Sunday, April 16, 2023

Morir de Isla y vivir de Exilios*

 

Octavio de la Suaré, Luis de la Paz y Héctor Santiago

Por Octavio Delasuaree**

                 

La reciente publicación del libro de cuentos, Morir de Isla y vivir de Exilios, del conocido dramaturgo y narrador Héctor Santiago, atrae la atención de inmediato con su muy sugestivo y apropiado título, y en especial, para todos aquellos que han sido forzados a abandonar el rincón natal y tratar de rehacer su vida en un lugar diferente, problemática común de nuestros tiempos modernos.

De su autor, Héctor Santiago, queremos primordialmente destacar que nació en La Habana y entre sus muchas credenciales cuenta con ser un distinguido dramaturgo, narrador, pintor, director escénico, actor, bailarín, coreógrafo y titiritero. Entre sus aportaciones dramáticas se incluyen El último vuelo de la paloma, Balada para tres muñecos tristes y Las noches de Madame Fru-frú. También tiene una novela a su haber llamada La memoria del agua y el don de poder expresarse clara y líricamente.

Para todo lector interesado en los drásticos cambios que han ocurrido en Cuba durante más de medio siglo, en estas narraciones Uds. hallarán un estudio abarcador y detallado del despotismo establecido contra su ciudadanía a partir de 1962 con la Declaración de La Habana. Este es a la vez un testimonio muy poderoso, emparentado con el ya clásico El presidio político en Cuba de José Martí, sobre los excesos de la tiranía, llámese Weyler o Castro, y sus inhumanos campos de concentración o UMAP.

Este volumen que estudiamos está compuesto de treinta y cuatro historias y se halla dividido en dos secciones. La primera es la más extensa y se concentra en lo que significa el mal vivir bajo un régimen totalitario, o como se lee en el rótulo, “Morir de Isla”, y, paradójicamente, a la vez estar forzado a abandonarla.

La segunda parte trata de la adaptación de un exiliado cubano que tiene que rehacer su vida en los Estados Unidos, sin poseer nada, mientras soñaba a diario con el posible regreso a la isla. Y como ya señalara un clásico que había sufrido similar separación del terruño querido: “La peor carga es existir sin poder vivir”, o dicho de otra forma, “Vivir de Exilios”.

Como el tiempo de que disponemos es limitado no podremos comentar sobre las 34 historias incluidas, así que hemos seleccionado solo 3 porque resumen vívidamente los avatares sufridos por todos sus personajes.

Pudiéramos seleccionar, por ejemplo, “Sin título”, sagaz ejemplo de la literatura del silencio ya señalada por Milan Kundera, donde se examina la denuncia del totalitarismo con solo 7 palabras y 3 números”: “Aquí se ha aplicado la Ley revolucionaria 349”. Punto. Con ella se alude al Decreto 349 de 2018 que restringe la libertad de creación. O sea, que ya no se puede escribir nada contra el castrismo, y ahora tampoco se permite pensar contra él.

Por supuesto, que todos tenemos en mente la Inquisición contra reformista en España y sabemos muy bien cómo terminó esa injusticia. De igual forma, tenemos “La última noche que NO pasé contigo”, donde el escritor hace alarde de su buen sentido del humor al presentar la función cultural de las posadas de barrio, escape para los obstáculos a los que están sometidos en la actualidad la pareja de enamorados. Cuando por fin logran estar solos caen rendidos de agotamiento del ajetreo constante por el que han sido sometidos. Y a la vez están conscientes de que hay no momento disponible para disfrutar su privacidad y así salen corriendo como bólidos para regresar a sus respetivos hogares sin siquiera besarse. Tal parece que el amar en Cuba tampoco es permitido.

O tal vez pudiéramos concentrarnos en el irónico “Sueños de agua”, sobre la famélica y desesperada familia que emprende la fuga de la isla soñando con la libertad de Miami y terminan todos sus miembros por servir de alimento a los tiburones al romperse su improvisada balsa.

