Tuesday, June 16, 2020

GRAN FESTIVAL DE LA REPRESIÓN EN CUBA. MI MANERA DE PRÓLOGO



Por Ismael Sambra

Este prólogo aparece en la introducción de la Revista El Grupo, edición facsímil, para celebrar el 25 aniversario de su fundación, junto con la creación del primer grupo independiente de escritores El Grupo, creado en Santiago de Cuba en junio de 1991. La revista fue presentada en el Festival Vista en diciembre de 2016.

GRAN FESTIVAL DE LA REPRESIÓN EN CUBA. MI MANERA DE PRÓLOGO

Con esta edición facsímil de los dos únicos números de nuestra revista independiente El Grupo que tuvimos la oportunidad de editar, estamos celebrando el 25 aniversario de su fundación. Con recursos muy escasos y rudimentarios, en tiempos realmente difíciles para el país y su vida económica, cultural y política, algunos escritores nos insertamos de pronto, en esa peligrosa y estimulante labor de hacer un grupo independiente donde todo es propiedad del estado.

En junio de 1991, en Santiago de Cuba, se dio la primera reunión. Los hermanos Leliebre y yo convocamos y creamos las primeras directivas. Los agrupados entendíamos, que éramos un grupo de escritores y artistas independientes. Algunos ya eran miembros de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y otros habíamos iniciado el proceso para pertenecer a esta organización gubernamental, bajo las consabidas censuras existentes. En mi caso, ya había sido aprobado en la sección de cine, radio y televisión por mis 18 años de experiencia como guionista, director y asesor, y por haber ganado un premio Caracol, como realizador de un programa de la televisión. Y esto fue fortuito. En realidad nunca me interesé por pertenecer a la UNEAC, a pesar de que cumplía ampliamente los requisitos, pues había ganado algunos premios y ya tenía libros publicados. Sabía, como muchos, que ésta era una organización que no respondía a los intereses de los escritores y artistas cubanos, sino a los intereses políticos del gobierno que pagaba y que cubría los gastos con toda diabólica intención.

Por eso pensamos que la oportunidad había llegado para hacer algo que respondiera a nuestros propios intereses, algo que fuera independiente de la UNEAC, la cual nunca defendió ni estuvo del lado de su membrecía, sino siempre del lado de los que habían tomado por asalto el poder de la nación. Con nuestro dinero recolectado pagábamos al copista y cubríamos todo. La revista literaria El Grupo surgió con el fin de publicar los trabajos presentados, valorados y aprobados por los agrupados.

Después del colapso de la Unión Soviética y el derrumbe del campo socialista en Europa del Este, y la incertidumbre que eso produjo en los niveles económicos, políticos y sociales de Cuba, todo comenzó a escasear. Los materiales (papel, tinta, cintas y máquinas de imprimir, mimeógrafos, esténciles y ditos) desaparecían rápidamente de las oficinas y los almacenes. El trabajo era todo un reto debido a la escasez imperante, a las restricciones y a la imposición del llamado “Periodo especial” que dictó el comandante en jefe Fidel Castro, quien nunca vio con buenos ojos a los intelectuales cubanos.

Entonces, como no había papel, ni siquiera para imprimir los periódicos del gobierno y el partido, los cuales habían reducido sus tiradas y el número de sus páginas, decidimos usar la otra cara de los papeles de oficinas ya usados, para imprimir nuestros trabajos. Y ésta fue una decisión y una acción de reciclaje, bien vista por todos, incluyendo los medios oficialistas.

Sin embargo, hacer este tipo de agrupación en momentos tan cruciales era una provocación. Sabíamos muy bien el riesgo que corríamos, pero algo había que hacer para romper la inercia que vivíamos frente a los últimos estertores del comunismo en el mundo y el desastre que se nos venía encima.

Ya tempranamente, desde el 30 de junio del año 1961, en su discurso dictado en la biblioteca nacional de Cuba, conocido como “Palabras a los intelectuales”, el comandante Fidel Castro había advertido: “Esto significa que dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución nada. Contra la Revolución nada”, después de puntualizar que los intelectuales tenían la “oportunidad y libertad para expresarse, dentro de la Revolución”. Y el mensaje quedaba muy claro. Era su manera brabucona y autoritaria de silenciar a los que, de alguna manera, querían expresarse con libertad, con honestidad, como merece toda verdadera creación, dentro o fuera de una revolución, a los servicios o no de una revolución.

Todos sabíamos de nuestras disidencias y fines contestatarios. No teníamos escrito ningún documento de orientación estilística o estética. No seguíamos ninguna línea expresiva, ninguna escuela. Las razones que nos impulsaban eran otras, más allá de lo literario o artístico. El sólo hecho de reunirnos desafiaba el código penal cubano que penalizaba las reuniones independientes. Era, sin dudas, un acto bien osado dentro del sistema policiaco y de vigilancia que nos habían impuesto en todo el país.

Desde las primeras reuniones teníamos la idea de hacer una literatura crítica de acuerdo a los momentos dramáticos que vivíamos. Habíamos dicho un no a la indolencia, a la indiferencia. Así lo sentíamos, aunque nunca lo expresamos en público. Era una conspiración secreta y sentíamos regocijo cada semana después que leíamos y debatíamos los trabajos y descubríamos los buenos resultados. Después salíamos del local felices de saber que estábamos en sintonía y unidos en la misma página y en los mismos objetivos.

Eran los momentos en que había que hacer algo para no sentirnos ajenos, aunque actuábamos con mucha discreción o moderación para poder afianzarnos y crecer poco a poco. Pero lamentablemente, frente a las circunstancias y los vertiginosos acontecimientos nacionales e internacionales, la impaciencia nos consumía. La inmovilidad y el atrincheramiento del estado socialista y sus abusos represivos, nos hicieron reaccionar de otra manera.

Nunca hablábamos de política en nuestras reuniones, porque sabíamos que nos podían estar grabando cuando debatíamos nuestras obras en el local que nos habían prestado, ubicado en el caserón colonial de la filial de la UNEAC en Santiago de Cuba. De esto fui advertido por un funcionario de esa organización del cual me reservo su nombre, porque todavía vive en Cuba su doble vida, como muchos, con la esperanza de poder actuar abiertamente en el momento indicado.

Sólo cuando abandonábamos la reunión y caminábamos por la calle en busca de algún café acabado de colar, comentábamos de la difícil situación, de lo que pasaba en el mundo, de la necesidad de cambios, de poder expresarnos sinceramente en medio de tanta miseria moral y tanto miedo.

Algunos de los agrupados habíamos escrito obras contestatarias antes del derrumbe comunista, aunque sabíamos que nunca las podríamos publicar en las revistas del país, pues todas pertenecían y eran controladas por el gobierno. Nuestra revista El Grupo era una oportunidad de publicación que teníamos y debíamos aprovecharla.


En el prólogo del primer número anunciábamos que: “en esporádicos y a veces fugaces encuentros, varios escritores residentes en Santiago de Cuba, separadamente, hacían constar sus molestias existenciales por la ausencia de legítima comunicación y por la falta de información…” Surgimos así, por eso y por más, y así, ramplonamente, expresamos que un grupo de escritores “un día, envueltos en una gran aureola mágica, se pusieron de acuerdo para reunirse. Sí, reunirse e intercambiar noticias y criterios, ejercitar la crítica, conocer sus obras, leer poemas, y más.”

Todo quedaba claro, porque era más claro lo que no se decía que lo que se decía. Éramos atrevidos y, al mismo tiempo, cautelosos. Teníamos siempre miedo de que en algún momento nos desintegraran, y nos hicieran pagar muy caro nuestro desafío, tal y como había ocurrido con otras agrupaciones de intelectuales en el país.

A principio del triunfo de la revolución, en marzo de 1959, un grupo de escritores ya con cierto renombre se agruparon en Lunes de Revolución, un suplemento cultural del periódico Revolución. Guillermo Cabrera Infante y Carlos Franqui eran los encargados, pero muchos de sus promotores venían de revistas creadas antes del 59 como Ciclón y Nuestro tiempo. La revista desapareció en noviembre de 1961, a causa de la línea dura que había adoptado la revolución y su compromiso con el comunismo ruso. Algunos de sus fundadores optaron por el exilio. El poeta Carlos Franqui, de trayectoria comunista rompió oficialmente con el régimen en 1968, cuando firmó una carta de condena a la invasión soviética de Checoslovaquia.

Otro intento de agrupación había surgido en 1961 con las Ediciones El Puente, creada y dirigida por el poeta José Mario, donde un grupo de jóvenes intelectuales de La Habana, intentaron hacer algo nuevo por la cultura cubana, editando y promoviendo sus obras. Pronto entraron en conflicto con el régimen, por editar algunos libros con ciertas tendencias vanguardistas, por publicar a exiliados, por reunirse con extranjeros y por su afiliación abierta con el Black Power y el mundo gay. José Mario fue su primera víctima. Vivió bajo el acoso policiaco y fue encarcelado varias veces y sometido a intensos interrogatorios y torturas por los agentes de la seguridad del estado. El grupo desapareció en 1965.

A José Mario lo conocí personalmente ya exiliado en Madrid en el año 1999, cuando me hizo el honor de asistir al lanzamiento de mi poemario Hombre familiar o monólogo de las confesiones, publicado por la Editorial Betania, con prólogo afortunado del versátil escritor, poeta y ensayista Guillermo Rodríguez Rivera. El libro había resultado finalista del concurso Casa de las Américas en 1984 y Guillermo Rodríguez Rivera había formado parte del jurado.

Pero en realidad éstos no fueron grupos creados con intensiones disidentes o contestatarias; sin embargo, fueron reprimidos brutalmente por los elementos oportunistas que acusan y discriminan a sus colegas, familiares y amigos, para ganar niveles en la sociedad, como fue el caso del escritor Jesús Díaz quien desde la revista Caimán Barbudo, creada por la Unión de Jóvenes Comunistas, atacó a El Puente y a su director. Jesús Díaz terminó también en el exilio arrepentido por toda la mierda que hizo y todo lo que habló en contra de José Mario y otros intelectuales agrupados.

A mediados de los años 80 surgió en La Habana otro intento de hacer algo independiente a favor de la cultura y la vanguardia del arte y la literatura, conocido como PAIDEIA. No fue exactamente un grupo, fue más bien un proyecto, concebido por los escritores Rolando Prats, Radamés Molina y Ernesto Hernández Busto. Lo importante en esto es que fue un intento de política cultural independiente al estado socialista que tenía ya todo bajo control. Paideia representa el ideal griego de cultura (léase el artículo Memorias de PAIDEIA, de Rafael Rojas). Fue en sí “una propuesta de política cultural autónoma”.

La poetisa Reina María Rodríguez, premio Casa de las Américas 1984 y premio Pablo Neruda 2015, entre otros, fue una de las promotoras de ese grupo de intelectuales que como no tenían lugar para reunirse, lo hicieron en el Bosque de La Habana, que era un lugar público muy apartado. PAIDEIA logró finalmente obtener un salón donde exponer sus obras, en el que pintores como Flavio Garciandía, Arturo Cuenca, José Bedia y Consuelo Castañeda, escritores como Marilyn Bobes, Omar Pérez, Victor Fowler, Antonio José Ponte y Emilio García Montiel, dramaturgos, músicos y coreógrafos como Víctor Varela, Carlos Varela, Caridad Martínez y Marianela Boán, crearon eventos en los que participaban críticos como Gerardo Mosquera, Desiderio Navarro, Osvaldo Sánchez e Iván de la Nuez. Aquí se mezclaban artistas conocidos con otros más jóvenes y menos conocidos.

Tuvo éxito y aceptación del público, pero enseguida las fuerzas políticas, el partido, la UNEAC, funcionaron en su contra. Y como dice Rafael Rojas “a favor de PAIDEIA actuaba una comunidad afectiva y generacional, pero en su contra operaban la eficacia totalitaria y una sociabilidad imberbe, poco entrenada en los ardides de la autonomía.” Este proyecto, respaldado inicialmente, fue desarticulado a través de las intrigas, las amenazas, las infiltraciones que todo el andamiaje totalitario sabe crear para mantener su hegemonía.

El artista visual Frank León, hoy en el exilio, quien tuvo contacto con PAIDEIA me comentaba que “llegaron a elaborar un documento exigiéndole al Partido Comunista que se contara con los intelectuales en el ejercicio del poder”. Casi todo este grupo se encuentra hoy en el exilio. PAIDEIA no podía sobrevivir de ninguna manera. Fue un esfuerzo frustrado para introducir en la isla-cárcel, una alternativa intelectual, una política cultural postmoderna.

