Natural de La Habana, Cuba, desde niña mostró cualidades de escritora, talento que siguió acendrándose durante sus años de estudiante en el Colegio del Apostolado y luego en high-school en los Estados Unidos tras abandonar la Isla en 1961 como parte del éxodo infantil Pedro Pan. Estudió literatura en St. Peter’s College, la Universitad Complutense de Madrid, New York University y Fordham University. Por más de dos décadas se desempeñó como profesora de Historia y Cultura Latinoamericana en Baruch College de la City University of New York, donde se estableció una beca en su nombre en reconocimiento a su larga y distinguida carrera académica. Co-dirigió las revistas literarias Romanica (1975-1982) y Lyra (1987-1990).
Su poesía ha sido ampliamente antalogada y sus ensayos sobre el arte y la literatura de la diáspora han sido incluidos en numerosas revistas y enciclopedias. Es autora de varias colecciones de poesía, incluyendo Neumas (1977), Manuscrito de la niña ausente (1979), Vencido el fuego de la especie (1983), Blanca aldaba preludia (1989), Empieza la ciudad (1993), El cerco de las transfiguraciones (1996) y Anima Vágula (2014); el libro de ensayos Viaje por las zonas templadas: arte y literatura cubanos de la extrainsularidad (de próxima aparición); y varios poemarios y colecciones de ensayos, aún inéditos. Su obra ha sido galardonada dos veces por la Beca Cintas, así como por otros premios literarios, incluyendo becas de la Ford Foundation y la Geraldine R. Dodge Foundation, y residencias como escritora invitada de Poetry Society of America, Virginia Center for the Creative Arts, Casa de Andrés Bello en Caracas, Venezuela, la US-Japan Foundation y otros reconocimientos.
Durante años sostuvo una larga colaboración con el Centro Cultural Cubano de Nueva York, donde desempeñó una labor invaluable como frecuente conferenciante, miembro de su junta directiva, asesora en los congresos anuales y directora del Programa de Literatura y del Programa de Estudios Martianos hasta 2021.
Falleció colmada de amor, junto a su adorado hijo, Gabriel Rodríguez, y rodeada de queridos amigos y estudiantes. Nuestro corazón se encoge con su partida, pero el mundo se ensancha con su huella. Que Dios la tenga en su Gloria.
Compartimos, en su honor, uno de sus poemas más recientes:
Lluvia de piedras
Los que ya no están me acompañan:
los de la sangre y el espíritu.
Hablan entre sí, cuchichean.
Desatan febriles mis entuertos,
me reconcilian con las plagas y el elíseo.
Trazan caminos que nunca he transitado,
los senderos ocultos a donde no llega el sol.
Vías secretas de señales telúricas,
árboles imponentes, majestades sonoras.
Se enrojece el cielo de la madrugada,
recupero la risa,
el silencio,
la divina gracia.
*Nota emitida por el Centro Cultural Cubano de Nueva York
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