En resumen, los dos asuntos principales de esta importante obra son, en primer lugar, la vigorosa denuncia contra los abusos del gobierno castrista contra sus ciudadanos, como los crímenes del pasado 11 de julio atestiguan. En segundo lugar, el firme propósito del artista por destrozar caducos y falsos mitos que aún persisten en la sociedad. Pasemos a revisarlos.

El primer cuento que elegimos es “¡Virgencita, que no me persigan las tataguas!”, en donde se describe una verdadera historia de amor, honor y responsabilidad, que tiene lugar bajo las más espantosas condiciones en que los seres humanos puedan hallarse. El relato comienza con la viuda del protagonista y su pequeña hija en el aeropuerto, preparándose para abandonar el país instigadas por el comité del barrio para apropiarse de su codiciada vivienda. El consternado esposo había sido forzado a alzarse contra las injusticias del despótico régimen y había sido fusilado. Resalta en esta escena inicial cómo ambas son objeto de una minuciosa pesquisa por parte de los esbirros de la aduana que hasta incluye hurgar en las partes privadas de las personas, y hasta en los niños. Mientras espera, la protagonista rememora la última visita al cementerio donde se suponía que se encontraban los restos de su esposo, siempre vigiladas en el trayecto de ida y vuelta por los vecinos o chivatos del barrio. Esta imagen le ofrece a nuestro innovador la oportunidad para introducir la nota simbólica en la historia, o sea, el poético empleo de las tataguas.

En breve, la leyenda sobre las tataguas narra que, en Cienfuegos, cuando los aborígenes la habitaban, una bella joven llamada Aipirí era la admiración de todos ya que bailaba y cantaba como nadie en todas las fiestas de su tribu. Un día, Aipirí encontró el amor en un joven siboney, se casaron y fundaron una familia de seis hijos. Al principio la joven se pasaba el día con su familia, pero un día se aburrió de todo y quiso volver a su vida de joven soltera y sin compromisos. Comentó a faltar a su casa y a dejar a sus hijos solos. Fue así que Mabuya, señor del mal, cansado de oír a los niños llorar y temiendo que, cuando crecieran, fueran tan impíos y crueles como él, en un rapto de ira los transformó en matas venenosas, arbustos de guao cuyas resinas y hojas producen al contacto llagas e hinchazones. Si Mabuya castigó en los hijos la falta de la madre, el espíritu del bien castigó a la causante del daño, transformando an Aipirí en tatagua, mariposa nocturna de cuerpo grueso y alas cortas conocida también como mariposa bruja. Según la leyenda, en Cuba se considera la visita de la tatagua como un presagio de muerte o el anuncio de un evento desagradable.


Sin embargo, como destaca el artista y está consciente el lector, la situación de Irma, la madre, en esta exposición, es por completo a la inversa, pues nuestra protagonista vive enamorada de su fallecido esposo, siempre cumple con sus responsabilidades y protege a su pequeña hija de la sociedad atemorizada, mecánica y de las tataguas o chivatos del barrio que las rodean. En este caso, el lector disfruta de la ironía de hallarnos ante un buen presagio, ya que madre e hija lograrán en breve escaparse de aquella pesadilla.

