Por Rolando Alum
NUEVA JERSEY, Estados Unidos. ̶ Este 30 de mayo de 2021 se cumplen 60 años del ajusticiamiento del sanguinario dictador Rafael Trujillo, quien atormentó a la República Dominicana (R.D.) por 31 años (1930-1961). A propósito de la fecha, propongo contrastar el itinerario de R.D. con el de “Cuba Socialista” en las seis décadas más recientes.
Aunque Dominicana logró constituirse en república independiente mucho antes que Cuba, para los años cincuenta del pasado siglo el estándar de vida cubano era superior al de la nación quisqueyana, una situación diferente a la de hoy en día.
Como escribiera la historiadora Lauren Derby en The dictator’s seduction (2009), previo al arribo al poder de Fidel y Raúl Castro en Cuba en 1959, “Trujillo no tuvo paralelo en las Américas como arquetipo de autócrata absolutista”. Citemos meramente un par de semejanzas:
- Los dos regímenes montaron un andamiaje propagandístico internacional con legiones de intelectuales apologistas obstinados en “lavar” la imagen de esas dictaduras, incluyendo campañas demonizando a los opositores internos y los exiliados.
- El poder titular se traspasó del hermano mayor al menor (Héctor Trujillo y Raúl Castro, respectivamente). Ellos, a su vez, designaron sus sucesores “a dedo”, y aunque no emparentados, sí leales servidores: Joaquín Balaguer en R.D. y Miguel Díaz-Canel en Cuba.
Ciertamente, Balaguer jugó un rol fundamental en la evolución paulatina hacia la democracia quisqueyana, y posteriormente se desempeñó como presidente electo repetidamente (aunque, admito, controvertido). Los expertos, aun algunos apologistas, dudan que Díaz-Canel fomente una transición positiva similar.
Los períodos posbatistato y postrujillato
Fulgencio Batista abandonó Cuba el 1ro de enero de 1959. Los hermanos Castro llenaron el vacío de poder disfrazados de “revolucionarios humanistas”. La lucha antibatistiana de los años cincuenta, esencialmente burguesa, fue una rebelión proconstitucionalista y civilista. Sin embargo, la familia Castro impuso una distopía orwelliana militarizada que ha sumido al país en una miseria sin precedentes. Irónicamente, los cubanos dependen hoy mayormente de los tan vituperados exiliados.
En República Dominicana al Trujillato le siguió un período de inestabilidad que culminó en la guerra civil e intervención conjunta de la OEA y EE.UU. (1965). En las elecciones de 1966 resultó electo presidente el extrujillista Balaguer, quien, no obstante, su pasado patrocinó una constitución liberal (influenciada por la cubana de 1940) cuyo legado es todavía guía reglamentaria en R.D.
Durante las últimas seis décadas, a pesar de múltiples contratiempos, R.D. ha marchado progresivamente por la senda de la Sociedad Abierta Popperiana, expandiendo los derechos individuales, así como preservando la libre empresa que estimula el crecimiento económico y la disminución de la pobreza. Cuba, por el contrario, continúa retrocediendo en todo aspecto con su ridículo patrón sovietizante. Examinemos otros contrastes más bien político-jurídicos:
La estructura gubernamental dominicana refleja la división tripartita clásica, con los poderes ejecutivo y legislativo (con representación de todos los partidos políticos de todas las ideologías) electos por el voto popular. El poder judicial es independiente, típico del modelo liberal. Pero en Cuba impera el unipartidismo omnipotente, controlado por una sola casta familiar: los Castro y sus más allegados privilegiados.
R.D. ha celebrado 16 comicios generales eligiendo ocho presidentes (tres fueron reelectos), patrocinados por cuatro partidos principales alternándose en el gobierno. En tres ocasiones casi consecutivas se eligieron mujeres a la vicepresidencia. En Cuba, sin embargo, rige un solo partido todopoderoso: el comunista, y dominado por hombres (muchos de ellos ya envejecidos).
En República Dominicana, aparte de la encomiable renovación política y generacional periódica:
- El estado no hostiga a los que deseen emigrar, ni los gays, raperos, y otros grupos considerados marginados (como los practicantes de ritos afrocubanos).
- No existen exiliados o presos políticos, torturados, desaparecidos, paredones, ni comités de chivatos.
- No se controla la población con racionamientos.
- Los emigrados (que no son oficialmente vituperados como “escoria,” “gusanos”, traidores, etc.) pueden participar en la política doméstica aun desde el exterior.
República Dominicana prospera, Cuba languidece
Irónicamente, entre los problemas más apremiantes de R.D. se encuentran:
- Las riñas interpartidistas: un fenómeno que en Cuba no tiene lugar ya que se permite solamente un partido piramidal, exclusivista (y machista).
- La inmigración haitiana —esa perenne hipersensitiva preocupación nacional: las inmigraciones indocumentadas son típicas de las sociedades abiertas, adonde los ciudadanos de países menos libres y/o menos desarrollados ansían emigrar. En Cuba se presenta el otro extremo: la huida en masa constante (“votando con los pies”), por cierto, contrariamente a la Cuba pre-1959, cuya tasa de inmigración fue positiva desde 1902.
Usualmente, los cubanٔólogos internacionales enarbolan la experiencia poscomunista de la Europa Centro-Oriental como inspiradora para una Cuba post socialista. Pero Cuba bien pudiera aprender lecciones del experimento dominicano (particularmente de sus fallas).
Quedan aún múltiples retos socio-económico-políticos por remediar en R.D.; pero su sistema democrático-liberal merece elogio mundial al conmemorarse el sexagésimo aniversario de la caída del nefasto Trujillato.
*Rolando Alum Linera es antropólogo sociocultural Investigador Asociado Externo de la Universidad de Pittsburgh, y ex becario Fulbright y de la OEA en Santo Domingo; y dedica este artículo a la memoria de su prima-hermana Caridad Linera (Cuba 1944 ̶ Miami 2021), quien rutinariamente lo animó a proseguir análisis comparativos entre los sistemas dictatoriales. Este artículo fue publicado en Cubanet y reproducido aquí por cortesía de su autor.
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