Tuesday, February 25, 2020

El museo y la montaña


El palacio Westman, antigua sede del Museo de Historia Natural y lugar de trabajo de Erik Ekman en Suecia

Por Ernesto Fumero Ferreiro
En la foto de arriba aparece un edificio de Estocolmo donde, durante seis años, trabajó un científico sueco que tendría cierta conexión con Cuba. Entre otras cosas es la primera persona que se conoce llegó a la cima del Pico Turquino.


El edificio como tal es un palacete construído en el año 1800 por un magnate de la construcción, como vivienda para su familia. Actualmente radican en él oficinas y es la sede de una veintena de organismos, desde agencias estatales como el Consejo Sueco para la Enseñanza Superior hasta la representación local de la firma Bacardí. Entre 1828 y 1916 el edificio fue propiedad de la Academia de Ciencias Sueca y sede de su colección de historia natural, lo que con el tiempo se convertiría en el Museo de Historia Natural.


Esta era la época en que los museos de historia natural estaban de moda y la colección sueca aumentaba su volumen cada año así que en 1901 la Academia comenzó a construir la actual sede del museo a donde se mudarían en 1916. 

La sala de mamíferos del Museo de Historia Natural durante la época en que Ekman trabajó allí
Pero sería en este edificio donde el museo contrataría para su Departamento de Botánica a Erik Leonard Ekman, en marzo de 1908. Ekman se había graduado en Botánica el año anterior, en la Universidad de Lund, y acababa de pasarse tres meses en Argentina coleccionando plantas. Durante sus años en el museo Ekman escribió una serie de artículos de botánica, especializándose en la flora sudamericana, mostrando en ello un especial talento para la sistematización de las plantas. Sin embargo, al parecer el trabajo de oficina en el museo no era todo a lo que Erik aspiraba y en 1913 envió una solicitud para un estipendio que le financiara dos años de trabajo de campo en Sudamérica. El estipendio le fue aprobado y en febrero de 1914 dejaba el museo y Estocolmo. Su primera parada fue nuevamente en Lund, donde defendió su tesis de doctorado el 2 de marzo y unos días más tarde partía con rumbo a América.
Erik Ekman


La idea era pasarse dos años en Brasil, en la zona de Pernambuco, pero a petición de dos profesores, la Academia de Ciencias le puso como condición al estipendio que hiciera una parada en el Caribe, a coleccionar ciertas especies. Debería pasarse un mes en Cuba y ocho meses en La Española, antes de seguir viaje a Brasil. A Erik Ekman no le gustaba mucho la idea pero no tenía otro remedio que aceptarla así que en abril de 1914 llegaba en barco a la Habana. Inmediatamente se puso a coleccionar plantas en los alrededores de la ciudad pero pronto sus planes de viajar en un mes tuvieron contratiempos. Primero hubo un brote epidémico en Cuba que limitaba sus posibilidades de viaje, luego esas posibilidades se vieron limitadas por revueltas violentas en Haití y República Dominicana; para el verano comenzaba la Primera Guerra Mundial, lo que hacía el viaje más difícil aún. A todas estas, Erik descubría que la flora cubana estaba mucho menos clasificada que lo que se sabía y que habían cientos de especies desconocidas para las Ciencias. Para acortar la historia: la estancia de un mes en Cuba se convirtieron en diez años.

Cuando Erik se dio cuenta que estaría en Cuba más tiempo de lo esperado decidió irse a Oriente y más específicamente al pueblo de Bayate, del que había oído hablar en la Habana. En Bayate había un asentamiento sueco con varios cientos de habitantes nórdicos. La mayoría venían de otros asentamientos suecos en Minnesota y otras regiones en Estados Unidos, pero otros habían venido directamente de Suecia. Los colonos suecos se dedicaban principalmente a la producción de azúcar, aprovechando los altos precios del producto en esa época y habían construído hasta su propio central (el Palmarito del Cauto) desde donde se transportaba el azúcar en tren hasta Santiago. (La zona de Bayate se encuentra actualmente cubierta por el embalse de agua Protesta de Baraguá. Lo único que quedó fuera del agua fue el cementerio que actualmente queda en las afueras del poblado Mella, antiguo Miranda.)
Celebración sueca de Midsommar en el pueblo de Bayate, Oriente
En Bayate Ekman se dedicó a coleccionar plantas, muchas de ellas, como ya se ha contado, totalmente desconocidas. Desde allí salía a sus expediciones que a veces duraban meses. En estas acostumbraba a dormir en tiendas de campaña o simplemente en hamacas a la intemperie. Pero Ekman no se contentaba con las plantas y quería también un poco de aventuras así que un día de abril de 1915 le pidió a su amigo Johan Nyström que le acompañara a subir la montaña más alta de Cuba, el pico Turquino, de la que había oído que nadie nunca había escalado. Johan, además de su finca, era el dueño del Nyströms Café & Restaurang, donde él y su esposa Cristina servían especialidades suecas. Ya para abril la zafra azucarera había terminado y Johan tenía menos que hacer así que aceptó la invitación de Erik y unos días más tarde salían los dos suecos con rumbo al Turquino.