También teníamos referencias de algunos casos individuales, como el caso del renombrado poeta Heberto Padilla con su libro Fuera de Juego, premio nacional de poesía UNEAC 1968, que nos daba la medida de lo que se podía y no se podía hacer bajo ese sistema de asedio, persecución y explotación creado por los comunistas. “Di la verdad/ Di al menos, tu verdad/ Y después, deja que cualquier cosa ocurra…” Dijo y así le ocurrió.

A Padilla lo pusieron en prisión y lo torturaron física y sicológicamente, a pesar de las protestas de importantes figuras intelectuales de todo el mundo, incluso de algunos que habían mostrado apoyo incondicional al régimen de La Habana, como el conocidísimo escritor y filósofo existencialista Jean-Paul Sartre.


El caso del escritor Norberto Fuentes llama también la atención. Es un caso que podría ser el de muchos que pasaron por las mismas transiciones y cambios de actitud frente a la desesperanza y el desamparo. Su libro de cuentos Condenados de Condado, ganó el premio Casa de las Américas 1968. Sin embargo, fue condenado al ostracismo durante 15 años, a causa de este libro, que narra la lucha contra las guerrillas anticastristas de El Escambray. Él mismo nos cuenta años después, que Fidel Castro, cuando leyó el libro, lo lanzó furioso contra la pared. A partir de entonces “mis desgracias, pues, apenas comenzaban. Eso ocurrió en junio de 1968, con el delgado volumen recién publicado.”

Norberto Fuentes fue uno de los involucrados en el caso Heberto Padilla, quien había pasado 37 días bajo intensos interrogatorios por "actividades subversivas", y luego fue presionado a autocriticarse en público. Norberto no se autocriticó y después de escribir el libro Hemingway en Cuba, con prólogo de Gabriel García Márquez, pasa a ser el escritor favorito de los Castro y se convierte en un agente a servicio del régimen. Pero en 1989, después del fusilamiento de sus amigos, el coronel del Ministerio del Interior Antonio de la Guardia y del general Arnaldo Ochoa Sánchez, intenta escapar de Cuba y es llevado a prisión. Su amigo Heberto Padilla había corrido ya la misma suerte, antes de salir al exilio.

Padilla fue inspiración para muchos, incluso para mí, que comenzaba mis primeros pasos en la literatura cuando tuve que renunciar a mis creencias religiosas para poder entrar a la universidad. Escribí poemas disidentes o contestatarios sólo para engavetarlos, para decir al menos mi verdad. Ya había intentado infructuosamente escapar del país en un barco mercante anclado en un muelle de la bahía, y sólo me quedaba la opción de adaptarme al sistema. Porque ésta era la frase imperante: “O te incorporas al tren de la revolución o el tren te pasa por encima”.

Todavía mantenía mi espíritu rebelde, pero el caso Padilla fue una inspiración y una lección para todos. ¿Entonces cómo crear y publicar en un país donde se te cierran todas las puertas, donde todas las editoriales, todas las revistas y los medios de difusión son propiedad absoluta del gobierno? Al menos, pude ganar dos premios en el concurso literario de la Universidad de Oriente, en 1971, con mi cuento tendencioso Las barbas que me hicieron recordar la muerte del tío Urbino cuando lo mató un tranvía en la calle Esperanza y con el poema Los poetas llegan tarde a clase, que casi me cuestan la expulsión de la universidad, por los ataques recibidos de famosos intelectuales quienes me acusaron de contra revolucionario.

Recordaba que el santiaguero Antón Arrufat, había sido decapitado de la vida pública por culpa de su obra de teatro Los siete contra Tebas, premiada ese mismo año 1968 por la UNEAC. Antón Arrufat de la “generación de los años 50”, la misma de Rolando Escardó, Roberto Fernández Retamar, Manuel Díaz Martínez, Cesar López, Luis Marré, Rafael Alcides, Armando Álvarez Bravo…, quien ha escrito teatro, novela, cuento, poesía y ensayo, fue condenado al ostracismo durante 14 años, hasta que en el 2000, recibió el premio nacional de literatura.

A pesar de sus confusiones o cobardías actuales, después de ser agasajado por el mismo régimen que lo condenó, llegó a decir en su discurso de premiación “Aspiremos a una especie de equilibrio entre el Estado y el individuo. Ni un Estado tan fuerte que nos aplaste ni tan débil que nos deje indefensos (…) Viví muchos meses entre sombras, en la indefinición, sin saber cuándo y cómo terminaría lo que había empezado. Para mí se convirtió en el delito de escribir una pieza teatral juzgada como atentatoria de los principios de la Revolución, según reza la declaratoria que la UNEAC colocó como prólogo a la edición de la obra en aquellos años.” No, Antón Arrufat, no fue el error de tu obra lo que te sentenció, fue el error como tantos otros errores de “los sabios que están en el poder” –como tú los llama quizás con ironía–, ésos que no tienen derecho a corregir nada, porque ellos son el error.

El escritor y analista político Carlos Alberto Montaner nos comenta en su blog el caso del escritor Eliseo Alberto Diego, hijo del excelente poeta Eliseo Diego, y sobrino de la poetisa Fina García Marruz, esposa del poeta y ensayista Cintio Vitier. A Eliceo Diego tuve la oportunidad de conocerlo personalmente y entrevistarlo para un programa de televisión. Muy amable, muy pausado, muy recto, muy respetable. Sin embargo, su hijo nos cuenta en su libro Informe sobre mí mismo, el cual, según Carlos Alberto Montaner, “fue un golpe demoledor contra la dictadura cubana”, porque “en esa obra contó cómo la Seguridad del Estado, la implacable policía política cubana, lo había reclutado mediante diversas presiones para espiar a su propio padre, pese a que éste no era exactamente un opositor.”

De Fina García Marruz y su esposo Cintio Vitier, miembros del Grupo Orígenes, escribí una nota en mi docu-novela Procesado en el Paraíso. Fue un encuentro fortuito que tuve con ellos en el Restaurante 1830, en La Habana, cuando unos supuestos camarógrafos grababan en el área donde ellos se encontraban disfrutando su almuerzo. Se veían muy asustados e incómodos por esto y le pidieron a los camarógrafos que los borraran de la cinta. Yo tuve que intervenir, porque éstos fingieron haber borrado el video que habían tomado, pues conozco cómo es que se borra realmente una cinta grabada. También me gustaría apuntar aquí lo que le pasó al excelente actor y director de teatro Miguel Lucero, quien dirigió con éxito mi primer personaje protagónico en la escena, y quien tuvo que jugar su mejor papel de loco y desmemoriado, bajo los intensos interrogatorios en los calabozos del DTI, para evitar ser enjuiciado por unos “comentarios negativos” que hizo con un amigo de confianza. Esa ha sido siempre la naturaleza represiva del régimen contra los intelectuales cubanos. Por eso y por más, la desconfianza y el miedo reinaban en todas partes.

Éste fue un año crucial, de toda una década crucial, de abusos y excesos contra la intelectualidad cubana, una década crucial que comenzó con el rotundo fracaso de la zafra de los 10 millones de toneladas de azúcar en 1970, y el no menos fracasado eslogan de Fidel Castro, quien después de haber arruinado los campos de caña, al moler hasta las cañas nuevas en su afán de triunfo, no reconocía la derrota; sino que más bien enunciaba el más absurdo sofismo del más retórico de los sofistas, cuando llamó “a convertir el revés en una victoria”.

Esto sólo puede ocurrir en un país donde se han cambiado los conceptos con teatrales discursos para persuadir, para “poder convertir en sólidos y fuertes los argumentos más débiles”, como dijo Protágoras, el más reconocido de los sofistas del siglo V antes de Cristo. Esto sólo puede pasar en un país donde todo es una burda mentira, “cuando dividir ya no es dividir sino multiplicar. Cuando los reveses ya no son reveses sino victorias, cuando los barrancos ya no son barrancos sino la cima... de repente todo muere. Por dónde carajo anda la verdad, bajo qué sombrero fue a tomar la sombra, bajo que lámpara se fue a bailar…” (Poema de transición).

Éste fue el año crucial de 1971, a finales de abril, en el que se celebró el Primer Congreso de Educación y Cultura en La Habana, el cual imponía nuevos lineamientos a la intelectualidad y una despiadada cacería de brujas, que despuntaron en el oportunismo, en la mediocridad artística, en la doble moral, o en el alejamiento de muchos intelectuales de los medios de educación y difusión. Este congreso marcó un antes y un después, y los años subsiguientes fueron catalogados por analistas y ensayistas, de muy duros o terribles para la cultura cubana, con ataques demoledores a todo lo que no respondiera a la línea oficial trazada, de purgas laborales, de expulsiones, compulsiones e involuciones extremas que culminaron con los sucesos de la embajada del Perú y el gran éxodo de cubanos por El Mariel en 1980.

Todos fuimos afectados, los famosos, los menos famosos y los nada famosos. La publicación de mi poema Los poetas llegan tarde a clase, en 1972, dedicado a Ricardo Repilado, mi profesor de Redacción y Composición, casi me cuesta la expulsión de la universidad. Dos oficiales militares, editores de la revista Verde Olivo, presentes en el acto de premiación me acusaron de contra revolucionario. Afortunadamente otros poetas y escritores, entre ellos José Soler Puig y Ángel Augier, defendieron el poema, según me contó Efraín Nadereau, quien estuvo presente en el acto, al cual no pude asistir porque mi hijo había sufrido un accidente y tuve que llevarlo de urgencia al hospital. Estos escritores mencionados, entre otros, defendieron el poema, a pesar de que no había mucho que defender, porque era demasiado claro su mensaje de protesta. “…los poetas no se llaman sol, / no se llaman cruz, / no tormenta. / Por eso, a la hora de la sentencia/ ríe el maestro, / el anciano profesor de lentes ovalados, / viéndolos podrir en los bancos solitarios/ que reclaman su presencia.”

Fue una etapa difícil para mí y para todos los jóvenes que como yo comenzaban a escribir y tratábamos de explicarnos las circunstancias que nos rodeaban, como le ocurrió al escritor José M. Fernández Pequeño, hoy en el exilio, autor de varios libros de cuentos, Un tigre perfumado sobre mi huella, 1999, Cuentos para Angélica, 2003, El arma secreta, 2014, quien nos dejó en una entrevista, su oportuno testimonio de aquellos momentos iniciales cuando estudiábamos en la escuela de letras:

Recuerdo en los primeros años de la carrera haber asistido a un taller donde estaban escritores de la UNEAC. Sufrí dos horas de diatribas, aquellos escritores que para mí eran consagrados, publicaban libros, tenían nombre, etcétera, se pasaron horas agrediendo a un estudiante en la universidad porque había presentado un poema que se llamaba ‘Los poetas llegan tarde a clase’, entonces la agresión era porque ellos decían que él se sentía diferente a un obrero, porque parecía decir que los poetas eran distintos, superiores. (Entrevista completa en Cubanet, Si soy escritor fue porque me salí de Cuba, marzo 7, 2016).

Cuando leí esta parte de la fabulosa entrevista realizada por el también versátil escritor cubano Ernesto Pérez Chang (Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar, 2002, entre otros premios), quedé impactado, se me saltaron las lágrimas; porque no podía imaginar que 45 años después, alguien hablara de aquel vergonzoso hecho que había marcado su vida intelectual y había definido mi actitud política.

Pero no me detuvieron, no me vieron ni aterrado, ni compungido. No me retracté de nada cuando en una reunión con el decano de la facultad, el partido y la juventud comunista, me pidieron que lo hiciera, con la promesa de perdonar mi falta. Gracias a Dios me defendí bien, argumentando sobre el carácter polisémico que tiene toda creación literaria. No me asustaron las advertencias, porque luego, otro tanto pasó con mi poema Prometeo encadenado, de claras alegorías y urgente convocatoria, publicado en la Revista Taller en 1973. “Amigo, la hora es tremenda, / levanta la cabeza, quién ha dicho/ que los dioses te han condenado para siempre. / Despierta. / No esperes la mano vertiginosa de algún Hércules/ que mitigue tu quebranto…” Estuve siempre jugando con fuego y casi el fuego me quema en medio de ese desastre político-cultural del llamado “Quinquenio gris”.

