Thursday, June 11, 2020

“Del Monumento de José Martí y otras cosas sin la menor importancia: conversación con Roberto Estopiñán”*


Roberto Estopiñán

Por Alejandro Anreus



Entre la primavera y el verano del 1999 visité a Roberto Estopiñán (La Habana, 1921- Miami, 2015) un par de veces en su casa-taller en Woodside, Queens, New York.  Iba a verlo a él, a ver su reciente producción artística, a conversar, fumar puros y reírnos un poco del mundo.  De estos encuentros salió esta entrevista.

En mi opinión, Roberto Estopiñán es uno de los escultores claves de Cuba y uno de los escultores y dibujantes más significativos de Latinoamérica durante el período de los 1950s al 1970.  Alumno y asistente del escultor Juan José Sicre, entre sus compañeros de estudio se encontraban Eugenio Rodríguez, Agustín Cárdenas, Tomás Oliva, Núñez Booth y Rodulfo Tardo – hoy todos han fallecido. Estopiñán fue el asistente principal de Sicre en la ejecución del monumento a José Martí en la entonces Plaza Cívica.  En los años 50 fue entre los primeros en comprender y absorber la escultura humanista de la post-guerra (Moore, Marini), y en  transformarla en su propio vocabulario visual.  Su obra, desde finales de los años cuarenta, abarca las siguientes etapas y preocupaciones estilísticas: una primera etapa bajo la influencia Mediterránea (Maillol por vía de la presencia de Bernard Reder en Cuba, y la cual consiste de mujeres rotundas y sensuales, animales en yeso directo); seguida por la abstracción de la figura en metal y madera (Monumento al Preso Político Desconocido, 1953), y otras exploraciones formales. Es a partir de su exilio (1961), que su obra se profundiza en temas desgarradores: guerreros y prisioneros, calvarios y crucifixiones, hechos en madera o de clavos en soldadura directa (los años sesenta). A partir de los años setenta, sus esculturas, dibujos y grabados se vuelven líricos, evocando una visión panteísta del mundo; de aquí las series Mundo Interior y las Parcas. Desde los años ochenta, Estopiñán se volcó obsesivamente en el tema del torso femenino –sea este un icono eterno de belleza, o una metáfora de represión de lo femenino. En años recientes el rostro y la figura de Camille Claudel –genial escultora y víctima de la sociedad de su época– apareció con frecuencia en sus dibujos y grabados, y una que otra escultura. En la última década de su vida (2004-2015) volvió al tema del preso político de manera depurada y minimalista. En diciembre de 2014 Estopiñán sufrió una trombosis mínima; a partir de ese momento no pudo continuar dibujando ni esculpiendo. Falleció el 26 de enero, 2015 a las 8:06 pm de un paro cardiaco en la ciudad de Miami. El 18 de marzo hubiera cumplido 94 años.

Políticamente, al contrario de muchos de sus colegas plásticos que han sido apolíticos u oportunistas, Estopiñán siempre fue un aliado de las ideas democráticas: primero en la Juventud Autentica, después en el Directorio Revolucionario durante la lucha contra Batista, y más tarde en el exilio cubano, donde rechazó el poder y la influencia de la derecha. Se puede decir que su obra artística y su posición política, fueron ejemplos de una integridad que jamás se ha fijado en la última moda.

AA: ¿En que época comienzan los orígenes del monumento a Martí?

RE: Comienza en uno de los períodos en que Batista mandaba en Cuba.  Si no me equivoco, durante su única etapa constitucional, es decir legal. Principios de los cuarenta. Con motivo del aproximamiento del centenario del natalicio de Martí, se le ocurrió al gobierno lo de un concurso, lo de convocar un concurso para el monumento a Martí.  Primero fue un concurso de ideas, de ante-proyectos, porque había dinero y se pagaron muchos de los gastos de ante-proyectos. En esta etapa del concurso, gente de todos los países de Latinoamérica concurrieron. Si mal no recuerdo Argentina envió un ante-proyecto de una escultora italo-argentina llamada Lilian Grullen. En Cuba, cuanto pendejo hacía escultura y se las daba de escultor envió su ante-proyecto al concurso. El gobierno pagaba los gastos de la maqueta, los dibujos, etc.

AA: ¿Participaron escultores académicos, al igual que los no académicos?