Al llegar a un poblado cerca de su base Erik preguntó a sus habitantes si alguien podría guiarlos por los trillos de la zona. Dos hombres se ofrecieron de voluntarios: Joaquín y Regino. Pero cuando estos se enteraron que la aventura consistía en subir al Turquino decidieron consultar a los orishas. Por suerte los santos dieron su aprobación y los cuatro hombres salieron de expedición un poco más tarde. Pero cuando se acabaron los trillos se dieron cuenta que la expedición no estaba muy bien pertrechada que digamos. Ni siquiera tenían sogas para escalar así que en ocasiones tuvieron que emplear lianas para ello. También la comida empezó a terminarse antes de lo calculado y finalmente tenían solo un poco de boniato y miel en su mochila. Por suerte también pudieron cazar algunas jutías con las que completar la dieta. Por fin en la medianoche entre el 17 y 18 de abril llegaron a su meta. Erik Ekman fue el primero en llegar a la cima.


Al llegar al lugar comprobaron que no había ninguna huella humana por lo que llegaron a la conclusión de que eran las primeras personas en visitarlo. La noche estaba fresca y decidieron hacer una gran hoguera. A falta de nada mejor que compartir los dos suecos y los dos cubanos compartieron una botella de ron Bacardí, ese mismo ron que hoy tiene su representación en Suecia en el antiguo trabajo de Ekman. Por la mañana Erik escribió un mensaje que guardó en la botella de ron  vacía, indicando que ellos habían estado allí. La botella se cubrió por un montículo de piedras en la cima de la montaña.

En la cima se quedaron por unas horas para disfrutar del paisaje. Ese era el Pico Real del Turquino y con ayuda de un instrumento para ello, Erik Ekman midió su altura: 1974 metros sobre el nivel del mar. Como líder de la expedición Erik se tomó el derecho a nombrar otros cuatro picos en el macizo montañoso que carecían de nombre. Al segundo más alto (1872 m) le dio el nombre de Pico Cuba y al tercero (1734 m), el de Pico Suecia. A otros dos picos le dio los nombres de sus guías cubanos: Pico Joaquín (1686 m) y Pico Regino (1606 m). Al regresar a Bayate le escribió a la oficina cubana encargada de ese tipo de registros, en la Habana, que anotó la altura de la montaña y aprobó los nombres propuestos por Ekman.

A pesar de que Ekman era un hombre extremadamente comedido en sus gastos, el dinero de su estipendio se fue gastando con el tiempo, sobre todo tras un viaje a Haití en 1917 donde enfermó de malaria y de donde regresó a Bayate tras tres meses y medio. En Bayate se dedicó entonces a trabajar en las fincas o construyendo caminos. De más está decir que la Academia de Ciencias Sueca no estaba para nada contenta con lo que había pasado con el viaje de Ekman pero cuando en 1920 comenzaron, por fin, a llegar sus envíos, cambiaron de tono completamente. La colección era en extremo valiosa y sobrepasaba todas las expectativas. Pronto todos los desacuerdos estaban olvidados y nuevos financiamientos fueron aprobados. Desde Cuba Ekman envió a Suecia 50 mil ejemplares de unas 20 mil especies diferentes, 850 de ellas totalmente desconocidas para las Ciencias.

Por fin, en 1924 Ekman se fue de Cuba y viajó nuevamente a Haití. Ya para entonces la mayoría de los suecos de Bayate se habían marchado, igual de rápido que como habían aparecido, fundamentalmente a causa de la debacle del precio azucarero de 1920-1921. En Haití Ekman estuvo hasta 1928 cuando se trasladó a República Dominicana. Desde la Española envió incluso más ejemplares que desde Cuba, incluídas 960 nuevas especies. También en esa isla midió la altura de su montaña más alta, de algo más de 3000 metros sobre el nivel del mar.

A pesar de sus largos años de viaje, Erik Ekman no había olvidado a Suecia. En su diario puede leerse cuánto extrañaba a su país y sus deseos de un día regresar para pasar su años maduros en el museo, estudiando sus plantas. Pero para finales de 1930 un nuevo estipendio era aprobado para su anhelado viaje a Sudamérica. Desgraciadamente un nuevo obstáculo impidió este viaje o su regreso a Suecia. Erik había enfermado de malaria. No era ni mucho menos la primera vez pero sí sería la última. Murió el 15 de enero de 1931 en Santiago de los Caballeros. Tenía 47 años.

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