Tuve suerte, sin dudas, quizás porque yo no era un escritor famoso como Heberto Padilla, o porque el poema se publicaba en una pequeña revista de estudiantes universitarios. Pero yo mismo me había tronchado el camino con mis alusiones y mi actitud contestataria, porque en esa década resonaban con más fuerza las palabras del dictador, “con la revolución todo, contra la revolución nada”, expresión calificada irónicamente por el escritor Eduardo Heras León como “famoso apotegma de Fidel Castro…”, acuñado por sus comisarios políticos que decidían sobre “los famosos límites” de lo que estaba o no estaba “con la revolución”.

Eduardo Heras León, a pesar de su trayectoria política a favor del régimen, fue removido de sus funciones, pues confrontó dificultades, primero por su controversial libro Los Pasos en la hierba, mención única del premio Casa de las Américas 1970, y luego por su posición liberal cuando pasó a ser jefe de redacción de la revista universitaria Alma Mater, en 1971. Fue así una víctima, entre tantas, del Primer Congreso de Educación y Cultura y la aplicación de sus acuerdos que incidieron tan negativamente en la sociedad cubana. Luis Rogelio Noguera, quien también participó junto a Heras León en el equipo de Alma Mater, fue removido de sus funciones para pasar a laborar en una imprenta como auxiliar de linotipista por más de dos años, después de haber obtenido el premio David 1967, con el poemario Cabeza de zanahoria.

Eduardo Heras habla de lo doloroso que fueron esos años para la vida intelectual en Cuba y califica su generación como una “generación frustrada” donde muchos dejaron de escribir y trabajar en sus obras literarias a causa del arribismo, las impugnaciones, las purgas políticas y las decepciones acumuladas, que muchas veces terminaron en el total desconcierto o en la pérdida parcial o total de la voluntad creadora.

Una década prodigiosa y peligrosa

Pero este primer congreso fue sólo el clímax de la tragedia castro-comunista, porque ya desde los 60 las represiones contra la vida intelectual estuvieron a la orden del día, sobre todo, con la creación de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción, UMAP (1965-1968), donde muchos artistas fueron confinados, como el canta-autor Pablito Milanés, uno de los creadores de la Nueva Trova cubana, así como el poeta y escritor Félix Luis Viera, y el laureado poeta, dramaturgo y novelista Reinaldo Arenas.

El controversial escritor Norberto Fuentes, quien conocía bien las intimidades de los Castro, en su libro-ensayo Dulces guerreros cubanos, Barcelona 1999, estimó que aproximadamente unos 35, 000 jóvenes pasaron por la UMAP, 507 terminaron en hospitales siquiátricos, 72 murieron a causa de las torturas y 180 se suicidaron.

Estos fueron auténticos campos de concentración y trabajo forzado, creados para castigar la “conducta impropia”, donde muchos perdieron parte de la vida. Porque la revolución había impuesto el lema “seremos como El Che” después de la muerte de este asesino, en Bolivia, cuando en realidad los jóvenes queríamos “ser como Los Beatles” que ya estaban prohibidos en Cuba y eran muy famosos en el mundo entero. Eran Los Beatles clandestinos de nuestras fiestas a puerta cerrada, con el miedo siempre de que nos asaltaran “los uniformados” y confiscaran nuestros discos.

Sí, The Beatles sentenciados en Cuba en su misma “década prodigiosa”, por culpa de la “década peligrosa” de la intolerancia comunista, de las grandes redadas nocturnas de la policía en los parques, desde donde teníamos que correr como locos para no ser atrapados, para evitar que nos cortaran el pelo largo y los pantalones estrechos; huir a la desbandada desde esos mismos parques de mi ciudad donde ya no queríamos ir por temor a ser detenidos y llevados a la UMAP; esos parques, esas calles, esas ciudades donde se troncharon nuestros sueños y la oportunidad de poder disfrutar sin miedos, todo lo que fuera disfrutable para nuestra juventud.

Hacia 1966 Pablo Milanés fue enviado a uno de estos campos de trabajo forzado, en la zona de Camagüey, desde donde se fugó para denunciar las injusticias cometidas de lo que él calificó como “un campo de concentración estalinista”. Pablo fue encarcelado nuevamente y luego enviado de nuevo al campo de concentración. En una entrevista dada en el 2015, Pablo Milanés comentó que todavía espera que el gobierno cubano le pida perdón por lo sufrido.

El poeta Félix Luis Viera, exiliado en México, escribió, en su novela Un ciervo herido, sus experiencias vividas en la UMAP. El autor nos dice que la reedición de este libro por la Editorial Verbum “ha sido el de sumar otro granito de arena para que se conozca esa tragedia de la que fueron objeto jóvenes y no tan jóvenes, todos inocentes, que sufrieron cautiverio bien por su filia­ción religiosa, su orientación sexual, en fin, por cualquier otra 'con­ducta' que no se aviniera con el 'hombre nuevo' que la dictadura se proponía construir”.



Félix Luis Viera, ha publicado, entre otros, los libros de cuentos Las llamas en el cielo (1983) y En el nombre del hijo (1983), premio de la Crítica Literaria, 1984. Su novela Con tu vestido blanco recibió en 1987 el Premio Nacional de Novela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y el Premio de la Crítica en 1988. En 2010 publicó la novela El corazón del rey. Su poemario La patria es una naranja (2010), traducido al italiano, recibió en Italia el premio “Latina en Versos”, en el 2013.

Pero el caso del premiado novelista Reinaldo Arenas, quizás fue uno de los más significativos y dolorosos de todos los abusos y actos de ensañamiento del régimen contra el mundo intelectual. Su estilo de vida homosexual, le trajo conflictos, y fue llevado a la prisión acusado de “desviación ideológica” y por publicar en el extranjero sin consentimiento oficial. Reinaldo Arena, premio nacional de novela con Celestino antes del alba, 1967, se escapa de la prisión y trata de salir del país en una balsa improvisada. Fue apresado y confinado en el Castillo de El Morro, junto con asesinos y violadores. Fue torturado en celdas de castigos y sus escritos fueron constantemente requisados y confiscados. Finalmente fue liberado en 1976. Marchó al exilio en el año 1980 aprovechando el gigantesco éxodo de El Mariel.

Entre sus libros se destaca su autobiografía Antes que anochezca, 1992, llevada al cine en el 2000 por Julián Schnabel, con la actuación de Javier Bardem, quien fue nominado al Oscar por su estelar caracterización en el papel de Reinaldo Arena. También, El mundo alucinante (1969), El palacio de las blanquísimas mofetas (1980), Arturo, la estrella más brillante (1984), y La loma del ángel (1987). Antes de irse de este mundo el 7 de diciembre de 1990, enfermo de SIDA, dejó una nota que explicaba la razón de su suicidio:

…debido al estado precario de mi salud y a la terrible depresión sentimental que siento al no poder seguir escribiendo y luchando por la libertad de Cuba, pongo fin a mi vida… Sólo hay un responsable: Fidel Castro. Los sufrimientos del exilio, las penas del destierro, la soledad y las enfermedades que haya podido contraer en el destierro seguramente no las hubiera sufrido de haber vivido libre en mi país. Al pueblo cubano tanto en el exilio como en la Isla los exhorto a que sigan luchando por la libertad. Mi mensaje no es un mensaje de derrota, sino de lucha y esperanza.
Cuba será libre. Yo ya lo soy.

El Quinquenio gris

Uno de los tiempos más terribles para la vida cultural del país, se vivió durante la primera mitad de la década de los 70, impulsado por el Primer Congreso de Educación y Cultura, pero ya incubado, como hemos dicho, desde años anteriores. Esta fatídica onda destructiva contra la educación y la cultura se conoce como “Quinquenio gris” (1971-76), aunque algunos estudiosos del fenómeno, aseguran que fueron más de cinco años de absoluta censura, represión y persecución contra la intelectualidad cubana. Fue la etapa en que el régimen se había totalmente aliado a los rusos y se hablaba de una rusificación total del país. El idioma inglés se suspendió de las escuelas completamente, porque era el idioma que hablaban los enemigos, y los universitarios tenían que estudiar el idioma ruso como segunda lengua. El famoso laboratorio comunista para construir “el hombre nuevo” estaba marchando a todo tren.

La censura y la autocensura comenzaron a ser actitudes frecuentes en los medios de comunicación. Y a causa de los esquemas inquisitivos de ideología marxista-leninista-estalinista, la creación artística se fue anquilosando y atrofiando en todas las expresiones, y muchos escritores importantes fueron marginados, además por su condición de homosexuales, como Lezama Lima y Virgilio Piñera. Otros fueron acusados de desviaciones ideológicas por su forma de vestir, cantar o actuar y fueron expulsados de los escenarios, de las escuelas y los centros de trabajo.

La censura impuesta y la autocensura adoptada como una consecuencia, hicieron que los escritores y los artistas comenzaran a crear personajes estereotipos, pues se evitaban los conflictos personales, los perfiles sicológicos, filosóficos o fantásticos. Muchas concepciones escénicas, estilos y temas fueron descalificados. El Guiñol Nacional, por ejemplo, recibió la embestida de prejuicios raciales y religiosos, y se atacó todo lo que estuviera relacionado con los credos de origen africano. Según algunos testimonios de actores involucrados se llegó hasta la quema de muñecos que representaban orishas de la mitología africana, porque eso “eran cosas de negros y de brujerías”.

Para ese entonces yo había escrito mi obra de teatro Naturaleza viva. El experimentado profesor de teatro y director artístico, nacido en Buenos Aires, Adolfo Gutkin (1936), interesado en los juegos escénicos del absurdo, quiso llevarla al escenario del Conjunto Dramático de Oriente donde trabajábamos hacía algún tiempo. La obra fue pasada por el “filtro político” del Ministerio de Cultura y fue desaprobada.

Las obras del absurdo fueron prohibidas totalmente en los escenarios y, por supuesto, toda la vanguardia teatral. Se obligaba al tedioso “realismo socialista” adoptado también por el cine soviético. Los dramaturgos y los directores de teatro y también de cine, probablemente sufrieron las mayores abatidas de la intolerancia y la censura en el mundo artístico, porque es muy duro para un joven creador escribir o imaginar o planear una obra para su puesta en escena y luego tener que engavetarla o destruirla. Se sabe que el teatro se escribe para ser representado.

Era mi primera obra y la frustración me invadió. Pero como es difícil abandonar lo que uno ama, y quería ver mi obra puesta en escena, prácticamente me obligué a escribir una segunda obra, Los pájaros del sol, esta vez dirigida a los niños, donde los barbudos de la Sierra Maestra aparecían como Reyes Magos en un central azucarero controlado por un estúpido y retardado mayoral. Esta obra fue premiada a pesar de sus estereotipados personajes, en el Concurso de Teatro XX Aniversario, convocado por el Ministerio de Cultura en 1978. Y todavía no sé lo que voy a hacer con ella, si quemarla o dejarla como prueba para demostrar hoy día lo difícil que fue la supervivencia intelectual de mi “generación frustrada”. Sin embargo, Ramiro Herrero, director del Cabildo Teatral Santiago y presidente del jurado que otorgó el premio, publicó posteriormente un análisis sobre esta obra en la revista El Caserón #3 de la UNEAC, junio de 1987: “Estamos ante un hecho artístico nuevo que no transita por los viejos carriles de la dramaturgia tradicional del género. Los propósitos del autor son verdaderamente creadores…”

Muchos otros escritores y artistas de mayor trayectoria en el medio, recibieron la misma embestida de la bestia comunista y fueron forzados a abandonar el mundo creativo junto con todas sus frustraciones. En realidad el llamado “Quinquenio gris”, (que para muchos debía llamarse “Decenio gris o negro”, aunque pienso que tampoco fue sólo una década), fue realmente una etapa más de nuestra triste historia de persecución y filtro político, en todas las esferas de la sociedad, que, con altas y bajas y la excepción de algunos que lograron obras sólidas, como Alejo Carpentier y Guillermo Cabrera Infante, comenzó no en 1971, sino en el mismo año 1959 con el triunfo de “la revolución” de los hermanos Castro y la rusificación inmediata al estilo estalinista. Algunos han querido enmarcar sólo en esos años estos perniciosos sucesos, y como una etapa después corregida y superada. Pero no nos engañemos con ese cuento de “rectificaciones” de errores cometidos en el “proceso revolucionario”, porque la esencia de este perverso régimen fue y será siempre coercitiva y represiva hasta el último día de su existencia.

La temperatura de La Habana

Cuando en 1987 gané el premio UNEAC en Santiago, como director de programas de televisión, fui invitado al siguiente año a formar parte del jurado del V Festival Nacional de Cine, Radio y Televisión, premio Caracol UNEAC, a celebrarse en La Habana. Esa fue la primera vez que un intelectual de provincia era invitado como jurado del concurso anual más importante de los medios de difusión en Cuba. En una semana de trabajo intenso los cinco miembros del jurado, cuatro de La Habana y yo de Santiago, revisamos decenas de obras concursantes.

