(Palabras pronunciadas por el Dr. Eduardo Lolo en el simposio Martí, su muerte y su familia llevado a cabo por Patria de Martí, una organización del Exilio cubano, el 19 de mayo de 2022.)Algunos han sugerido, directa o indirectamente, que Martí partió solo al galope en busca de las balas que le ocasionarían la muerte; es decir, que fue una premeditada inmolación histórica por un ideal que le venía acuciando desde su adolescencia. Y, como fue llevada a cabo con la ayuda de un agente exterior, habría sido una acción que se pudiera calificar, utilizando el vocabulario actual, como un suicidio asistido.
Yo no voy a conjeturar sobre las posibles razones de semejante actitud. Según Sigmund Freud el suicidio está asociado a la melancolía por la pérdida de amor y, basado en ese concepto, mi hipótesis voy a basarla en el por qué Martí no tenía razones para tal supuesta inmolación. Y voy a comenzar por una razón mucho tiempo atrás dada por William Shakespeare en su famoso Soneto LXVI
Cansado de todo esto, invoco el descanso de la muerte
Al ver nacer el mérito como mendigo
Y la enclenque torpeza alegremente ornada
Y la fe más sincera vilmente traicionada
Y la honra refulgente con deshonra concedida
Y el virginal pudor brutalmente atropellado
Y la recta perfección, con saña afrentada
Y el brío juvenil por cojera quebrado
Y el arte amordazado por la autoridad
Y la necedad con tono doctoral oprimiendo al talento
Y llamada simpleza la verdad más natural
Y al bien, cautivo, sirviendo al mal, su señor
Harto de todo esto, huiría espantado de la vida,
Si no fuera porque, al morir, dejaría solo a mi amor.
De lo anterior se desprende que la razón de suicidarse y la razón de no suicidarse, incluso en las más difíciles circunstancias, tienen la misma raíz: el amor. Y es el caso que Martí, a pesar de todas las vicisitudes de su vida, nunca careció de amor. Llegado muy joven a España, casi de inmediato fue objeto y sujeto de amor. Incluso, en más de una ocasión fue amado y supuestamente amó a más de una mujer a la vez. Nunca le faltó, pues, amor al que culpable dejar solo por tratar de morir voluntariamente. Es más, en 1895 Martí llevaba tiempo disfrutando de una estable relación amorosa con una mujer que lo idolatraba: Carmen Mantilla, con quien mantendría la más larga relación de ese tipo en toda su vida (más de una década), aunque según muchos de naturaleza controvertida y, de hecho, nunca legalizada.
Descartada dicha razón, paso mi conjetura a otro tipo de amor: al de sus ideales. En el momento de tomar las riendas del caballo que lo llevaría a la muerte y, al mismo tiempo, a la inmortalidad, Martí estaba en el punto culminante de sus luchas por sus ideales. Atrás habían quedado su destierro, sus desavenencias en 1884 con Máximo Gómez y, más recientemente, su encontronazo con Maceo, quien se sintió deshonrado cuando Martí lo destituyó como jefe de la expedición mambisa desde Costa Rica a favor de un subalterno, afrenta que todo parece indicar Maceo nunca le perdonó. Incluso, los supuestamente enérgicos pormenores de la famosa reunión de La Mejorana (que por algo fueron desprendidos de su Diario de Campana), en nada disminuyeron que Martí, sin lugar a dudas, fuera reconocido como el líder de la gesta del 95. Los héroes de epopeyas anteriores quedaban, voluntariamente o a regañadientes, bajo su liderazgo. La Guerra del 95 fue, como dijo Pedro Roig, la Guerra de Martí.
A lo anterior súmese que ya por ese entonces Martí era uno de los escritores hispanoamericanos más conocidos de la época, alabado tanto por sus contemporáneos como por grandes figuras de la generación anterior y la posterior a la suya, como demuestran las palabras de Sarmiento y Darío respectivamente. Sus “correspondencias” (como él llamaba su combinación genérica de ensayo y crónica) se publicaban en más de una docena de importantes medios de prensa de los Estados Unidos e Hispanoamérica. Como poeta, fue uno de los iniciadores del movimiento Modernista y pionero de la Literatura Infantil en idioma español en América.
