaban de Oriente y Camagüey impusieron al general Gómez la necesidad de trasladarse a aquella comarca, en la que ninguna operación militar se realizaba, a pesar de haberse recibido varias expediciones con armamento… Veía el General en Jefe usurpadas sus atribuciones y reaccionó enérgicamente. La dirección de la guerra había sido confiada a él, no al Gobierno.

Loynaz consigna detalles del conflicto, tan penosos que opto por omitirlos en este resumen que, junto con los anteriores en la serie de artículos, se basa en la aspiración de estimular interés en episodios de nuestra última guerra por la independencia. Pasemos, por tanto, a las primeras operaciones del general Calixto García luego de desembarcar el 24 de marzo en la playa de Maraví, a dos leguas de Baracoa, con dos mil rifles, dos cañones, un millón de tiros y una tonelada de dinamita. Si grande era tal refuerzo para la guerra por el armamento, aún más lo era por la presencia del general Calixto García. Iban a repetirse las épicas jornadas de la Guerra de los Diez Años, y a reverdecerse los laureles de Santa Rita, de Baire, de Jiguaní, de Guisa, de Holguín, de Melones, de tantas acciones famosas del gran guerrero de Holguín. Contaba ahora el general García cincuentisiete años…

El 1º de julio, en la jurisdicción de Holguín, libró la acción de Los Moscones, en la que batió durante tres horas con sólo su escolta de infantería y caballería – que no sumaba cien hombres – una columna de mil quinientos hombres con dos piezas de artillería. Después de la acción el general García pasó a acampar en la cercana Prefectura de Mala Noche.

Informado de la situación, Gómez resuelve pasar la trocha militar de Júcaro a Morón hacia Camagüey, cuya creciente desorganización amenazaba con la posibilidad de una catástrofe; porque los elementos españolizantes de las ciudades sólo necesitaban comunicaciones con el campo insurrecto para iniciar la desmoralización de nuestras fuerzas. El 26 de mayo la cruza y acampa en tierra camagüeyana.

El 9 de junio las tropas que había podido concentrar el general Gómez en el campamento de Lauretania ascendían a cuatrocientos cincuenta jinetes bien montados y cien infantes, núcleos de nuevas unidades en formación. Con ellas avanzó el Jefe del Ejército Libertador al ataque de la columna española del general Jiménez Castellanos, compuesta de dos mil hombres de las tres armas, que salía de operaciones en dirección del rio Najasa.

Adoptó el general Gómez una táctica que era una de sus predilectas: situarse sobre el rastro del enemigo y en aire de persecución trabar el combate. En las inmediaciones de Versalles interceptó el rastro de la columna y lo siguió inmediatamente, trocando en situación ventajosa de perseguidor la de perseguido que aspiraba a imponerle el general español.

A la vanguardia de las fuerzas cubanas iba un escuadrón al mando del teniente coronel Armando Sánchez Agramonte, a quien Gómez había dado orden de cargar al divisar al enemigo en marcha. Al cabo de tres horas de rastreo, cuando se divisa a la columna española ésta ya no está en marcha sino parapetada sobre escabrosa margen del rio Najasa que dominaba el camino. Sin detenerse cargó el teniente coronel Sánchez sobre la posición enemiga, ocupándola gracias al denuedo de la caballería camagüeyana, pero quedando herido su valeroso jefe, a tiempo que el avance iniciado se consolidaba con la intervención de la infantería oriental. Alrededor de la conquistada posición se generalizó rudo combate, indeciso toda la tarde.

Gómez acampa esa noche en una finca vecina, donde se establece el hospital de sangre para atender a los heridos. A las seis de la mañana del día siguiente ataca de nuevo. El combate se prolonga todo el día. Al caer la tarde se acampó en el mismo sitio del día anterior y continuó durante toda la noche el tiroteo sobre la columna para privarla de reposo. Al intermitente fuego de los cubanos replicaban nutridas cargas de fusilería.

Al amanecer del 11 – tercer día de combate – avanzó de nuevo el general Gómez con su escasa columna sobre la que tenía sitiada en el batey de Saratoga y se reanudó con mucha intensidad el fuego. No tardó en conocer que durante la noche había llegado de la ciudad de Camagüey – por solicitud apremiante del general Jiménez Castellanos – una columna de mil soldados en su auxilio, sumando ya tres mil los sitiados por el medio millar de insurrectos cubanos. No obstante pronto se pronunció en retirada la división enemiga que fue tiroteada en todo el trayecto a la ciudad por un destacamento de caballería al mando del teniente coronel Juan Manuel Bazán.

Así combatían los cubanos. La historia recoge este combate como la Batalla de Saratoga.

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