Recuerdo que en el género documental le fue otorgado el premio a Estela Bravo, por El Santo Padre y la Gloria, en contra de mi voto que había sido a favor de un documental de un joven realizador, estudiante de la escuela internacional de cine y televisión. Este documental era, a mi juicio, mucho más artístico y mucho más elaborado y creativo. El documental versaba sobre la vida de una bailarina ciega y sus esfuerzos por salir adelante. El voto fue cuatro a uno, pero después de mi análisis sobre la obra, la votación fue tres a dos, aunque todavía a favor de Estela Bravo, que ya contaba con muchos amigos en La Habana, entre ellos con Miriam Talavera, miembro del jurado, quien había ganado un premio como editora en 1984 en ese mismo concurso, y quien se fajó literalmente para darle a su amiga Estela el inmerecido premio. Su documental era un refrito de materiales de archivo, donde realmente no había nada de creatividad.

Así funcionaban los concursos en el país. No se premiaba la obra, se premiaba al autor. En los concursos literarios, por ejemplo, los trabajos presentados debían llevar en su primera página una ficha biográfica del autor. Así se podían eliminar a los autores no gratos, y además, se alertaba a los miembros del jurado. Muchas veces las obras no pasaban por las manos del jurado, pues eran filtradas con anterioridad.

Ya desde antes me había incorporado ciento por ciento al activismo cultural después de haberme graduado en la Escuela de Literatura y Lengua en la Universidad de Oriente. En 1977 la Comisión del Carnaval de Santiago me invita a formar parte del jurado en los desfiles del carnaval, gracias a mis trabajos de investigación y a las publicaciones hechas sobre el carnaval y el folklore de mi ciudad. Durante cinco años ocupo esas funciones hasta que por decisión propia, en 1981, abandono el jurado y paso a colaborar directamente con la Comparsa San Pedrito y su director Rolando Maceda Dapena, que vivía en ese barrio y que era un destacadísimo editor de videos de la televisión donde yo trabajaba. Él aceptó inmediatamente mi propuesta de rescatar las “máscaras a pie” en los desfiles carnavalescos. Las máscaras formaban parte de la tradición y habían sido prohibidas.

Sin pedir permiso alguno, nos arriesgamos en mi propuesta de restablecerlas. Organizamos grandes coreografías con bloques de máscaras iguales, de 30 o 40 integrantes, que danzaban al ritmo de los tambores, las campanas y la corneta china. Esto era lo novedoso en ese rescate. Era todo un espectáculo de mucho brillo y color, “era increíble ver aquello, que cosa más linda…”. La Comparsa San Pedrito obtenía siempre el último lugar en los desfiles. Pero desde entonces fuimos subiendo de nivel hasta ganar el primer lugar en julio de 1983, y durante siete años consecutivos, hasta julio de 1989, porque en 1990 se prohibieron las fiestas del carnaval por el derrumbe del comunismo y el declarado “Período especial”.

Agradezco mucho a Rolando Maseda su incondicional apoyo. Gracias, amigo, por esa carta tan bonita que me enviaste rememorando esos buenos tiempos que pasamos todos con los triunfos consecutivos de nuestra comparsa, porque como me dices “…fueron años de mucha alegría para el barrio, nos alimentamos de tus ocurrencias, las cuales nos ponía a trabajar las 24 horas, para poder sacar en el carnaval todas tus ideas, el rey momo, las trigalgias, la muerte en cuero, las auras cuereras, las brujas, los 3 cabezones, la doble careta, la serpiente tarasca, los diablos, los cantos, en fin un sunami de elementos que ya habían desaparecido del carnaval y que rescatamos con la ayuda tuya...” (Sic)

Estuve así integrado completamente al desarrollo cultural de mi país. Publicaba en las más importantes revistas mis trabajos de investigación y mis críticas de teatro. Ganaba premios provinciales y nacionales en poesía y cuento. Quería cooperar, ser útil para la sociedad, ofrecer lo mejor de mí. Me incorporé nuevamente al “proceso revolucionario”, porque quizás yo era el equivocado y el mundo parecía transformarse poco a poco en el mundo del comunismo con la Unión Soviética a la cabeza.

Pero el derrumbe de la URSS y del campo socialista lo cambió todo y vuelven las esperanzas perdidas de un cambio definitivo a favor de la libertad, la democracia y los derechos del pueblo. No, no estaba equivocado, no estábamos solos en nuestras ideas y principios. El comunismo no funciona de ninguna manera, porque además atenta contra la naturaleza humana, el desarrollo espontáneo y la capacidad creativa del individuo.

Entonces surgen más voces de rebeldía, y con la llegada a la literatura del joven Senel Paz y su relato El lobo, el bosque y el hombre nuevo, premio Juan Rulfo, 1990, llevado después al cine con el título Fresa y Chocolate, se define un importante límite, un antes y un después, pues este cuento se convierte en “uno de los cuentos más leídos, más populares en Cuba y más polémicos, que dividió en dos la historia del cuento cubano”. Y en esto estoy absolutamente de acuerdo, en la manera de decir de mi ocurrente y noble amigo, y condiscípulo universitario, Francisco López Sacha, porque esto marcó un camino de libertad de expresión contra los tabúes y dogmas impuestos.

Este premio rompió la inercia, porque los escritores no podían enviar sus obras a concursos literarios en el extranjero, porque toda la correspondencia era inmediatamente revisada y confiscada con ese criterio de evitar que obras como ésta fueran premiadas. Senel Paz despejó el camino de la literatura cubana a pesar de los controles y la censura impuesta por el castrismo y sus comisarios políticos, como los Alfredo Guevara, presidente del ICAIC, y ya de regreso al infierno. Senel Paz rompió, al menos en la literatura, el bloqueo que realmente afecta a Cuba, el bloqueo interno a todas las libertades.

No estábamos solos en esta lucha, porque ya otros intelectuales en La Habana habían creado el grupo Criterio Alternativo, en 1990, liderado por la poetisa laureada María Elena Cruz Varela. Los miembros de su grupo firmaron una carta el 10 de junio de 1991, dirigida a Fidel Castro, que pedía la libertad de los presos políticos y pedía realizar un debate nacional con todos los factores de la sociedad, porque “en esta hora la política es demasiado importante para dejársela a los políticos”. La carta conocida como “Declaración de los intelectuales cubanos”, causó gran revuelo nacional e internacional.

Entre los firmantes estaba el poeta Raúl Rivero Castañeda uno de los escritores más emblemáticos del momento, pues había ganado premios nacionales con libros que celebraban la revolución, como Papel de Hombre, 1968 y Poesía sobre la tierra, 1970. Raúl Rivero en los 80, se retiró de los medios oficialistas, abandonó su filiación con la UNEAC, así como su filiación con el régimen, para luego fundar CubaPress, una agencia de periodistas independientes que denunciaban las atrocidades y violaciones de los comunistas y castristas en el poder.

En su poema Propiedad privada refleja su tiempo y convoca “…vamos todos a firmar este poema/ en La Habana/ en la década del 70/ en medio de una lucha feroz por ser mejores/ porque más nadie escriba nunca esta mujer es mía/ como si fuera un libro o una lámpara.”

El poeta Raúl Rivero fue llevado a prisión en marzo del 2003 como una víctima más de la ola represiva conocida como Primavera negra, donde 75 periodistas, bibliotecarios y líderes de diferentes grupos disidentes en todo el país, fueron también sentenciados a largas condenas por sólo ejercitar sus derechos a ser independientes de la línea oficial trazada por el castro-comunismo.

La reacción de Fidel Castro no se hizo esperar frente a la osadía de estos intelectuales preocupados por los destinos de su nación, y obligó a la UNEAC a firmar una declaración de repudio. Porque ese pacífico gesto de escribir una carta de alertas y peticiones, adquirió para este astuto diablo la categoría de insurrección. Abel Prieto como presidente de la UNEAC y fiel lacayo, se puso del lado del dictador y no del lado de los escritores y artistas miembros de la organización que presidía, se puso del lado de la injusticia y no de los intelectuales que se rebelaron y pasaron a ser activos protagonistas de la sociedad, en lugar de continuar como pasivos elementos bajo el modelo totalitario.

Y en ese ambiente político-social de incertidumbre y difícil supervivencia, y después de haberse creado El Grupo, viajo nuevamente a La Habana como delegado, junto con el poeta Efraín Nadereau Maceo, en representación de la provincia, para asistir al Primer Encuentro Internacional de Literatura Infantil y Juvenil, en el mes de septiembre de 1991, el cual fue inaugurado por Vilma Espín, presidente de la Federación de Mujeres Cubanas y esposa de Raúl Castro.

Entonces aproveché para reunirme y hablar con muchos intelectuales y amigos sobre la situación del país. Les hablé de El Grupo que habíamos fundado en Santiago y recibí muchas muestras de apoyo. Me encontré también con Abel Prieto. Nos habíamos conocido años atrás en Santiago en un concurso-debate de talleres literarios, en el cual él participaba con un cuento, muy pobre, muy flojo. Pero él se adelantó para hablar del mío Alarma en el Capitolio que finalmente resultó el cuento seleccionado y que posteriormente pasaría a ser premio en el Concurso Nacional de Narrativa de Amor en 1984. Sabemos que su carrera política fue siempre más exitosa que su carrera literaria. También lo había visitado en su oficina de la UNEAC, en 1988, cuando fui jurado del concurso Caracol. Teníamos aparentemente una buena relación. Así hacía yo siempre que iba a La Habana. Me gustaba visitar a los amigos. Así lo hice con Nicolás Guillen quien me ayudó a publicar en 1984, en la Nueva Gaceta No. 4, de la UNEAC, mi artículo Cinco cartas inéditas, no consideradas en la historiografía ni en la literatura cubana con relación a Emilio Bacardí, publicación que me dio luz verde para continuar con mi investigación de rescate, sobre este importante personaje histórico excluido en Cuba.


Una noche me aparecí en el Hurón Azul de la UNEAC, donde los intelectuales tenían la posibilidad de reunirse para beber unos tragos de ron. Algunos escritores y artistas me expresaron sus ideas disidentes y sus intenciones de abandonar el país, muy preocupados por la tragedia que vivíamos, porque “lo peor de todo todavía estaba por pasar”. Todavía había mucho miedo, pero la gente hablaba más abiertamente para liberal la asfixia y el estrés. Los vertiginosos acontecimientos internacionales inyectaban un poco más de valor, incluso en los acobardados, y hasta en aquellos intimidados y luego arrepentidos de haber firmado bajo presión la carta de repudio contra el “Grupo de los diez”. No todo estaba perdido frente a la represión y el chantaje indiscriminado. Regresé más entusiasmado que nunca a mi Santiago después de tomarle el pulso a La Habana.

Nuestro dilema

Entonces. ¿Cómo pude sobrevivir intelectualmente tantos años en un medio tan adverso? ¿Cómo pudimos respirar, donde cualquier análisis o crítica podía ser mal entendida y resultar acusados de desafectos, de contra revolucionarios, con el futuro destruido para siempre, heridos de muerte, con daños, muchas veces irreversibles en una sociedad totalmente cerrada? ¿Cómo escribir, cómo crear con honestidad y cómo triunfar y ganar, por ejemplo, un concurso nacional si escribíamos una literatura prohibida? ¿Cómo ganar si no escribes apologías, frases de alabanza a la revolución generosa que “te lo da todo”? Pero además, si ganabas, tenías que dar “gracias a la revolución” y donar tu premio a las MTT, a los CDR o cualquier otra organización política creada por el gobierno, para evitar cualquier comentario negativo. Porque, ¿cómo ganar prestigio y posiciones en la sociedad si primero no te ganas la confianza y la aprobación del régimen que te da “gratis”, según su propaganda, la educación y la salud? Ese era el dilema, nuestro dilema. El gran chantaje.

Entonces, mi alternativa frente al dilema, frente al chantaje, fue la evasión. Evadirme o seguir mintiendo era mi dilema. Un escape rotundo a mi interior. Abandonar el complicado mundo exterior y escribir poesía intimista, mi poesía, alejado de los temas espinosos o polémicos con el medio, con el régimen. Finalmente fui polémico, sí, pero conmigo mismo, y nadie podía acusarme de ser conflictivo ni polémico. Esta fue mi declaración poética: “poesía de mí sobre la tierra”, para romper con el esquema de la apología revolucionaria y la doble moral, para ser honesto conmigo mismo. Poesía subversiva de cualquier manera contra el “realismo socialista”, pero menos involucrada con la disidencia.