RE: Una cosa no tenía que ver con la otra.  Estabas dentro o fuera de la academia, lo que importaba era que pudieras preparar profesionalmente una maqueta y enviarla.
La academia era un “Olimpo” limitado.  En realidad, no teníamos un Olimpo como en Grecia, sino la Loma del Burro. Los académicos no tenían mucha idea de los movimientos artísticos fuera de la academia. No se daban por enterados. Ellos estaban más allá del bien y el mal. De la academia participó el escultor Betancourt, un viejo gordo y maricón medio pariente del Cardenal Arteaga. Betancourt siempre se rodeaba de tres o cuatro muchachos que estudiaban escultura. Bien parecidos, deportistas. Ninguno de ellos llegó a nada. Uno está por aquí, todo jodido, hecho un viejito, y eso que de joven levantaba pesas... no me acuerdo de su nombre. Boada, que era prácticamente el escultor oficial del gobierno de Batista, envió un ante-proyecto, Ramos Blanco también envió su ante-proyecto... era un verdadero mamarracho.

AA: ¿Y Sicre?

RE: Sicre estaba en Venezuela trabajando de profesor en la escuela de bellas artes de Caracas. Sicre siempre fue un hombre que sintió una pasión extraordinaria por Martí. Cuando convocaron el concurso el vino a Cuba para participar. Se reintegró a su cátedra de San Alejandro, a pesar de la oposición de algunos como la harpía de Valderrama y otros delincuentes morales que dominaban la escuela. Entre estos estaba Betancourt.
Betancourt consideraba la talla directa en piedra o madera como una herejía.
Juan José Sicre


Todo esto es anterior a los gobiernos de Grau y de Prío. Gana Grau las elecciones, lo sigue Prío, y más nunca se volvió a hablar del proyecto de Martí. No interesó para nada. Sicre fue de los que conservó su ante-proyecto. La maqueta del proyecto de Sicre era una obra maestra de artesanía. El maquetista era un artesano de origen español, muy bueno, muy bueno... no me acuerdo de su nombre en estos momentos. De pronto, sin uno enterarse de nada, con Prío en el poder, le dieron el premio del monumento a Sicre. Él era el que tenía que levantar el monumento a Martí. El monumento de Sicre era un templo abierto con un friso enorme todo alrededor del interior del monumento. El friso abarcaba desde el piso hasta el techo. En él estaban tallados, en bajo relieve, varios episodios claves de la vida de Martí. Era en mármol Boticcino.  Muy bello como escultura. Quizás pudiera recordar un poco algo del Trocadero de París. Un espacio bello, rodeado de unos jardines diseñados por Aquiles Maza, que era el arquitecto que usualmente trabajaba con Sicre. Y todo se quedó ahí. Este proyecto convertiría el lugar en una versión tropical de la Acrópolis. La Ermita de los Catalanes, donde se situó el monumento, iba a ser el centro geográfico de una nueva y gran Habana. 


Proyecto original de Sicre


Entonces llega el golpe de estado de Batista el 10 de marzo, y con esto aparecen esos dos bandidos batistianos, que habían participado en el concurso anterior y habían perdido, y ahora, de pronto reaparecían dentro del poder. Eran el ingeniero Enrique Luis Varela, y un arquitecto muy hijo de puta llamado... ahora no me acuerdo... después del 10 de marzo contactan a Sicre y le dicen que el monumento va, con su escultura pero no con su templo. Yo sabía de todo esto, pues yo era parte del equipo de Sicre. Yo le ayudaba en todo, desde los “renderings” a los vaciados, etc. Yo terminé sustituyendo al dibujante del proyecto, ya que este aunque era muy bueno, era borracho y debido a esto muy informal. Sicre lo despidió y yo lo substituí, por supuesto sin ganar lo que ganaba el dibujante.

Un día recibimos un aviso: “Batista viene a ver el monumento de Sicre”.  Nos pusimos a preparar todo aquello porque venía “el presidente” es decir “el dictador”.  Llegó con una mano de doctorcitos a su alrededor, los cuales vestían de pingüino o de dril cien... ¿cuántos de estos descarados vivían a costa de, o implorando el nombre de Martí como un dios todopoderoso, mientras la patria pasaba por un momento difícil?


Lo curioso es esto, entre todas estas eminencias, se formó una discusión en cuanto se pusieron a ver la vida de Martí en los frisos… partida de bandidos... mejor ni menciono sus nombres.  ¡Son prófugos de la justicia revolucionaria! En fin, se discutió que faltaba el nombre de uno de los hombres que había acompañado a Martí a desembarcar en Cuba. Chico, y todos aquellos “doctos” no recordaban del nombre del personaje que faltaba. ¡Y al único que se le ocurrió el nombre que faltaba fue al “presidente” Batista!  Aquello fue un simulacro tal, que tú no sabías si estabas en el teatro Martí o en el Shangai... qué casualidad que el único que sabía la respuesta era Batista, y en medio de todos esos eminentes, bueno fíjate que todos, menos Sicre y el equipo del taller, aplaudieron.