En esta narración observamos por igual cómo el autor hace alarde de un sinfín de recursos literarios como la ironía para enfatizar su empatía con las virtudes de los alienados y perseguidos, entre los que resaltan el símil (“Como un árbol desgajado comenzaron a irse los familiares y amigos”), la hipérbole (“El interrogatorio duró un mes”, “…usaban los tampones como bancos para sacar dólares y joyas”), la prosopopeya (“Ya que Palmarito, la villa, era sordomuda”, “se quejaba la tristeza de las cruces sin rezos”), el uso de letras simbólicas (“LCB: “La lucha contra Batista”, primero, “La lucha contra Bandidos”, ahora; “La Esfinge de Piedra); las repeticiones (“A ratos comprobando de reojo que ella y su sombra seguían allí…Seguía allí…Seguía allí…”); el tremendismo de Camilo José Cela mientras desenterraba y limpiaba los huesos del que creía había sido su esposo…; las clásicas canciones de Carlos Borges (Bodas negras), Rafael Hernández (Ahora seremos felices) y Agustín Lara (Noche de ronda), el cambio cronológico del presente al pasado y viceversa; los neologismos; los epítetos (“Las Villas La Cómplice”, “José, el Rápido”, “La Habana, La Horrenda”); el uso de símbolos numéricos (el # 9, el día en que madre e hija visitan el cementerio del esposo muerto, simboliza el idealismo, aquellos que vienen a ayudar; y en la numerología pitagórica el 9 simboliza el cierre de un ciclo y el comienzo de otro), repetición de verbos activos en asíndeton (“¡Que saltara, se agachara, abriera las nalgas y la labia!”), la historia de la fundación de Palmarito (“Don Gaspar de Suazo Campuzano, el fundador, un 18 de marzo del 1792, Año del Señor”), metáforas con anáfora (“El nueve de una mañana sin risas, el nueve cuando los ojos entreabrían miedosos las puertas y ventanas para verlas pasar…, el nueve que las volvía invisibles…); paradoja (“Sin mirar a los que aparentaban no mirarlas…”), metáforas con metonimias (“Los pasos de sus lutos”, “quitarles la identidad”, “afeitarse el pasado”, “imponiéndoles la nueva piel”); imágenes (“Partidos en dos,), “ella
podía irse sin ellos, él sin ellas, los dos sin la niña que necesitaba el permiso de Estado”), contrastes (“vendieron lo mucho pudiendo arreglarse con lo poco…”), sinécdoque (“Avivando las envidias que después se vestirían de verde olivo”, “Le vio los ojos inundados de verde, lomas, ríos…”); los anónimos reveladores (“José está enterrado en Palmarito en El Escambray. ¡Queme esta nota!”);
onomatopeya y aliteración en una sola palabra:(¡Siquitrilladoscontrarevolucionariosvende patriagusanos!), etc.

El segundo relato que nos interesa destacar es “En el país de los 
Patagones”, crítica acerba de todo el tiempo que han sufrido de pie las madres cubanas debido al racionamiento de alimentos que sufre la isla, donde ya no se produce casi nada. Si en el primer cuento se percibe la ironía en la horripilante realidad que enfrenta un matrimonio bajo el comunismo, en este segundo, el escritor emplea el sarcasmo para denunciar el sufrimiento de las madres cubanas en el símbolo de las colas o interminables filas de espera en busca de algún alimento para su familia, obligadas a mantenerse de pie horas
tras horas viendo cómo se le deforman las extremidades. Y la alegoría de La Charada China o bolita cubana le viene de perillas en esta narración.

La Bolita o Charada es el juego de azar más popular en Cuba y la mayoría de los jugadores busca experiencias místicas u oníricas que asumen como revelaciones y las transforman en códigos numéricos. Como Uds. saben, la Bolita o Charada Cubana es una tabla de números consecutivos del uno al cien, se juega desde 1873 bajo todos los gobiernos y en la década del ’90 se disparó otra vez su popularidad y se juega hasta la época actual. Las tele-emisoras de
onda corta, como Telemundo, Radio Martí, La Poderosa, Cash3 y Play4 de la lotería de la Florida contribuyen a su éxito.