¿Quién va a suicidarse en la cima de su vida, cosechando los frutos de todos sus esfuerzos políticos, intelectuales y personales?
Pasemos a la segunda posibilidad: la impericia militar de Martí por falta de entrenamiento y experiencia al respecto. Como yo estoy en la misma situación, no puedo opinar al respecto. Pero, por lo mismo, creo poder suponer con conocimiento de causa (en este caso mi ignorancia), cuál podría haber sido la ruta que se hubiera trazado Martí para unirse a las fuerzas mambisas batallando contra las fuerzas coloniales. Como todos sabemos, unos vigías llegaron al campamento insurrecto con la noticia de que venía en esa dirección una columna enemiga. Gómez, de inmediato, sale a enfrentarla antes de que llegaran al campamento mambí, el cual siempre tiende a moverse lentamente por la llamada impedimenta. Martí, incumpliendo las órdenes de Gómez, al escuchar los disparos, sale al galope hacia el sitio desde donde se oía el fragor del combate a fin de formar parte de la batalla. Se supone que una pequeña partida de guerrilleros (colaboradores militares cubanos de las fuerzas colonialistas) se encontraba oculta haciendo sus labores de exploradores detrás de las fuerzas mambisas, puede que observando y evaluando el campamento para luego llevar su información a los españoles. Martí no los vio, pues permanecían escondidos entre la maleza, conjeturo que no tanto emboscados como tratando de pasar inadvertidos. Pero la venida de un jinete solitario fue para ellos mucha tentación y lo abatieron de inmediato, sin saber quién era.
¿Fue un error táctico de Martí? ¿Debió haberse ladeado a la izquierda o a la derecha para incorporarse al frente de batalla de costado en vez de intentar hacerlo en línea recta? No tengo la menor idea. Sería bueno que un especialista en estrategia militar de caballería (que no creo que existan muchos en la actualidad) diera su opinión. Errado o no, lo cierto es que la decisión de Martí le costó la vida en el pináculo de su existencia.
Paso a entonces a la tercera posibilidad: la predestinación. Es conocida la polémica (todavía para muchos sin resolver, dicho sea de paso) entre predestinación y libre albedrío. Las herramientas para seleccionar una u otro incluyen elementos tanto de teología como de filosofía. Dicha porfía comenzó en el siglo XVI, con dos figuras claves en el desarrollo de dichos sistemas: Juan Calvino, defensor de la predestinación, y Jacobo Arminio, del libre albedrío. En la actualidad las posturas han sido sintetizadas popularmente en dos frases comunes muy ilustrativas: “nada es casualidad” como interpretación del calvinismo y “el hombre hace su propio destino”, como síntesis de los criterios arminianos. Altos pensadores han tratado de combinar ambas posturas sin éxito definitivo alguno. Como cubano al fin (pues metemos la cuchareta en todo), yo tengo mi opinión personal, que me reservo por no venir al caso. Dejo a cada cual que saque su propia conclusión con relación a la muerte de Martí a caballo en la historia y entre la predestinación y el libre albedrío.