Así surgió mi libro Hombre familiar o Monólogo de las confesiones, finalista del concurso internacional Casa de las Américas, 1984, y mención única en el concurso nacional Heredia, 1986. El destacado profesor y poeta Guillermo Rodríguez Rivera, miembro del jurado escribió. “Formado en el espíritu de claridad y comunicación que caracterizó la llamada poesía conversacional de los años sesenta, Sambra consigue en este libro llevarla a explorar también aspectos de la intimidad del hombre, que dan carne y sangre al entorno en el que el hombre actúa.”

En mi escapada, había logrado, sin proponérmelo, el retorno al intimismo. En poemas como Recuerdo de infancia “¿Cómo es posible/ que aún recuerde la mesa del comedor/ la única mesa que existió en mi casa/ la mesa que hizo mi padre/ en los tiempos que había que ahorrar haciendo la mesa/ para después poderle poner comida? –año 75”, o Mi cama, musicalizado por el trovador Augusto Blanca, “Mi cama me sabe de memoria/ desde niño/ ¡coño cuántas cosas sabe mi cama!/ mi cuerpo se hizo en sus esquinas/ y en la espiral de su centro (…) /mi cama anuaria y virginal/ mi cama apocalíptica/ cuido mi cama como reliquia/ y ella aún me responde/ con todos los ruidos y los olores de mi edad. –feb/ 76”, o en poemas como La puerta de mi casa, El armario, El otro armario, Mi casa, Otra vez mi casa, Era una lámpara central, El plato roto, donde lo coloquial quedaba detrás de mis Cosas íntimas, “Son estas las cosas íntimas/ los secretos del pan sobre la mesa/ donde hubo la casa habitada/ y el zumbido de la mujer y los hijos/ soy un mal negocio para mi soledad/ mi fuga se alimenta en lo constante de estas paredes/ en las madrugadas de cama vacía y tan grande/ en el mismo armario de espejos ovalados donde ya/ no ordeno las ropas/ en las camisas colgadas de los clavos/ en los fantasmas que semejan mis camisas vacías de mí/ soy un mal negocio/ no cabe dudas…” Llego así a exponer mi arriesgada poesía, pero menos peligrosa frente a la incertidumbre política y la censura, aunque a veces colaba algún mensaje subliminal: “…y si digo de estos brazos que se ufanan por llevar/ mis manos al hogar/ digo entonces de mi libertad tan sorpresiva y amenazada/ por los amigos del poder/ la guerra y el exterminio hasta de sus propios amigos.”

Y expongo también mi angustia, mi añoranza y mi Soledad de muchas ramas, porque “Florece mi soledad cuando no te beso/ quisiera que fueras/ que tú y no otra con el abrigo y la ternura/ ingenuamente tú/ con el retozo y las espuelas/ y la cocina puntual y sabrosa… –mayo 80”, o en Estoy vivo “…mujer que se desprende y me deja hablar de cicatrices/ te agradezco el agua/ la pulcritud de tus manos/ y la manera de llevarla hasta mi boca/ ¡había tanta muerte en los latidos de mi voz!”, o en Carta uno (única) porque “como la mariposa que muere buscando la luz que la mata/ busco en los rincones tu abrazo/ por las calles de mi casa/ por los parques de mi casa/ por la ciudad de mi casa/ donde me he perdido –marzo 79”. Así abordo la siempre atractiva temática del amor.

Como yo, otros escritores pasaron por la mismas transiciones y dilemas, y a pesar de que había escrito y ganado algunos premios con poemas de apoyo a la revolución, quiero decir a la involución (poemas de los cuales ahora me arrepiento), pude salir del marasmo y ser yo mismo otra vez, para escapar, al menos, de la doble vida que nos imponen siempre los regímenes totalitarios. Y la creación de El Grupo y su revista homónima fue el resultado final de nuestras frustraciones, decepciones y falsas expectativas. El Grupo fue nuestro nuevo reto y nuestra victoria.

Publicación del segundo número

En el prólogo del segundo número de la revista El Grupo, anunciábamos: “El grupo está aquí… Ahora más que nunca nos urge profundizar serenamente en el pensamiento martiano…” Y es que José Martí, nuestro héroe nacional, siempre fue la clave de mi pensamiento político, siempre en busca de El Único José Martí, principal opositor a Fidel Castro, España, 2000, como expresa el título de mi libro-ensayo, que escribí en mis casi cinco años de prisión política, con el cual demuestro en sus 144 páginas, que Fidel Castro es “el mayor cínico de la historia.”

Ahí están los agrupados publicados, en esa misma línea martiana de lucha por la libre expresión: Juanita Pochet Cala, Marino Wilson Jay, Ismael Sambra, Carlos Valerino, Carlos E. Cenzano Fábregas, Roberto Leliebre Camué, Nestor Leliebre Camué, Efrain Nadereau Maceo, Asdrúbal Caner Camejo, Andrés Castellanos, Chany Vertura, Erwin Dorado Blanco. Y como invitado especial nuestro Cesar Vallejo encajando en nuestro tiempo con el poema La cena miserable. “Hasta cuándo estaremos esperando lo que se nos debe…” de quien muchos escritores tenemos alguna influencia en el tono o en la forma o en el contenido, incluso el mismo Heberto Padilla.

Muchos nos visitaban en nuestros encuentros semanales donde leíamos nuestras obras más recientes. Por allí pasaron entre otros escritores y dramaturgos, Soleida Ríos, Rogelio Meneses Benítez, Ramiro Herrero Beatón (mi querido amigo, mi recuerdo póstumo, siempre estuviste de mi lado), Ariel James, Waldo Leyva Portal, Jesús Coss Cause, José Armando Garzón, Rodulfo Vaillant García, Luis Carlos Suarez, Alcibíades Poveda Díaz, José Pascual Varona, el carismático Pini, quien recitaba de memoria en las tertulias de la UNEAC mi largo poema ¡Qué gran invento el parque! Sí, éramos aceptados. Ya el público nos recibía, nos esperaba en cada recital que brindábamos. 

Siempre tomábamos en cuenta la calidad de los trabajos leídos en público. El tono crítico, y los temas abordados, eran entre otros, puntos a tomar en consideración entre los agrupados. Puedo garantizar, sin exagerado chovinismo ni paternalismo extemporáneo, la calidad de los trabajos publicados en los dos números de la revista El Grupo. Y es que discutíamos sobre la base siempre de exponer el mensaje con honestidad y con arte. Ésta fue la prioridad número uno enunciada en nuestras reuniones: Rechazo absoluto al panfleto político. Sólo queríamos ofrecer valores atractivos a los oídos del lector interesado. Todos éramos juez y parte en los encuentros semanales de El Grupo. Intensos fueron los debates para encontrar y exponer la estética de la palabra prohibida y finalmente aquí enunciada.

El poeta Efraín Nadereau, con larga experiencia y premios ganados a nivel nacional, hábilmente define, en su poema Los lacayos, esa fauna despreciable, donde más de uno de los tantos lacayos creados por el régimen, podían verse aludidos, como el cínico Abel Prieto: “el silencio es su reino/ y/ la genuflexión/ la cínica corona que golpea/ cualesquiera otra arrogancia/ ajena a sus desaprensivos privilegios. /Aquellos pueden ir y volver con las ropas gastadas/ o la melena sucia; mientras todos aplauden…”, o en su largo e irónico poema Defensa de la burocracia, donde arremete contra ese mal desarrollado a propósito en la isla-cárcel a todos los niveles sociales, ese síndrome castrista de la burocracia, tan aberrante y desquiciante, porque “Ella/ decide quienes deben sumir la cabeza/ y quienes levantarla/ quienes deben ser oídos y quienes silenciados/ quienes deben ser ungidos por la gracia y quienes/ asumir, sin chistar, la decisión de su propio/ desamparo. Podrá el diablo tener abogados/ (y buenos; / muy buenos abogados tiene el diablo) mas/ la burocracia/ tiene a sus leguleyos vestidos de angelitos/ y por ahí andan sueltos y quitando/ hasta las rosas marchitas de los muertos…”

La poetisa Juanita Pochet Cala, la única mujer de El Grupo, de fino aliento y delicada sonrisa y maneras agraciadas a pesar de sus angustias abismales, nos invita a comprender en su poema Franqueza, la estatura de su cuerpo desplomado pero no vencido, “Ven, /en mi jardín no crecen madreselvas/ y de noche callaron los grillos. / He borrado una supuesta nostalgia/ desde que observo mi rostro en el espejo. / Tendrán que perdonarme esta/ palabra llena de desorden…” o en su poema Mundo mío ajeno cuando expresa su rotunda decepción por los años perdidos, ella nos dice de ese enrarecido ambiente que no nos deja respirar, porque “El aire enfermizo padece de asma, / todo ha sido nada, todo se ha hecho burdo; /falsas apariencias, amigos que no son los mismos, / reconquistas, condecoraciones pasionales, / enjambre de mentiras, / la vida en copa sangreada desnudando sombras.”

O los poemas rotundos y resonantes, enigmáticos tal vez, de Carlos Valerino, el primer poeta de El Grupo traducido al alemán con su libro Cosecha, nos dice que “la noche no es el miedo yacente en la memoria…/ la noche no es Dionisos sentado a la derecha/ de una mujer que exige mi boca entre sus huesos…/ La noche no es el sitio seguro del silencio.” O los poemas de Marino Wilson Jay, con varios libros publicados, nos hablan de su batalla por salir de la asfixia, nos revela la causa y define que “la semilla germina/ todavía sobre el cascajo y luego de veinte siglos aún/ quedan mercaderes en el templo. Para ganar la discusión a los doctores/ faltan más hombres sin linaje”. Porque “al salir la luna repitieron los hombres: / ‘¿por qué rompes los quebrantos?’ Es contra el ahogo, /es contra el ahogo, –dije yo.”

Algunos en el exilio como Carlos E. Cenzano continuaron su carrera en busca de los sueños que le fueron truncados en su País de agua, como invoca el título de su libro publicado por Betania, o en sus Papeles de Santiago, de su ciudad natal, publicado en Miami. Él nos dejó en la revista su poema Adolescencia, por Dios, donde se aventura en alusión directa a Los Beatles prohibidos “por los uniformados” que irrumpían en nuestras fiestas, en nuestros encuentros clandestinos con Los Beatles quienes con su canciones rogaban como él rogó: Don’t let me down, don’t let me down, su tiempo perdido, expresado aquí, rememorando los sueños de su adolescencia, en algún lugar de la nostalgia, porque “…EL ABBEY ROAD y el LET IT BE/ eran las matemáticas del día. / Cuando el BIG BEN del patio de la escuela/ sonaba el five o’clock, / zarpábamos hacia los confines de la calle C 96/ y en aquel submarino amarillo/ abríamos la escotilla de los sueños. / Entonces éramos Los Beatles del Caribe…”. O un Carlos E. Cenzano algo más agresivo, cuando en El fuego, nos insta finalmente “desde el azul hasta el volcán de la palabra”, a no claudicar ante el desparpajo “…abre tus rejas, / llénate de lirio, /rompe tus alas en la orilla del viento/ que todo vuelo es reconquista/ donde el hombre empina/ el semillero de su voz.” 

O el poeta y escritor Roberto Leliebre Camué con sus libros Garrafón y otros cuentos, 1988, Juegos prohibidos, 1994, Entre dos luces, 1997, Juegos consentidos, 2002, El zafiro gris, 2007, nos dice, totalmente compungido pero alertado, en su poema Odisea, “…a pesar de la magia del mágico astrolabio/ y el terco magnetismo de brújulas de enero/ en esta barca-amor más ingenua que un niño, / sobre tranquilas aguas más amargas que adelfas/ tendido de ansiedad el corazón/ a un mítico horizonte de tierra prometida, / arribamos por fin a este islote sombrío/ con su hiriente espejismo más cruel que un as de espadas, sólo para descubrir/ que existen los cantos de sirenas. –15/10/91”. O la poesía de su hermano menor, Nestor Leliebre Camué , lírico y contrito en su modo de pegarnos Calcomanía sorprendente al espíritu invencible, señala, acusa y juzga, porque“…te escapas con las palabras, / para no ver cómo se mueren las palomas/ cómo lentamente/ desaparecen las flores de los árboles/ cómo se desploman/ las calles sobre los sueños/ cómo se rompe en dos la música del viento/ cómo las voces/ ya no son cuerda floja en el espacio/ cómo se hunde en el centro del mar la primavera/ mientras el sol quiere estallar en el almuerzo.”