Batista quedó conforme con lo que vio en el taller de Sicre, pero no se comprometió con la realización. Un tiempo después de la visita de Batista, Enrique Luis Varela, Ministro de Obras Públicas de Batista, informó a Sicre de que el monumento iba, pero no el de Sicre. El monumento sería el de Varela, una horrible estrella de cinco puntas, y la raspadura esa que no es obelisco ni un carajo.  Ellos eliminaron a su escultor y le pidieron a Sicre que su escultura de Martí fuera la que estuviera en el monumento. Entonces Sicre tuvo que adaptar su escultura –a la vez moderna y neo-clásica– a la base de cinco puntas, que era y es de un mal gusto y picuencia tremendos.  En uno de los picos de la estrella hicieron un espacio parar poner ahí la estatua. Hubo que hacer unos pequeños ajustes y esperar. Entonces el ingeniero y el arquitecto empezaron a levantar esa monstruosidad. Si estaban acostumbrados a dar un golpe de estado para tomarse la nación, imagínate la actitud con un pequeño monumento. Sicre se planteó el siguiente problema, digo se planteó porque lo hablamos, de que si él aceptaba hacer la estatua estaba colaborando con el régimen. Y si no, pues habian otros escultores, mejor dicho, fabricantes de muñecos, en Cuba, que aceptarían...

AA: Sí, los oportunistas de siempre...

RE: Una partida de pendejos. Santí estaba dispuesto. También Ramos Blanco por supuesto. En fin, varias gentes se estaban afilando los dientes. Sicre, a muy buen juicio, decidió que él debía de hacer la escultura, a pesar de que un golpe de fuerza había tomado el poder y expulsado al gobierno legal del país. Los cambios que él hizo fueron mínimos, no eran nada vital en torno al concepto general de la pieza.

El maestro Sicre hizo entonces una maqueta proporcional. No tuvo ni que presentarla, pues ya estaba aprobada. No hubo discusión. La única discusión fue la forma en que querían pagarle, las trabas de “gran honestidad’ por parte del gobierno golpista y sus secuaces como el ingeniero Luis Varela. ¡El dinero para el proyecto era más “salao” que el agua del mar! En eso el maestro me preguntó si yo me atrevería a realizar el despiece de la escultura, y yo le dije que sí, que no creía que tendría ninguna dificultad. Se tiran con escuadra líneas horizontales y hacia adelante. Lo único que había que modelar en tamaño natural fueron las manos y la cabeza... y en efecto así se hizo.  Yo hablé con el maestro Miguelito –un gran cantero– él me pidió una esquina en el bloque de mármol con la escuadra y yo se la dí. La escuadra se hizo de madera, de la cual se salía de adentro hacia afuera. Los bloques había que irlos a buscar a Isla de Pinos, examinarlos y escogerlos. En la isla era la familia Gallo la que controlaba el mármol. Un pariente de los Gallo, el general golpista Ugarde Carrillo, era el jefe militar del presidio de la isla. Entonces se empezaron a sacar los bloques y a traerlos para La Habana.


Nos llevó un tiempo bastante largo en modelar las manos en el tamaño natural de la escultura. Cada mano venía a ser casi del tamaño mío, de mi estatura, cinco cuatro o cinco seis. Las hicimos en yeso. Se trabajó en todos los bloques a la vez. Allí estaba el maestro cantero, y él proporcionó a varios hombres que sabían muy bien su oficio. Ellos trabajaban en el desbaste, y en la parte mecánica de toda la obra. Yo, por supuesto, estaba allí todo el tiempo, al tanto de que las proporciones fueran seguidas, y que el proceso fuera fiel al boceto inicial de Sicre. Yo fui a preguntarle al arquitecto, que aparte de batistiano era un viejo imbecil, que por qué habían unas cabillas alrededor de toda la base, las cuales sobresalían de la base por más de diez pulgadas.  El muy idiota me contestó que había que abrir unos huecos en la base de mármol para clavarla en los pedazos de cabillas, y así no se movería la escultura.  Yo le contesté que la pieza más pequeña pesaba como mínimo dos toneladas, y que si existían las piedras enormes de Machu Pichu, que no se han movido para nada por siglos, esto de las cabillas era una ridiculez. Me dije a mí mismo; “Sicre me ha puesto a cargo de todo esto” – y cogí una antorcha y eliminé todas las cabillas. Creo que eran unas cincuenta.

