Por Teresa Fernández Soneira (tomado del blog Gaspar, El Lugareño)
El 27 de noviembre de 1871 fueron fusilados en el paredón de La Punta, en La Habana, ocho estudiantes del primer año de medicina de la Universidad de la Habana. Es un capítulo negro en la historia colonial de Cuba. Los estudiantes fueron acusados de profanar la tumba de un periodista español en el cementerio de Espada, pero todo fue una falsedad y un invento para asesinar a ocho indefensos e inocentes jóvenes estudiantes cubanos. En total eran cuarenta y cinco estudiantes, ocho de ellos condenados a la pena de muerte: Alonso Francisco Álvarez y Gamba; José Ramón Emilio de Marcos y Medina; Carlos Augusto de la Torre Madrigal, Eladio Federico González y Toledo, Juan Pascual Rodríguez y Pérez, Anacleto Pablo Bermúdez Piñera, Ángel José Eduardo Laborde y Perera y Carlos de Jesús Verdugo y Martínez, este último quien ni siquiera estaba en La Habana cuando ocurren los hechos, sino en Matanzas.
¿Quiénes fueron las madres de estos estudiantes de medicina? Poco se sabe de ellas y la historia las ha olvidado. Recordemos hoy sus nombres: Manuela Madrigal, Inés Martínez, Emilia Medina Ferrara (venezolana), Francisca Perera, Rosa Pérez Román, María Luisa Piñero, Rosalía Toledo y Leonor Amoedo. ¿Cómo se habrán quedado estas mujeres al perder a sus hijos que eran inocentes? ¿Cuántas de ellas no habrán enloquecido o caído en una gran depresión al saber de la injusta sentencia del régimen español?
De los demás estudiantes encarcelados, trece debieron purgar seis años de presidio figurado, entre ellos Fermín Valdés Domínguez. Diecinueve de ellos fueron castigados a pasar cuatro años de presidio, otros cuatro en reclusión por seis meses, y todos con incautación de sus bienes. Solo dos fueron absueltos. Pero debido al revuelo de la opinión pública mundial, antes de seis meses el rey Amadeo I decretó el indulto de los jóvenes que guardaban presidio.
Dibujo a plumilla de la patriota Emilia Casanova
publicado en el libro Apuntes Biográficos de Emilia Casanova, Nueva York, 1874.
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Al mes de cometerse el atroz crimen, la matancera Emilia Casanova de Villaverde quien residía exiliada en Nueva York dedicada a trabajar por la libertad de Cuba, pide a varias cubanas en esa ciudad que la acompañen a visitar al presidente de los Estados Unidos, Ulises Grant, para abogar por los estudiantes encarcelados. La patriota Ana Betancourt apunta: “En diciembre fui invitada por la señora de Villaverde para que la acompañase con doce señoras más a Washington. El objeto de esta comisión era pedirle al Presidente Grant en nombre de las madres de los estudiantes que se habían escapado de la muerte y se hallaban arrastrando una cadena en el presidio de La Habana, que interpusiese todo su influjo para con el gobierno de Madrid, para ver si conseguía se les conmutase la pena del presidio por la del destierro”. Fueron indultados a los pocos meses, pero obligados a trasladarse todos a España. Cuatro de ellos fueron sentenciados a seis meses de encierro, y no fueron excarcelados en La Habana hasta extinguir completamente su condena”.
El día de nuestra salida fue la de Villaverde a buscarme y al llegar al paradero me declaró que ninguna de las otras señoras habían querido acompañarla. Le dije que me parecía algo ridículo el que nos presentásemos solas las dos. Me contestó que ella tenía ya formado su plan y que aunque las otras no fuesen, aparecería como que estaban enfermas en el hotel. Así lo hizo presente al Sr. Presidente, el que nos dio una cordial acogida; nos alentó mucho y por último nos dijo que si hacíamos de manera que no se trasluciese el objeto de nuestra entrevista con él, casi estaba seguro de conseguir lo que le pedíamos. Para alejar toda sospecha, se hizo circular que habíamos ido a pedir la beligerancia. Estos nos ponía en ridículo, pero ¿qué nos importaba el ridículo si lográbamos salvar aquellos inocentes niños del presidio, y devolver la paz al corazón de sus madres? Cuando el éxito coronó nuestra empresa; cuando se supo que los estudiantes habían sido sacados del presidio y enviados a España por nuestra intervención, entonces callaron. Siempre agradeceré a Emilia el que me hubiese asociado a ella para esa misión tan santa y tan caritativa(1).
En este incidente aparece también Concepción Capdevila Pina (Sancti Spiritus, 1884–La Habana, 1956), hija del capitán español Federico Capdevila, quien había sido el defensor de los estudiantes. Y también vemos a Dolores Sirvén Borrás, esposa del doctor y profesor de medicina de la Universidad de La Habana, Juan Manuel Sánchez de Bustamante, quien valientemente intercede ante el gobernador de La Habana por los estudiantes para que la soldadesca española no se los llevara del aula.
Pensamos que tanto Concepción Capdevila como Dolores Sirvén abogaron por estos muchachos, y estuvieron unidas a las madres de los estudiantes de medicina y a sus maridos en la defensa de estos.
Después de estos sucesos, Dolores Sirvén y su esposo Juan Manuel, que era español, tuvieron que exiliarse. “La familia de Dolores”, dice un descendiente, el Dr. Alberto Sánchez de Bustamante, “estuvo muy envuelta en la lucha contra España y algunos miembros fueron fusilados. Tomás Sirvén, el padre de Dolores, tuvo que salir al exilio”(2). Luego del Pacto del Zanjón, los esposos Sánchez de Bustamente-Sirvén regresaron a Cuba en 1880.
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Nieves Xenes, nació en la finca Santa Teresa cerca de Quivicán en La Habana, el 5 de agosto de 1859. Al cumplir los diecinueve años se traslada para La Habana y comienza a escribir versos en los que exalta las bellezas naturales de Cuba y su amor por la patria. Cuando el incidente de los estudiantes de medicina, Nieves les dedica unos versos(3) :
Con orgullo rendid vuestro amoroso tributo
A los estudiantes de Medicina
A la memoria bendecida del hermano
Que tierno y generoso supo
a la patria consagrar su vida.
Como él, luchad por conquistar un día
de la gloria los lauros inmortales,
palpitantes sentid como él sentía
de la doliente humanidad los males
Como él con noble y varonil denuedo,
ante la torva faz de la injusticia,
alzad la frente y defended sin miedo
el bien, la libertad y la justicia.
Y a la patria, abrumada de dolores,
que el triste seno desgarrado siente,
la corona de abrojos punzadores
¡arrancaréis de la abatida frente!
Monumento dedicado a los estudiantes de Medicina.
La Habana
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*Texto incluido en el libro de Teresa Fernández Soneira: Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, vol. 1, Ediciones Universal, Miami, 2014, pp 451-455.
- Sarabia: Ob.cit., p.89.
- Correspondencia con el Dr. Alberto Sánchez de Bustamante, Orlando, Florida, 24 de diciembre de 2012.
- Domitila García de Coronado: Álbum poético, fotográfico de escritoras y poetisas cubanas. Impr. El Fígaro, La Habana, 1926.
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