Thursday, May 27, 2021

7 escritores cubanos encarcelados por sus ideas*

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Por Arbol Invertido

Cuba, tierra de escritores, desde el primero de enero de 1959 ha sido especialmente una isla de escritores censurados y presos por sus ideas. Conoce las historias de siete escritores cubanos encarcelados por pensar diferente.

Poner tras las rejas a los escritores cuando estos cruzan una raya roja, porque se atreven a cuestionar al poder o porque se niegan a “entrar por el aro”, ha sido una práctica habitual en la etapa de la revolución cubana, desde 1959.

Aunque evidentemente no fue Fidel Castro el primer gobernante de la isla que temió a los escritores y los trató de enmudecer encerrándolos. Durante la colonia, tenemos al poeta Juan Francisco Manzano, nacido esclavo. Hay incluso una literatura “carcelaria”, escrita durante o sobre el castigo de la cárcel. Esa bibliografía es amplia y recoge momentos célebres. Se cuenta que el poeta Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) iba recitando su poema “Plegaria a Dios” mientras lo llevaban al lugar de su ejecución. Otro poeta fusilado por los españoles, Juan Clemente Zenea, escribió en su celda el Diario de un mártir. José Martí, cuando era muy joven, fue condenado por revelar sus ideas independentistas en una carta privada, experiencia que resumió en El presidio político en Cuba. Luego, en la primera mitad del siglo XX, pasaron alguna vez por la cárcel escritores como Rubén Martínez Villena y Alejo Carpentier, entre otros. También tenemos el Presidio Modelo, de Pablo de la Torriente Brau.

Pero, cuando la isla queda dominada por la ideología comunista, es cuando se abre para los escritores cubanos un largo capítulo de vigilancia sistemática, campos de concentración (UMAP), normas sociales impuestas por decreto, adoctrinamientos, censuras, correcciones de la conducta, y el castigo de la cárcel para los más problemáticos, pena que casi siempre acaba en destierro.

Uno de los procesos más sonados del gobierno cubano contra un escritor, fue el del poeta Heberto Padilla: antes de obligarlo a autoinculparse públicamente, en una escenificación que pasaría a los anales universales de la infamia, estuvo treinta y siete días encarcelado (entre marzo y abril de 1971) en Villa Marista, sede de la Seguridad del Estado.

Si intentáramos mencionar a todos los escritores condenados a pasar una temporada en las cárceles revolucionarias, correríamos el peligro de hacer una lista demasiado extensa, y, aun así, pasar por alto más de un nombre. Asimismo, elegir solamente a unos pocos no resulta menos difícil, pues parece imposible comparar entre cantidades de sufrimiento.

A continuación, hemos seleccionado a siete de los más significativos en esta historia, en representación de todos los escritores cubanos encarcelados a partir de 1959.

Reinaldo Arenas (1943-1990)

Fue tal vez el primer caso notable de condena contra un escritor por parte del régimen. Abiertamente homosexual, el poeta y narrador nacido en 1943, quedó excluido desde los primeros años de la Revolución de los principales espacios que marcarían la política trazada por Fidel Castro en su famoso “Discurso a los intelectuales”. Desde la Biblioteca Nacional al Instituto Cubano del Libro y de allí a las páginas de la revista La Gaceta de Cuba, el estamento público que comenzaba a alcanzar Arenas, a la par que sus constantes críticas a la dictadura, dispararon las alarmas de la Seguridad del Estado (SE), órgano represivo creado para controlar de cerca cualquier actividad de oposición emergente en la isla.

Tras el éxito de su única novela publicada en territorio nacional, Celestino antes del alba (1967), agotada en apenas una semana y sin reeditarse, la SE, que para el año 1971 ya se había estrenado en sus métodos estalinistas con la sonada autoinculpación del poeta Heberto Padilla, se dispuso a seguirle los pasos a Arenas. Lo que sobrevino fue la acusación por “desviaciones ideológicas” contra el escritor de treinta años y su condena a prisión, que cumplió entre 1974 y 1976 en las mazmorras del castillo El Morro, frente a la bahía de La Habana.