Éste es el mismo Nestor fraternal, rebelde y firme en sus convicciones, luego citado por Raúl Rivero en su artículo publicado en Miami Herald, noviembre 20, del 2000, The 'broken wings' of oppressed poets, (Las ‘alas rotas’ de los poetas oprimidos) “But the poet Néstor Leliebre Camué, a native of Santiago de Cuba, cannot publish here a poem that ends: Don't plunge into the sea/ for the love of God. /Wait. A fascinating brightness/ is rising from the land. (“Pero el poeta Nestor Leliebre Camué, de Santiago de Cuba, no puede publicar aquí [en Cuba] un poema que termine así: No te arrojes al mar/ por amor de Dios. / Espera. / Un brillo fascinante está saliendo de la tierra.” Entre sus libros se destacan Una canción que se levanta, premio concurso nacional José María Heredia 1990, Poemas (1976), Los dominios (1987), Lluvia del alba (2000), Bolosos de oro (cuentos 2003), Sonetos de las criaturas (2007). Se mantiene como escritor independiente. Fue premio en el XIII Concurso Literario Viña Joven.

Aquí tenemos también al poeta, escritor, ensayista y profesor universitario Asdrúbal Caner Camejo, con su mini ensayo El único Martí, con citas textuales que podrían catalogarse por el régimen, de explosiones subversivas en este contexto, y con alusiones directas a los Castro, cuando expresa “Para Martí la república no era el aposento de caudillos, déspotas, ambiciosos o tiranos, tuviera la tiranía la forma que tuviere”, porque como Martí nos dijo “…la tiranía es una misma en sus variadas formas, aun cuando se vista en algunas de ellas de nombres hermosos y de hechos grandes.” La mayor parte de su obra permanece inédita. Su voluminoso libro Poemas disidentes está en proceso de edición.

Aquí también los poetas Chany Ventura y Andrés Castellanos, formados como otros en los talleres literarios de la casa-museo Heredia, donde íbamos, a veces, a descargar y compartir, intercambiar lecturas y buenas creaciones, sueños prohibidos, penas reprimidas, junto a Pedro López Cerviño, Alberto Serret, Joel Franz Rosell, José Orpí, León Estrada, Jorge Luis Hernández, Aida Bahr, José M. Fernández Pequeño.

Los miembros del grupo con su mensaje subliminal y no tan subliminal, éramos aceptados por la inmensa mayoría. Éramos una voz con apoyo abierto o silencio cómplice. Eran evidentes nuestras decepciones, nuestras frustraciones y desencantos expresados en versos iracundos y conculcados. Entonces puedo decir que el derrumbe del comunismo marcó también un antes y un después en la sociedad cubana, en el mundo del arte y la literatura, a pesar del aparente inmovilismo de algunos importantes intelectuales que siguieron al servicio de la dictadura más longeva del mundo moderno.

Palabras difíciles y comprometidas

Recuerdo que en un recital ofrecido en la casa-museo del poeta Heredia, lugar habitual de las tertulias y los talleres literarios, estuvo presente el historiador y ensayista José Antonio Portuondo, comunista titulado, y representante número uno del régimen en cualquier importante evento nacional o internacional. El pobre hombre no salía de su asombro con nuestro bombardeo de imágenes y expresiones de rebeldía; pero no dijo nada en contra, más bien frases que seguían al nutrido aplauso de los presentes. Quizás no entendió ni una papa de lo que hablábamos o se hizo muy bien el desentendido. Uno nunca sabe. 

Su visita a su ciudad natal, aún la debe estar recordando en el otro mundo, pero con el recuerdo amargo que tienen los derrotados por la historia, los perdedores, los aferrados a las dictaduras de izquierda o de derecha, que como decía José Martí “es una misma en sus variadas formas”, los fanáticos, los oportunistas que callan cuando se sienten indefensos y solos en la batalla.

Nos esperaban y nos aplaudían, porque éramos una esperanza en medio de tanta historia de vaguedad y silencio. Así lo sentimos también en el recital que hicimos en el recién inaugurado Teatro Heredia, con mucho público, y muchos intelectuales curiosos de ver lo que ya muchos comentaban para bien, y algunos –que siempre los hay–, para mal, como el escritor Joel James Figuerola, quien trató de descalificarnos y destruirnos abiertamente en una reunión de la UNEAC, para apuntalarse más en su burocrático puesto de director de la Casa del Caribe.

Teníamos el aplauso y el apoyo a ese juego de palabras difíciles y comprometidas, a las imágenes y metáforas que confunden, que preocupan, que hacen pensar, que hacen temer siempre a los dictadores. Y a pesar de que habían anunciado literalmente “arrancarle la mano a quien la sacara”, nosotros éramos ya una voz decidida a imponerse o a morir en su intento. Era nuestra forma de lucha, de decir no a tantos años de ostracismo en nuestro propio país. 

Pero empezábamos a sentir el ataque de funcionarios y colegas que nos definían como elemento sospechoso que había que tomar en consideración. Estábamos dispuestos a defendernos de esos oportunistas y extemporáneos ataques. Sin embargo, todavía nos autocensurábamos un poco y nos censurábamos unos a otros, sobre todo, los que creamos El Grupo y queríamos que El Grupo y su revista sobrevivieran, a pesar de los indiferentes, de los indecisos, de los incapaces de hacer nada y criticarlo todo, por puro vicio o por miedo, enfrentándonos al asecho destructivo de los enemigos.

Recuerdo que escribí un poema Estrofas perdidas, con una dedicatoria “Para Waldo Leyva en su grave error”, como respuesta al evento organizado por él para celebrar el 30 aniversario del archiconocido discurso del dictador “Palabras a los intelectuales”, y que en realidad debía conocerse como “Palabras contra los intelectuales”, porque habían pasado treinta años desde entonces sin nada que celebrar, porque esos 30 años más bien fueron “treinta estocadas diurnas y nocturnas/ contra sus talones y no treinta aniversario,/ deficiente luz adormecida/ Por dónde el dolor, por dónde la espada/ en su proclama, por dónde la angustia…”. Recuerdo que tuve que eliminar algunas frases de este poema para que mis amigos me lo dejaran publicar en el segundo número de nuestra revista. (Los lectores pueden ver algunos versos marcados con puntos suspensivos en el poema publicado en esta edición facsímil, y pueden compararlos con el poema publicado finalmente en mi libro Los ángulos del silencio, Trilogía poética, con prólogo de María Elena Cruz Varela, Editorial Verbum, 2001, página 71). “Y entonces que pensar de aquellos/ amigos/ que celebran con poemas/ aniversario de mordaza, /con canciones/ y aplausos/ las esquirlas que se clavan en la conciencia del ebrio (…)/ Estamos reunidos, /anestesiados y despiertos en el mismo salón, /en la madurez del tiempo, /chamuscadas las pestañas de tanto ver y callar / en la inútil colina/ en los tontos precipicios/ la gravedad de la espera. –Octubre 1991.” (Todo lo marcado aquí en negrita fue eliminado del poema, en ese entonces).

Con todas las limitaciones que se nos puedan señalar, lo cierto es que El Grupo y su revista fueron noticia, y nuestros casos repercutieron no sólo en el mundo de los pensadores libres; sino también, en aquellos que en ese momento cerraron los ojos o ladearon la cabeza para no responder. Es digno señalar que ninguno de los miembros mostró arrepentimiento, ni los que fuimos reprimidos directamente ni los que se quedaron al margen de la directa represión, aunque algunos se mantuvieron en Cuba aparentemente adaptados al compás de la corriente, pues no tenían otra opción. 

El periodista independiente José Gabriel Ramón Castillo, otra de las víctimas de la represión castrista, conocida como “Primavera negra”, condenado a largos años de prisión por expresar sus ideas, recuerda en su artículo Por la libre expresión en Cuba, para conmemorar el 3 de mayo, día mundial de la libertad de expresión, que “Todavía, en Santiago de Cuba, se recuerda el caso de los intelectuales Ismael Sambra, Asdrúbal Caner y los hermanos Néstor y Roberto Leliebre Camué, represaliados por publicar un folleto en pleno “período especial” hablando de la crítica situación interna (...) Lo cierto es que aquella publicación tuvo el mérito de haber sido uno de los primeros intentos publicitarios de la intelectualidad cubana en los noventa, y ha sido rememorado de una u otra forma.”

Las tensiones políticas iban en aumento y cada vez eran más las reacciones de protestas y más las detenciones y redadas policiales, y más los procesos judiciales sumarísimos contra la disidencia interna. A mediados de noviembre de 1991, María Elena Cruz Varela fue víctima de un acto de repudio en su propio domicilio y llevada a la prisión, después de un juicio totalmente amañado en el que se le acusaba por “difamación y propaganda enemiga”. 

Ya el asedio a otros de los firmantes de la Declaración, había comenzado. Manuel Díaz Martínez nos cuenta que recibió un documento del consejo nacional ampliado de la UNEAC donde se le anunciaba la expulsión “… de nuestra organización a aquellos miembros que, luego de conocerse el papel de la CIA en la gestión y promoción en la llamada Declaración de los intelectuales cubanos, se mantuvieran vinculados en esta maniobra...”

Realmente es una vergüenza que un grupo de intelectuales de la misma estirpe se pronunciara sin prueba alguna contra los firmantes “luego de conocerse el papel de la CIA en la gestión”, sólo porque así había sido ordenado por el dictador. El mismo truco de siempre “el papel de la CIA” para justificar el abuso y la ignominia. La expulsión de la UNEAC fue la primera sanción.

Pueden todos estar seguros que ese consejo de dirección ampliado, sabía muy bien que no había tal “papel de la CIA” detrás de la Declaración. Muchos firmaron la carta de repudio, como dice Manuel Díaz Martínez, por miedo o bajo engaños, etc., pero algunos con más dignidad resistieron las presiones oficialistas y no firmaron, como Fina García Marruz, César López, Emilio de Armas, Manuel Moreno Fraginals, Reinaldo González y Alberto Batista Reyes.

Manuel Díaz Martínez, obtuvo el Premio nacional de Poesía “Julián del Casal”, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en 1967, con su libro Vivir es eso. El jurado que le concedió el premio, estuvo integrado por Nicolás Guillén, Eliseo Diego, Gabriel Celaya, José Ángel Valente y Enrique Lihn. Por suerte Manuel Díaz Martínez escapó al exilio sin pasar por las prisiones castristas. En 1994 ganó el Premio Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, con su libro Memorias para el invierno. En su acertado testimonio La carta de los diez, describe lo que le pasó, meses después, a María Elena Cruz Varela. 


…varios individuos asaltaron su casa destrozándolo todo –la máquina de escribir, me dijo María Elena, la lanzaron por la ventana– y emprendiéndola a golpes contra ella y su hija. Acto seguido, los asaltantes arrastraron a la poetisa por los pelos escaleras abajo y en la calle, en medio de un aquelarre ‘revolucionario’, la hicieron arrodillarse, con las manos sujetas a la espalda, y le introdujeron en la boca varias de las octavillas que el grupo de oposición que ella dirigía, había distribuido por La Habana, en las cuales se invitaba a los cubanos a sumarse a la lucha pacífica por la transición democrática. Cuando sus verdugos se hastiaron de atormentarla ante la presencia cómplice de un cordón de agentes policiacos, María Elena fue conducida a una comisaria.

María Elena Cruz Varela pasó casi dos años tras las rejas, bajo el asedio y las torturas físicas y sicológicas de sus represores. La autora de Hija de Eva premio nacional de poesía Julián del Casal (1989), Mientras la espera el agua (1987), Afuera está lloviendo (1989), El ángel agotado (1991), Balada de la sangre (1995 edición bilingüe), La voz de Adán y yo (2001), pasaría a ser de nuevo noticia internacional a causa de su arbitraria condena a prisión. En su poema Canción de amor para tiempos difíciles, nos confirma “Difícil escribir te quiero con locura. / Hasta la misma médula. ¿Qué será de mis manos/ si les roban la magia sonora de tu cuerpo?/ Difícil. Muy difícil un poema de amor en estos tiempos.” Durante su arresto recibió el "Premio Libertad 1992" de la Internacional Liberal, en Washington. Fue candidata al Premio Nobel de la Paz y al Premio Príncipe de Asturias.

