Por Eduardo Lolo
El pasado sábado 11 de septiembre, a 20 años del ataque terrorista que
destruyera las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York, se estrenó
en el Teatro Tower de la Pequeña Habana (barrio icónico del Exilio Cubano) el
documental Detrás de mis ojos,
filmado, escrito y narrado por Iván Acosta, vicepresidente de la Academia de la
Historia de Cuba en el Exilio, Corp.
Este documental conmemorativo de los trágicos acontecimientos que cambiara la vida norteamericana para siempre, se diferencia de los demás dados a conocer hasta ahora en que su objetivo principal no es describir los hechos ocurridos, sino lo que se iba grabando “detrás de los ojos” de un cubano neoyorquino testigo del nefasto suceso mientras filmaba lo que veía a través del lente de una humilde cámara de 8 milímetros. Acosta nos hace acompañarlo al balcón de su apartamento en Manhattan esa mañana aciaga cuando aún sólo había preguntas sin respuestas, con la ciudad saturada de horror e incertidumbre cubiertos por las nubes de humo que despedían las torres gemelas en lo que nadie previó serían sus últimos momentos. Luego, caminaríamos por los alrededores de la llamada Zona Cero, escuchando el silencio locuaz del dolor colectivo, las paredes y postes convertidos en volantes de esperanza en busca de los seres queridos desaparecidos, un niño (el hijo de Acosta) recogiendo compungido con una especie de cuchara improvisada las cenizas del suelo convertido en historia, etc., etc. Y, finalmente, la reconstrucción de lo destruido, como haciéndolo indestructible en el tiempo por la digna voluntad indoblegable del pueblo norteamericano.
La sobria narración de Acosta se vuelve íntima, casi personal, a veces de un lirismo que toma prestado de la poesía, pues del habla del alma se trata; que es decir, lo que quedó detrás de sus ojos. Le edición de Raúl Barcelona y la música de Alfredo Triff se imbrican armoniosamente al texto narrado y las imágenes espontáneas que se sucedían delante del lente, como buscando su registro por sí mismas.
A pesar de la poca publicidad que se le hizo al evento, un nutrido público acudió a la premier. Entre ellos otros cineastas, actores y actrices, periodistas, neoyorquinos asentados en la Florida y, como es lógico, miembros de nuestra academia. Luego de la proyección se llevó a cabo un panel compuesto por los realizadores del documental con la asistencia de Andrés Martínez y moderado por Luis Leonel León, Secretario del Capítulo de la Florida de la AHCE, entidad que ha tomado como tarea el estudio y reconocimiento de la historiografía fílmica del Exilio Cubano, como quedó demostrado con la investidura este año de Eduardo Palmer y Lilo Vilaplana.
Cuarenta minutos le bastaron a Iván Acosta darnos a conocer todo lo que había quedado detrás de sus ojos aquel 11 de septiembre de 2001 y meses subsiguientes, aunque en realidad (y quizás sin habérselo propuesto) nos permitió ver lo que todavía queda en el alma de Nueva York (y de esta gran nación toda), ciertamente herida por la infamia, pero arropada de valor, honor y esperanzas que, conjugados, sirven de raíz a la resiliencia demostrada por este pueblo a través de toda su historia. Y que lo define, por siempre.
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