Luego de su liberación permaneció algunos años silenciado en Cuba, hasta su salida por el Mariel en 1980 hacia el exilio, de donde nunca regresó.

Sus años de supervivencia en El Morro, confinado entre presos comunes, quedaron recogidos en su autobiografía Antes que anochezca (1992), el libro en que se basó el director Julian Schnabel para realizar la película de igual título, con Javier Bardem en el papel de Arenas (actuación que le valdría al español una nominación a los Premios Oscar en 2001).

Pero, Arenas no pudo asistir a ese y otros éxitos que darían a conocer su magia narrativa y su vida insobornable dentro de un gran reconocimiento internacional. El 7 de diciembre de 1990, enfermo de SIDA, puso fin a su existencia en la ciudad de Nueva York.

“O se vive como uno desea, o es mejor no seguir viviendo”, apuntó en su autobiografía, concluida poco antes de su último día. “En Cuba había soportado miles de calamidades porque siempre me alentó la esperanza de la fuga y la posibilidad de salvar mis manuscritos. Ahora la única fuga que me quedaba era la muerte”.

Ángel Cuadra (1931-2021)

De opositor a la tiranía de Fulgencio Batista, cuando estudió en la Universidad de La Habana, pronto pasó a oponerse también al nuevo régimen, cuando comprendió que no eran muy diferentes.

Ángel Cuadra fundó tempranamente el Grupo Literario Renuevo (1957) y publicó su poemario Peldaño (1959). Ejerció como abogado hasta 1967. Para ese año, mientras la cortina de hierro a la que se había hilvanado el gobierno cubano comenzaba a oxidarse con las primeras protestas de polacos y checos, las “actividades subversivas” del poeta Cuadra acabaron por no cuadrarle al ojo atento de la tiranía.

Formó parte de una revista en contra del gobierno. Lo sentenciaron a 15 años de prisión, pena que cumplió con su cuota añadida de golpes, insultos, castigos, menoscabos y el aislamiento de los suyos.

Jamás consiguieron doblegar su alma de poeta, y desde la celda concibió y logró publicar, con la ayuda de amigos en el extranjero, Impromptus (1977) y Poemas en correspondencia (1979). En la prisión se dedicaba además a la publicación clandestina de textos literarios de presos políticos. Declarado prisionero de conciencia por Amnistía Internacional, fue nombrado miembro honorario del PEN Club de Suecia en 1981, hasta que, tras una gran campaña internacional, fue puesto en libertad y en 1985 pudo emigrar a Estados Unidos, donde se reunió con su familia.

Viajó a Suecia y Alemania, los países que más habían hecho por su libertad. Se graduó en Letras Hispánicas en la Universidad de la Florida, allí trabajó como profesor de Lenguas Modernas. Fundó el PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio y continuó escribiendo incansablemente hasta su muerte en febrero de 2021.

María Elena Cruz Varela (1953)

La única mujer de esta lista, autora del poemario Hija de Eva (1991), con que ganara el Premio Nacional de la UNEAC, nació premonitoriamente el mismo año en que Fidel Castro asaltó el cuartel Moncada. A inicios de la década de 1990, ya María Elena se enfrentaba a la disyuntiva de no permanecer indiferente ante la situación política provocada por el autoritarismo del mismo hombre que en el año de su nacimiento había atacado al ejército batistiano buscando para Cuba supuestamente un cambio de destino. ¿Tendría ahora ella el coraje de exigir un cambio en la nación que hasta entonces había vivido y defendido con sus virtudes literarias?

Lideró el grupo disidente Criterio Alternativo, y decidió, junto con otras personalidades de la cultura, redactar una Declaración de los Intelectuales Cubanos que pasaría a conocerse como “La carta de los diez”, por el número de firmantes. Enviaron el documento el 2 de junio de 1991 a las más altas instancias del Partido Comunista de Cuba y a la Asamblea Nacional, solicitando explícitamente a Fidel Castro la liberación de los prisioneros políticos.