Entonces frente a tal represión y abuso contra una mujer tan notoria y tan indefensa, no tuvimos más alternativa que la de reaccionar de otra manera. Gracias a Radio Martí, que transmitía noticias hacia Cuba, conocimos los detalles del vandálico acto. No podíamos mirar con indiferencia semejante atropello. Hablé con algunos de los agrupados y decidimos escribir cartas de protesta ante tanta infamia y tantas violaciones. Las cartas fueron dirigidas a Abel Prieto presidente de la UNEAC y ya ascendido a miembro del Buró Político del Partido Comunista, por su sumiso comportamiento en estos hechos. Decidimos hacerlo individualmente, a título personal y no en nombre de El Grupo, para evitar ser acusados de rebelión o asociación ilícita, según el código penal. Mi carta fue fechada el 22 de noviembre de 1991, día de mi cumpleaños.

Estimado amigo: Muy triste me siento, muy preocupado, al tener conocimiento de la acción de represión que se ha llevado a cabo contra la poetisa cubana María Elena Cruz Varela. (Quisiera estar mal informado). Yo no defiendo la causa, defiendo al hombre y su derecho, y defiendo en este caso, más aún, a una mujer indefensa a la que se le paga con formas violentas su posición de ideas y criterios frente a la política que ostenta el poder…

Abel Prieto no me respondió, y por decisión propia, sin consultar con otros miembros de El Grupo que también escribieron sus cartas, le escribí por segunda vez dos meses después, el 22 de enero de 1992.

Estimado amigo: Prometo que será ésta posiblemente la última vez que reclamo tu atención. Algunos amigos que conocieron de la existencia de mi carta, donde pedía reflexión sobre los métodos represivos utilizados contra la poetisa María Elena Cruz Varela, y por tanto mi opinión sincera (ahora atrevida) contra las llamadas “Brigadas de Acción Rápida”, han coincidido conmigo…” 

Nunca recibimos una respuesta por escrito de parte de Abel Prieto. Así actúan estos pendejos, siempre agachados entre las piernas del dictador. No son amigos de nadie. La respuesta fue orientada para ser transmitida por el poeta Ariel James Figarola que en ese momento fungía de presidente de la filial de la UNEAC en Santiago. Fuimos expulsados del local donde nos reuníamos, y luego en una reunión de la UNEAC se apareció la secretaria general del sindicato de la cultura, con una carta de repudio para que al final de la reunión los intelectuales allí reunidos, la firmaran. Pero. ¡Sorpresa! Todos se fueron de la reunión sin firmar la carta que había sido dejada, para tal efecto, sobre la mesa del salón.

Pocos días después fui expulsado de la televisión donde laboraba por casi 18 años. A pesar de que tenía el número uno en el escalafón laboral y que era el presidente de la comisión de evaluación de los escritores, asesores y directores, fui declarado “sobrante o disponible”, cesante en todas mis funciones.

Me condenaron, pero no me sentía derrotado. Más bien fue gratificante ver que ya muchos intelectuales se me acercaban más confiados y me expresaban sus disentimientos. Un día el director del grupo Ballet Folklórico Cutumba, Roberto Sánchez Vigñot, me ofreció trabajo como investigador folklórico, pues necesitaba urgente de alguien que le prepara un programa para viajar con su grupo a Europa donde había sido contratado. Era mi amigo de muchos años. Habíamos preparado, junto con el mago Alberto, un proyecto para fundar el primer grupo de “teatro de variedades” en Santiago. A los efectos le había escrito un libreto, “La nave de la fortuna”, que aún conservo. En mi tesis de grado, aún inédita, había investigado sobre Los espectáculos en Santiago en la primera década de La República y las estadísticas presentadas impresionaron a todos, pues reflejaban hasta seis espectáculos diferentes en una noche, en una ciudad con apenas 60 mil habitantes. Sabíamos lo necesario que era esto para la cultura y para el público ávido de espectáculos donde aliviar un poco los sinsabores y las dificultades para sobrevivir. El proyecto, desafortunadamente, no fue aprobado por el Ministerio de Cultura por diferentes razones, todas fuera de la buena voluntad y la lógica empresarial.

Le expliqué a Roberto mi difícil situación, por si no lo sabía, pero me dijo con mucha seguridad que eso no le importaba, que necesitaba mis conocimientos, que no me preocupara, porque ellos eran un grupo independiente que recaudaba dólares para el país. Después de un mes de trabajo, en el que preparé algunos informes sobre bailes y cantos africanos, vestuarios y máscaras, me dijo que no podíamos continuar, que no podía pagarme el salario, porque la dirección provincial de cultura no había aceptado mi plaza para formar parte de su equipo.

Ramiro Herrero Beatón, el director del Cabildo Teatral Santiago, que siempre quiso que yo regresara a trabajar, como actor, director y dramaturgo en su teatro, me abrió las puertas muy entusiasmado. Era su oportunidad. Teníamos una muy buena relación. Pero tampoco fui aprobado. Era evidente que ya no podía trabajar más en ningún medio relacionado con la cultura. Así me dijo muy compungido y quizás hasta decepcionado de ver tanta mierda a su alrededor. Siempre fue honesto, íntegro, creativo, justo, un artista, aunque era el secretario general del Partido Comunista en el sector de la cultura.

Entonces no tuve otra opción que aceptar uno de los trabajos que el régimen me había ofrecido: auxiliar de limpieza, cocinero o agricultor del huerto de autoconsumo de la televisión, para al menos no perder mi salario durante los primeros seis meses y así poder mantener a mi familia. Entonces mi rebeldía aumentó. Entonces dejé a un lado la metáfora para crear el grupo clandestino Generación, y distribuir panfletos en las calles de mi ciudad, sobre todo, en las actividades políticas. También escribí cartas a los ministros y funcionarios del partido para alertarlos sobre los acontecimientos internacionales y lo conveniente que sería para el país el cambio a la democracia. Entonces en las supuestas elecciones de 1992, de un sólo candidato y un sólo partido, convocamos “No por Castro, vote por la libertad. Abajo la dictadura”. Éramos un grupo de más de 40 miembros, pues unimos a Guantánamo, La Maya y Santiago de Cuba, y a algunos miembros de El Grupo que también se integraron, para formar así uno de los más grandes grupos de agitación y propaganda de la emergente sociedad civil cubana.

El 14 de febrero de 1993 soy apresado junto con otros 19 activistas de Nueva Generación-CID, y soy condenado en la causa número 15 de 1993, a 10 años de privación de libertad por los delitos de “Rebelión pacífica” y “Propaganda enemiga de carácter continuado”. Estos “delitos” no son contemplados como delitos en ningún país practicante de la democracia y la libre expresión. El sólo hecho de nominar estos delitos en el código penal cubano constituye una vergüenza, y merece una condena absoluta a la dinastía Castro que atenta contra la clase de república que quería José Martí para los cubanos. 

Nunca me di por vencido aun en la prisión política. Never give up (Nunca te rindas) es el epitafio que quiero poner en mi tumba. Y quise hacer honor y rindo honor a mi epitafio. Del testimonio escrito por el poeta Manuel Díaz Martínez sobre los vergonzosos hechos, que culminaron con el encarcelamiento de María Elena Cruz y otros dos de los firmantes de la Declaración de los intelectuales cubanos, José Pomar y Fernando Velázquez, vergonzosos hechos que me empujaron a mí y a mis amigos finalmente a la protesta directa, extraigo este verídico pensamiento para que sea rememorado siempre, y por siempre, porque no tengo la menor duda que “después de la devoción del lector, el odio de una dictadura es el mejor premio a que puede aspirar un poeta”.

En La Habana, un grupo de intelectuales y activistas integrantes del Instituto de Integración Cultural Cubano-Americano (IICCA), entregaron una carta oficial al Consejo de Estado y al Ministerio de Justicia de Cuba, donde anunciaban los principios que motivaron su creación, y que entre otros objetivos el “IICCA: Aviva en el orden de la CULTURA, la divulgación e informática a su membrecía, los adelantos de la tecnología en punta, tipificando este “MENSAJE” en la música, y las vastas manifestaciones culturales, entre ellas: Artes plásticas, teatro, ballet, cine, pintura, etc., a promover por el ‘Club de Prensa Habana’ –CPH” 

Al final el IICCA, en un acto de absoluta valentía y solidaridad, considerando los momentos espinosos que se vivían, declaraba como “Presidente de Honor: Lic. Ismael Sambra. Intelectual, ensayista, poeta, guionista, realizador y productor de TV/ Turquino.” Y explicaba que “El intelectual Ismael Sambra, hoy purga condena de presunta agravante ‘Propaganda enemiga e incitación a la rebelión’. Y después de comparar su acción con la de Fidel Castro que “desarrolló una campaña cívica en los medios de propaganda, acusando públicamente al Dr. Prío, presidente de la república, de máximo responsable de la pobreza del cubano medio.” Y que además “emplazó al régimen defacto del tirano Batista de pandillero, que había ahogado en sangre y tronchado las libertades públicas y los anhelos democráticos del pueblo cubano…”; sin embargo, Fidel Castro no fue por eso procesado, “no fue confinado por propaganda enemiga e incitación a la rebelión”.

Y el documento, entregado y cuñado como recibido en octubre de 1995 por estas instituciones señaladas, y con copia a diferentes instituciones internacionales, al final puntualizaba “rogamos encarecidamente: LIBERTAD PARA SAMBRA; en la mediación del presidente cubano Dr. Fidel Castro”. Y para respaldar lo dicho, además de los nombres, los cargos y las firmas de los 21 integrantes del consejo de dirección del IICCA, el documento presentaba como respaldo una lista de personalidades del medio intelectual y artístico de Cuba y el extranjero, como Pedro Luis Ferrer, Gloria Stefan, Celia Cruz, Willy Chirino, Carlos Varela, José Feliciano, entre otros. (Ver foto copia al final de mi libro Cuentos de la prisión más grande del mundo, publicado en Indiana, USA 2015). 

Cuando recibí este documento a través de mi esposa, en los difíciles momentos en que me encontraba confinado en una de las 582 prisiones de mínima y máxima seguridad construidas en Cuba (ver detalles en cubaaldescubierto.com) –y un régimen que construye más prisiones que hospitales, no merece el apoyo de nadie–, cuando recibí este documento –digo–, supe que no estaba solo, que nuestro activismo y nuestra protesta no habían sido en vano, porque intelectuales dignos reaccionaban a nuestro favor arriesgándolo todo.

Y esto fue sin dudas una acción y una actitud muy estimulantes para mí, para mi familia y para mis compañeros, enfrascados en esta lucha tan desigual contra un régimen de tantos recursos y tantas mañas para confundir o chantajear a muchos incautos, y para imponer sus reglas de disuasión y reconquistas, o sus métodos de impúdicos reclutamientos hasta con ésos que alguna vez se rebelaron. Y puedo dar fe de esos métodos y de todo esto que viví en carne propia. 

Cuando ya había casi terminado mi prólogo para esta edición facsímil de la revista El Grupo, el novelista y editor Manuel Gayol Mecías me informó de la existencia de un grupo independiente de escritores organizados en Cuba. “Hay un grupo de intelectuales independientes en Cuba; y en Miami se celebra dos veces por año el Festival VISTA de Arte y Literatura Independiente de Miami. Yo he estado en dos de ellos. Este evento ya está tomando auge, y entrega dos premio anuales uno a escritores reconocidos, destacados, que cuentan con una historia en la literatura, que estén en Cuba (viviendo) y a los que no se les publica nada porque están aplastados por la dictadura”.

De hecho el “Premio Nacional de Arte y Literatura Independientes 2015” de este Festival Vista, fue otorgado a Manuel Díaz Martínez, del exilio, y a Rafael Alcides, aún en Cuba, quien ha publicado, entre otros, los poemarios Gitana, La pata de palo, Agradecido como un perro, Noche en el recuerdo. Además Un cuento de hadas que termina mal, y la novela El anillo de Ciro Capote. En 1993 se apartó de la vida cultural de Cuba, para luego renunciar a la UNEAC. Sus obras han sido censuradas y vive en una especie de “inxilio resignado” como el mismo dice. En 2011 obtuvo el Premio Café Bretón & Bodegas Olarra de Prosa Española, por su obra Memoria del porvenir.