Entonces empezamos a montar las piezas según se iban terminando, para así poder ir haciendo ajustes de posición, etc.  Colocamos las manos, en fin con la mitad de la pieza montada el arquitecto batistiano e imbécil descubrió una pieza con una grieta un poco oscura. Tuvimos que desmantelar todo lo que se había montado y cambiar la pieza de la grieta oscura por una más limpia.  Piensa en el equipo viejo y  más que usado con el que trabajábamos, fue tremenda jodedera.

No sé si te dije que pagábamos alquiler por todo ese equipo – el mismo equipo que el gobierno vendió por unos $500 pesos, después de nosotros terminar la obra. En fin, el robo y el descaro por todas partes. Cuando Sicre tenía que cobrar por el trabajo realizado tenia que llevar recibos, listas de gastos, etc. entregarlo todo y esperar, esperar, a ver cuándo les daba la gana a los bandidos a pagar.


Por fin terminamos todo y llegó el día en que teníamos que montar la cabeza. La cabeza es una pieza gigantesca que lo que pesa es del carajo – unas diez toneladas. Había que conseguir una grúa con la capacidad necesaria para levantar la cabeza y situarla sobre el cuerpo. Y no había grúa con esa capacidad en Cuba. La única grúa con capacidad que apareció era propiedad de un ingeniero llamado Paquito Mestre – después coleccionó mi obra en el exilio. Se alquiló la grúa y manos a la obra. La cabeza está cogida por atrás por un ancla de bronce que se fijaba en hormigón dentro de la espalda. La última pieza que se montó fue la pequeña tapa del manto de Martí, que tapaba la pieza de bronce. Después de esto había que limpiar bien la figura y hacer ajustes. Piensa que el mármol empieza a crecer cuando se trabaja en esas dimensiones.  Terminado el monumento, llegó la revolución. La estatua estaba terminada, la raspadura de Varela no. Esto se debía a que se pasaban el tiempo haciendo cambios y robándose el dinero, en fin las típicas cabronadas del momento.

Sicre quedó conforme con la ejecución de la escultura, y se retiró para su casa. Años mas tarde, en el exilio, creo que en el año 1962, estábamos en Washington DC en el velorio de Silvia la mujer de Sicre, cuando allí estaba el “Sr. Ministro” Enrique Luis Varela.  Sicre me pregunto si yo lo iba a saludar, pues al fin y al cabo ahora todos estábamos exiliados. Yo le dije al maestro que éramos exiliados por distintas razones, y que si yo hubiera tenido la oportunidad y lo hubiera cogido en Cuba, lo hubiéramos metido en la cárcel. Sí, éramos exiliados, pero por razones muy distintas. El por ladrón y batistiano y yo por libertad de conciencia. Sicre me tiró el brazo por encima y sonrió. Fue un hombre generoso, y un gran maestro de escultura. 

AA: Dime algo de lo que hiciste tú al pie de la escultura de Martí, es decir en la base...

RE: Espérate, antes de que se me olvide . . . trajeron a un arquitecto seudo francés llamado Jean Labataude, que como era francés tenia que ser brillante y superior a nosotros, “los monitos” del tercer mundo caribeño. Este “genio” resolvería el problema de la iluminación de la escultura. Se le ocurrió poner unos pilares con las luces – fue horrible.
Bueno, volviendo a tu pregunta. El maestro Sicre me pidió que hiciera en la base lo que yo quisiera, y tomé no sé si cinco o seis temas, como el descubrimiento de la isla, etc. En fin, yo los tallé en intaglio en el mismo mármol, y a Sicre le gustaron mucho. Vienen a ser como unos dibujos “tallados,” muy sencillos, casi geométricos.  Sicre me autorizó firmar cada relieve con mis iniciales. Hoy en día no recuerdo si lo hice o no. En la base de la escultura si están los nombres de Sicre, el mío y el del maestro cantero, Miguelito – coño, no me acuerdo de su apellido en este momento.

Años más tarde, estando uno en el exilio, los cubanos residentes en Santo Domingo se decidieron por una réplica más pequeña del monumento original.  Ya Sicre estaba enfermo de los riñones, y apenas había dinero para el proyecto. Mas Sicre y su devoción a Martí hicieron posible el monumento. Para serte honesto, se realizó con precios de los años 40. Se hizo aquí, en mi estudio en Queens, en yeso directo, menos la cabeza. Se fundió en Santo Domingo por un gallego idiota traído al país por Trujillo, y por eso la pieza final está llena de errores de fundición.

El tema de Martí fue una pasión de Sicre. La primera cabeza del apóstol la realizó en París, y es una joyita escultórica que debe de estar en Cuba en el Museo Nacional.

*Fragmento del libro Roberto Estopiñán: In His Own Words.

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