Figuras como Jorge Pomar Montalvo, Fernando Velázquez Medina y Manuel Díaz Martínez, estamparon sus firmas al pie de aquella misiva que empezó a circular de mano en mano por la capital cubana.

La tarde del 19 de noviembre de 1991, una pareja de conocidos llegó al apartamento de María Elena en un edificio del reparto Alamar, pidieron para pasar a discutir varios puntos de una campaña de octavillas lanzada por Criterio Alternativo. Pero, cuando la poeta accedió a abrirles, aquel hombre y aquella mujer se transformaron en desconocidos monstruos, y se multiplicaron en una turbamulta que surgía de todos los costados de la vivienda, irrumpiendo violentamente y destrozando cuanto encontraban a su paso. Golpearon a todas las personas presentes, incluyendo a la hija de María Elena. Y a ella la arrastraron escaleras abajo hasta la calle, donde otro grupo tenía la misión de introducirle por la boca los papeles con las octavillas del programa opositor.

Fue conducida a Villa Marista, el centro de la Seguridad del Estado, y, en juicio sumarísimo, condenada a dos años de prisión. Los “actos de repudio”, sin precedentes en materia de crueldad, y el ensañamiento dentro del presidio, sin embargo, no pudieron someter a la escritora. Después de dos años de cárcel y una campaña internacional pidiendo su liberación, partió al exilio en 1994, primero a España y luego a los Estados Unidos, donde seguiría publicando obras fundamentales de la literatura de todos los tiempos, como el testimonio Dios en las cárceles de Cuba (2001), memorias noveladas de las mujeres que padecieron el presidio político en Cuba.

Jorge Olivera Castillo (1961)

Detenido por una tropa militar en su hogar en La Habana el 18 de marzo de 2003 y, tan solo 15 días después, juzgado en un proceso sumario, sin ninguna posibilidad de defensa. Se le acusó de cometer actos “contra la independencia nacional y la economía de Cuba” (Ley 88). Sus culpas tan “terribles”, consistían en la publicación de artículos de opinión en la revista Encuentro de la cultura cubana en Madrid y otros medios internacionales.

Nacido en el barrio de Belén en La Habana Vieja, Cuba, en 1961, Olivera Castillo había trabajado diez años como editor en la televisión cubana, hasta que, en 1991, tras un intento fallido de abandonar la isla en una balsa, empezó a sufrir las consecuencias de disentir. Dos años más tarde realizaba su primer reportaje para Radio Martí, y en 1995 fundaba junto a otros periodistas Havana Press, agencia de periodismo libre, de la que luego se convertiría en director.

Aprovechando que los Estados Unidos y el resto del mundo concentraban su atención en la guerra de Irak, el gobierno cubano se propuso deshacerse, con un solo golpe, de los principales reporteros independientes y opositores que lo señalaban, y Olivera estaba entre ellos. “Sobre las dos de la tarde del 18 de marzo de 2003 —contaría luego— fui arrestado. Había regresado del hospital, de atenderme un problema gastrointestinal, cuando violentamente irrumpió una tropa de alrededor de veinte militares”. Se conoce a estos hechos como la Primavera Negra de 2003. El mismo día fueron detenidos unos 75 opositores, para ser condenados en tiempo récord. La sanción contra Jorge Olivera: 18 años de cárcel.

Se le trasladó a más de 900 km de su familia, a la cárcel de Chafarina en Guantánamo, en el otro extremo de la isla.

“Fueron días terribles. Las celdas mínimas de cuatro personas estaban tapiadas. Las camas eran una plancha de zinc fijada a la pared con una cadena. Los medicamentos te los sitúan en una bandeja metálica fuera de la celda. Te llaman por un número. Ya no era Jorge, sino el recluso 666. Duermes con dos lámparas de luz fría que nunca se apagan. A cualquier hora del día o la noche te llaman para largos interrogatorios. Te conducen por largos y sombríos pasillos repletos de celdas donde no ves a ningún otro detenido. Es como la boca de un lobo”, recuerda Olivera.