Después de consultar con algunos amigos escritores del exilio, obtuve más información y aparecieron algunos datos e ideas a considerar. Muchos esperaron un momento como éste. Los intelectuales no pueden darse por vencido en sus reclamos de independencia y libertad de expresión. Nadie debe rendirse porque en última instancia las tiranías desaparecen cuando los tiranos mueren. José Gabriel Ramón Castillo acierta cuando dice en su pequeño pero conciso artículo ya citado aquí, que “El mismo día que el régimen castrista clausuró el último periódico y condenó a los cubanos al ostracismo, se inició la lucha por la libre expresión en Cuba. Esta contienda ha tenido varias etapas y bastantes encontronazos. Sin embargo, ni un instante se ha cejado en alcanzar este derecho universal”. La tendencia del mundo actual se fundamenta en la libertad política, religiosa y económica. El Club de Escritores Independientes de Cuba (CEIC) es una consecuencia de esa tendencia, insistencia y persistencia. La libertad pertenece por entero a los que la aman y luchan por ella. “Ah, libertad, donde quiera que te escondan/ te ha de encontrar mi mano amiga”. (Poema de transición).

Varios intentos de grupos y proyectos trataron de surgir en forma independiente en Cuba. Pero éstos fueron desmantelados rápidamente, pues sólo se permitían los creados y controlados por los programas políticos del Ministerio de Cultura y el Partido Comunista, como la Brigada Hermanos Saiz, la UNEAC, el ICAIC, el ICRT, el Instituto Cubano de la Música, la Agencia Cubana de Rap, Consejo Nacional de las Artes Escénicas, y el Consejo Nacional de las Artes Plásticas, cuyo presidente recientemente dictaminó cancelar la exposición Utopías y Disidencias, del pintor Pedro Pablo Oliva. Pues para esto fueron creadas estas “instituciones”.

Este Club de Escritores persiste, por supuesto, con muchas restricciones, pero en un contexto quizás más favorable. Sabemos que el simple hecho de intentarlo es un desafío y, al mismo tiempo, una batalla ganada. Este Club que dirigen desde La Habana los escritores Jorge Olivera Castillo y Víctor Manuel Domínguez, recibe el apoyo desde Miami del portal digital Neo Club Press y Neo Club Ediciones dirigidos por el escritor y periodista Armando Añel y la promotora Idabell Rosales, dos de los principales coordinadores del Festival Vista y del proyecto Vista-Puente de Letras.

Por otro lado las redes sociales y el internet juegan su importante papel en momentos en que todavía el régimen ostenta el monopolio de la información. La revista cultural digital independiente Árbol Invertido, que dirige el poeta Francis Sánchez desde Ciego de Ávila, y Primavera Digital, que dirige el periodista independiente Juan González Febles, ahora desde La Habana, son dignos ejemplos a seguir.

Sin embargo, la esencia coercitiva y represiva del castro-comunismo, sigue siendo la misma, aunque con algunas excepciones de aparente tolerancia, con el objetivo de crear confusiones o dar alguna imagen de cambio. Muchos periodistas independientes y escritores disidentes, han sido procesados y llevados a prisión en los últimos tiempos. La arbitraria ley se les aplica cuándo y cómo los Castro y sus lacayos quieren.

Tenemos el caso del escritor Ángel Santiesteban Prats, autor del libro de cuentos Dichosos los que lloran, premio Casa de las Américas 2006, quien fue condenado a cinco años de prisión por su actitud contestataria y por escribir lo que piensa en su blog, aunque los cargos fueron presentados por presuntos delitos de violencia doméstica “violación de domicilio y lesiones”, los cuales nunca fueron demostrados. Este “encarcelamiento del también escritor de Un sueño de verano, con el que obtuvo el premio UNEAC 1995; de Los hijos que nadie quiso, premio Alejo Carpentier 2001; y de Sur: Latitud 13, demuestra la venganza del poder contra las letras rebeldes cuando éstas asumen lo que creen es su deber cívico”, según expresa la Carta Abierta del Club de Escritores, en solidaridad con Ángel Santiesteban, quien estando en prisión fue merecedor del ‘Premio Internacional Franz Kafka de novelas de Gaveta’ por El verano en que Dios dormía, libro centrado en el tema de los balseros cubanos que intentan huir de “la prisión más grande del mundo” que es Cuba.

La carta fue fechada en La Habana, 11 de febrero de 2013. A pesar de estas protestas del Club de Escritores, de Reporteros sin Fronteras y del PEN Internacional, Ángel Santiesteban no fue liberado. Santiesteban es un preso político, porque el nuevo estilo de la dictadura es el de procesar por causas comunes a los disidentes y opositores, por “Desacato a la autoridad”, por “Desorden público”, por “Peligrosidad social” o por otros delitos orquestados por los agentes de la seguridad del estado, la fiscalía y los tribunales, pues todos son empleados del gobierno que les paga un salario para que así actúen y cumplan.

En Cuba hay otros blogueros encarcelados. Luis Antonio Torres, ex-empleado del diario oficial Granma, fue condenado a 14 años de prisión en el 2011, acusado de “espionaje”, cargo que nunca se comprobó. Yoeni de Jesús Guerra García, periodista independiente, fue condenado a siete años de prisión. Calixto Ramón Martínez Arias, periodista independiente de Hablemos Press, pasó casi un año en prisión sin hacérsele juicio alguno. Éstos se suman a la lista de prisioneros políticos de conciencia, que todavía esperan para ser excarcelados totalmente, incondicionalmente, según los reclamos de Amnistía Internacional y otras organizaciones de derechos humanos en Cuba y el mundo.

La sociedad civil se fortalece, a pesar de la represión, a pesar de los infiltrados y a pesar del despreciable quietismo y el miedo paralizante de gran parte de la población y la intelectualidad cubana. El roquero Gorki Águila, de la banda Porno Para Ricardo anunció una presentación recientemente en La Habana, en su estudio llamado La Paja Recold. La banda apareció en escena silenciosamente. Todos tenían sus bocas tapadas con cinta adhesiva. Gorki ha sido encarcelado en reiteradas ocasiones a causa de sus canciones y su actitud contestataria.

El hijo de Silvio Rodríguez, Silvito El Libre, es un rapero que tiene loco a los Castro. Silvio Rodríguez, famoso canta-autor de la Nueva Trova, dijo en México que respeta la postura política de muchos cubanos, incluida la de su hijo Silvito El Libre, quien desde su faceta como rapero ha criticado directamente al gobierno. Silvio Rodríguez dijo además, que las reformas han llegado un poco tarde. La canción rapera Háblame interpretada por Silvito El Libre y otros raperos de Tribu Mokoya, destacados en este género, es a mi juicio, uno de los discursos de rebeldía más impactantes y efectivos, de los que se hayan pronunciado contra el castro-comunismo en los medios de comunicación: “Háblame, háblame, háblame, dime por qué sucedieron esas cosas…” y cuestiona sobre las oscuridades, abusos y crímenes que inculpan al régimen. Y en otra parte canta el estribillo “Háblame, cuéntame a dónde han ido los desaparecidos de mi ciudad…”.

Cabe mencionar que el movimiento rapero en Cuba es un movimiento contestatario y cuenta con intérpretes de mucha fuerza expresiva, como Raudell Collazo (de Escuadrón Patriota), Aldo Rodríguez Vaquero (Los Aldeanos), Soandry del Río (Hermanos de Causa), fundador del evento anual Puños Arriba, censurado por el régimen. Hartos de la represión, el consejo organizador del evento protestó: “Queremos, a partir de este comunicado, denunciar el manejo feudal que del arte y la cultura hacen las instituciones oficiales, amparadas por una política cultural obsoleta y despótica, donde no se tiene en cuenta ni se respeta al artista como creador, mucho menos las obras que brotan de aquellas mentes creativas. La actual situación que en cuanto al arte y la sociedad se está viviendo se hace insostenible, la censura constante, las amenazas, las intimidaciones o las advertencias han arribado a un punto inadmisible…”.

El movimiento del hip hop en la isla ha tenido que enfrentar muchos ataques que intentan desacreditarlo y hacerlo desaparecer del espectro cultural. Al principio del 2015 fueron acusados de estar financiados por Estados Unidos “para derrocar al gobierno de Cuba”. Entonces los raperos Maikel Extremo, Bárbaro “El Urbano”, Charly “Mucha Rima”, Escuadrón Patriota, Navi Pro y Nene 9mm (La Alianza), Soandry del Río (Hermanos de Causa) y David D Omni, respondieron con una canción: “Tinta y papel, única arma para responder contra un régimen que mata y abusa de su poder. Associated Press, publique algo que interese, como el hambre que padece un pueblo que no se merece tanta desinformación…”.

Este es un movimiento fuerte, independiente, que, al parecer, se le ha ido de las manos al gobierno. Y todos con un mensaje claro de confrontación que denuncia ante el gran público los crímenes de una dictadura que desgobierna la nación y ha creado una ruina moral y económica por décadas. 

Pero el régimen trata siempre de acallar la disidencia a cualquier precio. Otras figuras descollantes como Pedro Pablo Oliva, Reina María Rodríguez, Pablo Milanés, entre otros intelectuales, han confrontado desmesurados ataques por haber expresado sus opiniones sobre la triste realidad cubana. El grafista Danilo Maldonado (El Sexto) fue llevado a prisión por pintar los nombres de Fidel y Raúl en el lomo de unos cerdos. Las Damas de Blanco (familiares y amigos que piden la liberación de los presos políticos) son acosadas y golpeadas por las turbas convocadas y apoyadas por la policía política, durante su marcha pacífica de cada domingo. La bloguera de Generación Y, Yoani Sánchez y su esposo, quienes además dirigen exitosamente la revista digital 14ymedio, y Dagoberto Valdés Hernández, intelectual católico, autor de una docena de libros y ensayos y editor de las revistas Vitral y Convivencia, han sido acusados de agentes de la CIA y han sido víctimas de constantes acosos, ataques, difamaciones y encarcelamientos intimidatorios. También el disidente Antonio Rodiles, director de Estado de SATS, ha sido brutalmente golpeado y encarcelado en reiteradas ocasiones.

Estado de SATS realiza eventos abiertos sobre cuestiones donde confluyen el arte y el pensamiento. Realiza encuentros con escritores, artistas, líderes disidentes invitados. Se fundó en el 2010 con el objetivo de crear “un espacio plural de participación y debate” entre diversos miembros de la sociedad cubana. El doctor Antonio Rodiles, su fundador, ha sido objeto de diversos ataques. En el 2011 le retiraron su Permiso de Residencia en el Exterior (PRE). Además de haberse graduado de Licenciatura en Física en 1998, en Cuba, recibió un doctorado en la Universidad Nacional Autónoma de México, y un título de Máster en Matemáticas en la Universidad Estatal de la Florida.

Antonio Rodiles es además el fundador del proyecto Por otra Cuba, que comenzó con la entrega a la Asamblea Nacional del Poder Popular, de “un documento que se confeccionó entre activistas, intelectuales, artistas y abogados que demanda al gobierno la ratificación de los pactos de la ONU”, según explicó su pareja Ailer González Mena, artista plástico y coordinadora de Estado de SATS y del proyecto independiente Cine a toda costa.

La sociedad civil se enfrenta y se fortalece, a pesar de la intensa y creciente represión, que sólo demuestra el miedo y la debilidad de la dictadura castrista. Nada ha sido en vano. Nunca te rindas. Never give up.


Ismael Sambra (1947) Santiago de Cuba

Graduado de Literatura y Lengua Hispánica. Fue un fundador del primer grupo de escritores y artistas independientes cubanos conocido como El Grupo. Fue fundador y director del periódico impreso Nueva Prensa Libre-New Free Press, el periódico trilingüe de Canadá. Ha publicado poesía, cuento, crítica, artículos y ensayos en diferentes medios. Ha recibido premios y reconocimientos. Entre estos el internacional de poesía Casa de Las Américas y el Nacional de Poesía Heredia. Ha publicado, entre otros libros, Las cinco plumas y la luz del sol (cuento para niños), Hombre familiar o Monólogo de las confesiones (poesía), The art of growing wings (cuento para niños), Los ángulos del silencio (Trilogía poética), Vivir lo soñado (cuentos breves), Bajo lámparas festivas (poesía), El único José Martí, Principal opositor a Fidel Castro (ensayo), The five feathers (cuento para niños), L’histoire des cinq plumes (cuento para niños), El color de la lluvia (relato para niños, edición bilingüe), Cuentos de la prisión más grande del mundo (cuentos para adultos), Family man (poesía), Queridos amantes de la libertad (periodismo),  Monologue des confessions (poesía, edición bilingüe).  Es coautor de la selección Cuentos erróticos (cuentos para adultos). Ha publicado varios ensayos de investigación sobre el carnaval santiaguero y sobre la vida y obra de Emilio Bacardí Moreau. Es Académico Correspondiente de la Academia de Historia de Cuba-Exilio y Miembro de Honor del PEN Club de Escritores de Canadá.

No comments:

Post a Comment