El editor cubano Víctor Batista Falla falleció este domingo por complicaciones derivadas del coronavirus en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí de La Habana, ciudad en la que estaba de visita desde el 6 de marzo después de 60 años sin pisar la Isla.
El intelectual, de 87 años, residía en Madrid, donde había fundado en 1998 la editorial Colibrí, dedicada a la historia y el ensayo especializados en Cuba y que cerró en 2013. Entre los autores de prestigio publicados por la firma están Rafael Rojas, Carmelo Mesa-Lago, Marifeli Pérez-Stable, Jorge Luis Arcos, Alejandro de la Fuente, Ernesto Hernández Bustos, Jorge I. Domínguez, Roberto González Echevarría y Antonio José Ponte.
Batista Falla creció en una familia adinerada (su padre era banquero y sus abuelos maternos, dueños de grandes ingenios azucareros), pero no particularmente inclinada en el ámbito cultural. Sin embargo, atribuye a su hermano Laureano, que estudiaba derecho en la Universidad de Villanueva, su acercamiento a la literatura. Éste junto a varios compañeros de clase inició unas tertulias a las que Víctor asistía esporádicamente pero en las que se implicó cuando Laureano se fue a vivir a Alemania en 1958 y a las que invitó a figuras como Guillermo Cabrera Infante, Fausto Masó, Sergio Rigols, Adrián García Hernández o Jorge Mañach, Gastón Baquero y Cintio Vitier.
En 1960 se exilió a Estados Unidos, donde probó éxito con la danza tras haber recibido clases con Alicia Alonso en la Isla, sin embargo sus dotes no eran suficientes
Sus estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana se vieron interrumpidos con la llegada al poder de Fidel Castro, aunque le gustaba recordar la anécdota de un encuentro con Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, a los que conoció en un café en El Vedado durante su visita a Cuba. El filósofo francés ofreció una conferencia en su facultad tras la que un estudiante le dijo que la revolución cubana era preocupante porque no tenía ideología. Aunque Sartre no respondió, en su libro Sartre visita Cuba dijo que lo interesante de la revolución cubana era su ausencia de ideología y su improvisación.
En 1960 se exilió a Estados Unidos, donde probó éxito con la danza tras haber recibido clases con Alicia Alonso en la Isla, sin embargo sus dotes no eran suficientes para dedicarse profesionalmente a ello y pasó a intentarlo en el teatro, donde fue dirigido por Miguel Ponce sin pasar de unas pocas funciones.
En Nueva York vivía rodeado de un ambiente cultural que lo llevó a coincidir con Raimundo Fernández Bonilla, con el que ideó la revista Exilio gracias al dinero que sus padres le enviaban. Según contaba él mismo, lo más difícil de sacar adelante la edición era el trauma de los propios exiliados, que estaban poco preparados aún para "la especulación intelectual".
Aunque la revista pasó por muchas dificultades desde su fundación, en 1965, ya que pocos intelectuales querían colaborar, el año 68 supuso un cambio importante después de la entrada de las tropas soviéticas en Checoslovaquia. Enrique Anderson Imbert, Jorge Campos, Francisco García Lorca, Isaac Goldemberg, Julián Marías, Gregory Rabassa, Iván A. Schulman o María Zambrano colaboraron con la revista ampliando el abanico de voces de Exilio.
Con la llegada de Batista a Madrid, la revista pereció por la dificultad de dirigirla a tanta distancia y la imposibilidad de que otros asumieran su tarea. Sin embargo empezó a actuar como mecenas, en este caso de la revista Escandalar, de Octavio Armand, que había publicado sus primeros poemas en Exilio. Aunque la colaboración fue buena, años después Batista salió del proyecto por diferencias en la línea editorial, que él insistía en que fuera más cubana.
La editorial Colibrí nació a partir de la muerte de la Unión Soviética. Según relataba Batista, en ese momento muchos cubanos se fueron a vivir a España y él amplió su círculo de amistades literarias, entre ellas Jesús Díaz que le habló de exiliados (como Marifeli Pérez-Stable o Rafael Rojas) que publicaban ensayos en inglés en EE UU pero se quedaban sin distribución en español porque las editoriales nacionales no estaban interesadas en temas cubanos.
La editorial Colibrí nació a partir de la muerte de la Unión Soviética. Según relataba Batista, en ese momento muchos cubanos se fueron a vivir a España y él amplió su círculo de amistades literarias
Colibrí publicó La revolución cubana: orígenes, desarrollo y legado, de Pérez-Stable y Vidas en vilo, de Gustavo Pérez Firmat, pero a partir de ahí se centró en originales, alcanzando inesperados éxitos con algunos como La gloria de Cuba, un ensayo de Roberto González Echavarría sobre el béisbol; o José Martí: la invención de Cuba, de Rojas.
El Gobierno cubano se negó sistemáticamente a la entrada de libros editados por Colibrí en la Isla. incluso cuando España fue el país invitado de honor en la Feria del Libro de La Habana.
A finales de febrero, en una entrevista realizada en su casa de Madrid con Cubaencuentro, Batista Falla se declaraba satisfecho por todo lo que había hecho en su vida, aunque reconocía que le faltaba por ver publicado un ensayo que había escrito titulado El contrapunteo cubano: Ortiz y Lezama, que había enviado a Espacio Laical, donde fue rechazado por tres de los cinco miembros del consejo editorial
En esa misma conversación, descartaba la idea de escribir sus memorias. "Ante la especie de apocalipsis que se avecina, quizás lo mejor sea evitar lo que hizo la mujer de Lot, y no mirar hacia atrás".
Tomado de 14 y Medio
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