En prisión, su salud seguiría agravándose. Pero, también allí empezó a escribir poemas. “La poesía me salvó de la locura”, ha dicho. “En mi encierro en una celda de aislamiento, durante más de nueve meses, fue que las musas me visitaron con mayor asiduidad. No podría explicar el porqué de esto. Son los misterios de la vida”.

Cuando había cumplido 18 meses de condena, quedó en libertad con una licencia extrapenal, por razones de salud. Siguió escribiendo y disintiendo del régimen, sin aceptar la oferta del exilio, a pesar de sufrir continuamente acoso y represalias.

Sus vivencias de la cárcel están presentes en algunos de sus libros, como en los cuentos de Huésped del infierno (Ed. Aduana Vieja, España, 2007) y Antes que amanezca y otros relatos (CADAL, Buenos Aires, 2010), así como en los poemarios Sobrevivir en la boca del lobo (Ed. Hispano Cubana, España, 2012) y Tatuajes en la memoria (Praga, 2013).

Raúl Rivero (1945)

Otro “sobreviviente” de las represalias a los firmantes de la famosa “Carta de los Diez” fue el poeta y periodista Raúl Rivero. Había ganado los más importantes premios nacionales, cuando incluso se especulaba que estaba llamado a ser el sustituto de Nicolás Guillén como Poeta Nacional de Cuba. Pero, en 1989 renunció a su membresía en la oficialista Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Aunque no sería hasta la década del 90 cuando lograría desprenderse de la costra ideológica que permeaba todas las instituciones culturales del país.

En 1995, en su cumpleaños 50, quien había sido uno de los fundadores de la revista procastrista El Caimán Barbudo y ex corresponsal de Prensa Latina, se lanzó a la creación de la agencia de noticias independiente Cuba Press. Con la fiel compañía de Ricardo González Alfonso, fundó en el 2000 la Sociedad de Periodistas Independientes Manuel Márquez Sterling, primera asociación de periodistas autónomos de la isla, de la que saldría también la revista De Cuba, con González Alfonso como director.

La Primavera Negra del 2003 intentó cortar todas las actividades del pensamiento libre en Cuba. Unos 75 disidentes, y entre ellos un considerable número de periodistas, fueron acusados de realizar actos “contra la protección de la independencia nacional y la economía de Cuba y actos contra la independencia o la integridad o estabilidad territorial del estado”. Sobre Rivero cayó entonces una condena de 20 años de cárcel.

En Vidas y oficios. Los poemas de la cárcel, reunió los textos surgidos tras las rejas. Un libro “escrito para fugarme de la cárcel, para salir de ese lugar hostil y lleno de crispaciones donde estaba”, con poemas que nacieron en una celda en la que “sólo se podían dar seis pasos seguidos”. Cumplió año y medio, y salió en 2004 gracias a una licencia extrapenal, por problemas de salud. La presión internacional hizo posible la exoneración de la mayoría de los del grupo, y su salida del territorio nacional. Rivero se radicaría en España y posteriormente en Estados Unidos.

Manuel Vázquez Portal (1951)

La trayectoria de Vázquez Portal, nacido en 1951 en la ciudad de Morón, en el centro de la isla, no es muy distinta a la de Rivero, oriundos de la misma ciudad.

Vinculado en la década de los 80 a la cultura oficial promovida por el gobierno, Vázquez Portal trabajó como asesor para asuntos literarios del Ministerio de Cultura. En apenas una década, este prolífico autor llegó a contar con poemarios como Del pecho como una gota, A mano abierta, Cantos iniciales, Un día de Pablo y Cascabeles, casi todos reconocidos con los mayores premios que otorgaban las instituciones estatales en esa época.