Pero cualquiera que sea el sistema elegido (el calvinista o el arminiano, o alguna combinación) de ahí salto a otra “papa caliente” del pensamiento: la premonición. Hay muchos charlatanes que dicen poder “ver” el pasado o el futuro, o ambos a la vez, y hasta ganarse la vida con ello desde tiempos inmemoriales. Y unos pocos que sorprenden por demostrar haber visto (o más bien sentido) uno u otro de manera involuntaria y sin ánimo de lucro alguno. El concepto materialista del tiempo como “unidireccional e irreversible” desecha el concepto de premonición. Otras interpretaciones como “la multiplicidad del tiempo” hasta ahora no han dado más que especulaciones al respecto u obras de ciencia-ficción. No voy a meterme en conceptos físicos como “tiempo solar medio” o “tiempo solar aparente” y otras (para mí) galimatías dado mi incultura científica. Yo voy a utilizar otra concepción emitida no por un científico, sino por un poeta: Góngora, quien dijo que el tiempo no pasa, que somos nosotros los que pasamos. De ser cierto (o al menos posible) ese concepto, entonces el tiempo es un ente permanentemente fijo e inamovible junto al cual pasa la vida. Se me ocurre “verlo” como una alta muralla, cuyo principio y fin desconocemos (si es que tiene tales), junto a la cual va la senda de la vida, con lo que no se puede obviar la fórmula de la distancia recorrida como la multiplicación de velocidad por tiempo. Así las cosas, y para no complicar mucho el asunto, quienes avancen a una velocidad superior o inferior a la norma “verían” en la vida o en el tiempo (o al menos tendrían una especie de atisbo de) aspectos que, para quienes avanzamos a la velocidad media, formarían parte del pasado o del futuro, según se atrasen o adelanten a la media.
Pero regresemos a Martí. Es de todos conocido su “moriré de cara al sol.” Nótese que no dijo “quiero morir de cara al sol”, o “pienso morir…”, sino “moriré” Y claro que se refería al sol del trópico, específicamente al sol de arrebato de su Cuba, no al sol casi siempre mortecino de Nueva York donde lo escribió. Con aproximadamente un lustro de antelación, ya él lo daba como un hecho incuestionable y sin duda alguna ineludible, a la espera en el tiempo: “moriré” a secas. Y así fue.
¿Fue la muerte de Martí producto de una inmolación preconcebida? Estoy seguro de que no. ¿Fue su impericia militar casualidad o causalidad de su muerte en combate, o su fin “de cara al sol” premonición de un hecho predestinado? Como quiera que haya sido, abandono el reino de las conjeturas y ahora me ataño a los hechos. Por todo lo que vino después en nuestra historia es evidente que “Martí no debió de morir” y que, por lo tanto, todos sentimos compungidos que “aquí, falta, señores, ¡ay!, una voz.” Aunque, como parte de este panel y con este público presente, y todos los esfuerzos del exilio por la reconquista de la libertad en nuestra Patria y mantener digna la antorcha martiana, pongo en duda de que falte del todo esa voz. Su voz todavía reverbera en su obra y en la voz de cada exiliado cubano y los compatriotas dignos en la Isla, quienes llevan en sí “el decoro de muchos”. Cierto que “Martí no debió de morir”; pero, como todo héroe, Martí no ha muerto del todo. Es más, parafraseándolo aunque con cambio de personaje, estoy seguro de que Martí tiene mucho que hacer por Cuba. Todavía.
Muchas gracias.
Tomado de Palabra Abierta: Revista y Casa Editora de Cultura Universal. Posted: 06/06/2022.
Un saludo, estoy muy de acuerdo con el autor del texto, solo quiero hacer una precisión por si puede ayudar: Muchas veces he oído lo de las "páginas arrancadas" que un día me fuy a buscar el diario en el archivo, el mismo tiene dos numeraciones, una en tinta, manuscrita como el propio diario, la que podría investigarse en su caligrafía (si es de Martí)- yo creo que sí- y otra numeración hecha con uno de esos cuños que alguna vez vi, lo cuales cambian los números por digitos, en fin para foliar- y también en mi opinión esa numeración se dio en un archivo, o sea posterior a la escritura del diario. Ahora bien la numeración manuscrita es continúa, no le falta ningún numero, lo que no ocurre con la del cuño, la que salta, no recuerdo si son tres o más números. Esto me lleva a inferir que no fue arrancada ninguna hoja, sino que quien primero dijo eso se guió por el folio del cuño y ese mito se ha repetido hasta hoy. Por demas no existe un salto abrupto en el cuerpo del texto del diario. Pero en fin la historia se compone de mitos y realidades o viceversa.
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