Wednesday, July 5, 2023

De las armas y las letras: Un guerrero y sus memorias XXVI

Por Guillermo A. Belt

 


En octubre de 1896 el General en Jefe Máximo Gómez ordena al general Calixto García marchar a Camagüey. El 9 de octubre el general García parte del campamento de Moscones con un contingente de tres mil hombres y un convoy de 25 carretas y 80 mulas cargadas de armas y parque. En medio de un ciclón, nos relata Enrique Loynaz del Castillo en su libro, con sorprendente pericia militar, improvisando botes y balsas, cruza el río Cauto desbordado, sin perder ni un hombre ni un arma, y adelanta, a través de caminos inundados, con su larga columna de las tres armas. Esta notable marcha, a la que no pudo oponer el enemigo operación ninguna, fue objeto de inmediata comunicación del Capitán General al Ministerio de la Guerra.

Reunidos Gómez y García el 14 de octubre, tras cruzar éste el río Jobabo, acuerdan los detalles del ataque a Guáimaro, la plaza que fue la capital de la República el 10 de abril de 1869, y cuna de la primera Constitución revolucionaria de Cuba. En la mañana del 17 de octubre se disparó el primer cañonazo de las tropas cubanas. A las once y media de la mañana, obedeciendo órdenes del general García, el coronel Mario G. Menocal, al frente de una pequeña fuerza de infantería holguinera del regimiento Martí, se lanzó al asalto de la fortaleza, con tal coraje que la guarnición la abandonó para refugiarse en el fuerte de Las Tunas sobre el ángulo norte del cuadrilátero de fuertes.


Guáimaro estaba protegida por un cinturón de defensa formado por ocho fuertes. Fuera del cinturón de baluartes y sobre la loma de Gonfau al norte del pueblo se hallaba el fuerte Mella, el más formidable de todos, y por consiguiente primer objetivo del ataque. Tomado éste, Calixto García, que había rodeado de trincheras el pueblo, dictó una orden del día disponiendo el asalto simultáneo de los fuertes el 27 de octubre. Así se hizo, y los cubanos conquistaron todos los objetivos señalados después de un barraje con su único cañón. El acta de rendición se firmó el día siguiente. Este importantísimo hecho de armas…afirmó de nuevo la actividad de la guerra en el territorio camagüeyano e inauguró una nueva etapa de la Revolución en la que entraban en acción los cañones insurrectos para destruir las plazas fortificadas del enemigo.

El enemigo siguió a Cascorro, cuya guarnición pudo levantar, incendiando el pueblo y emprendiendo retirada en dirección de San Miguel de Nuevitas… No sólo fue el abandono de Cascorro la consecuencia de la toma de Guáimaro; simultáneamente fueron abandonados los recintos fortificados  de Las Yeguas, Vertientes, la Unión, Contramaestre y la Caridad, quedando todo el territorio de Camagüey, exceptuando la ciudad y sus dos puertos de Nuevitas y Santa Cruz en poder del Ejército Libertador.

Máximo Gómez envía a Calixto García a Oriente para activar las operaciones y además para que le envíe pertrechos que permitan a Gómez emprender su marcha definitiva en auxilio de Maceo. La columna del general Mayía Rodríguez, batido y herido en el combate de Colorado, no había podido llegar, como tampoco el contingente del general Juan Bruno Zayas, muerto el 30 de julio en combate. Calixto García cumple el encargo de Máximo Gómez y reanuda sus operaciones militares en Oriente.

El general García recibe informes de una poderosa columna española que conduce un convoy en el camino de Bayamo a Manzanillo y decide hostilizarla. El 17 de diciembre se intensifica el combate sobre el campo de Peralejo, inmortalizado por Antonio Maceo. Entonces Calixto García hace lo que tan bien supieron hacer muchos generales mambises.

Allí, renovando el denuedo de los orientales de Maceo, y poniéndose al frente de su Estado Mayor y Escolta y de un grupo de jinetes, se lanzó el general García sobre los cuadros enemigos. Llevaba apenas doscientos hombres; pero el arrojo los llevó hasta la línea española, envuelta en fuego. Una cerca de alambre, invisible al iniciar la carga, se interpuso entre el enemigo y los machetes cubanos. Ordenando el despliegue, para ofrecer menos blanco a ese fuego a boca de jarro, sostuvo el general García, con tremendo riesgo de su vida, aquella línea temeraria antes de disponer su retirada. El combate terminó con aquel lance; las fuerzas contendientes durmieron a poca distancia sobre el mismo campo de batalla. Por la mañana, al toque de diana y formación, supo el general García que la columna se retiraba en dirección de Bueyecito. Explorado el campo se encontraron muchos muertos, abandonados por aquella columna de cerca de cinco mil hombres bajo la presión de setecientos soldados cubanos.  

 

 

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