Pero, entrando en los 90, cuando la realidad cubana se volvía más desoladora y asfixiante, con la eliminación de las revistas literarias y la censura en su punto más crítico, tomar un compromiso abierto se volvió para Portal una necesidad imperante. Pasó del cultivo de las formas tradicionales de la poesía a asumir un rol social como periodista independiente, lo que le valió el desprecio de los simpatizantes del régimen y la expulsión definitiva de la UNEAC en 1995.

Primero desde la plataforma Cuba Press, y más tarde desde su Grupo de Trabajo Decoro (1998), publicaba artículos criticando la economía nacional y la ausencia de democracia.

También fue sentenciado en la Primavera Negra de 2003. Su condena: 18 años. Recluido en la cárcel de Boniato, en Santiago de Cuba, era llevado frecuentemente a celdas de aislamiento, y realizó varias huelgas de hambre. En mayo de 2003 escribió un diario, que pudo ser sacado clandestinamente, describiendo las duras condiciones de la prisión. Tras una campaña internacional y merecer el premio internacional de la Libertad de Prensa del Comité para la Protección de Periodistas, finalmente recibió la liberación por el deterioro de su salud. Exiliado en Estados Unidos.

Ángel Santiesteban (1966)

La entrega del Premio Václav Havel en 2020 al escritor cubano Ángel Santiesteban (1966) no podía sorprender a nadie. Al menos a nadie que conociera la historia de este formidable narrador que, al igual que el escritor checo, había puesto a temblar al régimen totalitario desde su propia obra y delante de sus propias narices. El libro Dichosos los que lloran (2006), con que ganó el Premio Casa de las Américas, lo situó entre lo más selecto de la narrativa contemporánea de Cuba.

Parecía difícil, entonces, que tras convertirse en un autor molesto con la apertura de su blog Los hijos que nadie quiso, al escritor se le pudiera fabricar una imagen de descrédito entre sus colegas y lectores. Era el período posterior a la Primavera Negra, habían emigrado la mayoría de hombres y mujeres de letras que representaban un problema para la dictadura.

Quizás los represores creían que tendrían un descanso y podrían suspirar aliviados. Pero, la aparición de Internet y el auge de los blogueros, vino a provocarles otra vez pesadillas, y los vigilantes de la ciudad letrada optaron por extenderse en sus métodos de espionaje cibernético y la descalificación de todo aquel que expresara el menor desacuerdo. Fabricar casos de delitos comunes contra los disidentes se convirtió en una táctica acostumbrada para, al mismo tiempo que se ejecuta la represión, inhibir la solidaridad internacional.

Contra Santiesteban se orquestó en 2013 una infamia que involucró la coacción a su ex esposa y la elaboración de un presunto delito de “violación de domicilio y lesiones”, por el que debía cumplir cinco años en prisión. Apostaban quizás por la posibilidad de que, mientras él veía acercarse un juicio de sentencia segura, decidiera escapar de la isla como lo había hecho parte de su familia en una balsa muchos años atrás.

Pero, por el contrario, Santiesteban no solo permaneció en la isla, sino que acrecentó su crítica frontal al sistema.

Tras dos años y medio en las prisiones, y el apoyo del exterior y la falta de pruebas en el amañado proceso, pudo volver a la calle, para continuar su activismo y seguir escribiendo una literatura descarnada, en buena parte aprovechando las historias de la cárcel.

Santiesteban se ha burlado del “castigo”, diciendo que para un escritor como él, quien agradece hallar los temas de la dura realidad que prefiere incluir en sus cuentos, llevarlo a la cárcel resultó como si lo premiaran con una beca para apoyar su literatura.

Fue uno de los guionistas del filme Plantados, dirigido por Lilo Vilaplana, sobre la historia del presidio político cubano. Después, ha publicado El verano en que Dios dormía (Premio Frank Kafka, Praga, 2013) y El regreso de Mambrú (Premio Reinaldo Arenas, Miami, 2016). Creó en 2018 el independiente Club de Escritores y Artistas de Cuba.

*Tomado de Arbol Invertido

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