Con un estilo informal y a la vez poético, nos encontramos aquí por igual con otra extensa variedad de técnicas literarias explicativas de las diversas y extenuantes circunstancias por las que pasan los personajes, entre las que resaltan, en primer lugar, el lacerante sarcasmo (“Acariciándole los pies a la recién nacida, recordó el dicho: ¡Puede dormir de pie!, ¡Ciento nueve elefante!, “Trajo la estampa de San Luis Bertrán, el Médico del Espacio, con su oración…”, “Por los caminos del racionamiento de esas cuotas extras dependía la familia convirtiéndolos en privilegiados”); asimismo la hipérbole (“Su esposo Manito tenía la culpa por no haber alcanzado la meta de cincuenta frijoles por persona que sus jefes pregonaron y también de la vagancia de los pollos tardíos con los huevos”; “la cuota extra del pedazo de carne recibida por estar embarazada que sus trucos cocineros alargarían como si fuera una pierna de ternera”, “Según su cuenta- pensaba-… más o menos…Trescientos sesenta y
tantos días durante veintitrés años…¡Car…amba! ¡Eran once mil trescientos quince días de colas!”); epítetos (“Oriente La Infernal”, “La Isla Maldita”); metáforas (“Las colas eran su droga”, “Eran analfabetos de un mundo numerado”, “En el zoológico colero saber identificar el bestiario: las mandamases, las chusmas, las guapetonas, las pandilleras, las coladas, las estoicas y mudas Señoras rezagos de las República, la gusano sin miedo que se quejaba, la del trueque de direcciones de dónde comprar en bolsa negra, la que había presentado la salida del país, etc.”); los símiles (“como una grulla
pasando el cansancio de una pierna a la otra”, “las pataditas del bebé en la embarazada eran como si desde adentro la embistieran con un ariete”); prosopopeya (“Adaptada a la mordida del sol “, “Llegó el aceite a la bodega”); anáfora (“Dividida entre la hija y la colera, la madre y la colera, la esposa y la colera“); repetición de verbos acelerando la narración: (“El oficio de colera implicaba conocer sus técnicas: evitar la más mínima crítica, escuchar sorda los chismes, hablar y hablar para pasar la espera, el leve eco criticando sin criticar, culpando cualquier cosa menos a los que había que culpar”), etc.

Por supuesto, no podía faltar el buen humor del artífice que lo reserva para el meollo de la crónica en la numerología de la bolita y con especial atención a las necesidades y a la falta de alimentos para sobrevivir. Así se observa en la lotería del gobierno para la repartición de víveres: “Del cuarenta y tres (alacrán) al noventa y seis (mosquito grande)”,-ninguno sirve para comer; “Del cincuenta (policía), por si se protesta, al ochenta (médico)”, por los golpes de la represión policial; “La fatiga y el cansancio de las colas quebraron su cuerpo: “Se le hinchaban las piernas”, ¡Dieciséis (Funerales), “Le craqueaban las rodillas”. ¡Ciento doce! (mujer mala)”, “Las varices trazaban sus caminos”, ¡Cuarenta y nueve! (borracho), “Los pies se le desparramaban hinchándose” ¡Ciento veinte! (orinal), “Exprimiéndole la cintura ¡Doscientos nueve! (lengua), “Golpeándole los riñones” ¡Seis! (Jicotea, botella), (“Apuñalándole la espalda” 53 (Tragedia), Encorvándole los hombros 17 (Opio), “Agarrotándole el cuello”120 (cañón), etc.

“Por menores de diez años –continúa Santiago--, la cuota de carne para sus hijas Mariskel y Xanabris -comprendidas en el grupo del 15 al 25, o sea, entre el 15, perro (¿para comer?) y el 25, piedra fina o tomar sol, tampoco ningún alimento apetecible. El cuarto de pollo por la úlcera de Manito su esposo -del 41 (prisión o lagartija, a escoger) al 75, cine, para entretener el estómago con una película, o viento, o sea, nada.). El pedazo de hígado extra por la vejez de Petra su madre -del 76, humo, al 98, entierro. En resumen, “noche de banquete, gracias a la maternidad, la infancia, la dolencia y la vejez”, pero a la vez comenta sarcásticamente el artista: “Por los caminos del racionamiento de esas cuotas extras, dependía la familia convirtiéndolos en privilegiados…”. O sea, volvemos a la lucha de clases, se divide y se conquista, los privilegiados comen, el pueblo, no.

“Las colas eran su droga, le adormecían la conciencia, funcionaba por pura sobrevivencia, en un estado de hibernación que le permitía estar sin estar, adaptada a la mordida del sol con sus sudores, sacándole malos olores, sin anhelar la simpleza de una sombrilla, una silla portátil, un vaso de agua fría, un café que la revitalizara…Ocurriéndosele que si premiaban y homenajeaban a los Héroes Nacionales del Trabajo, ¿por qué no lo hacían con las Heroínas Nacionales de las Colas? ...

El tercer relato escogido de esta primera sección se titula “Ícaro”, y como su nombre indica a las claras, se refiere a la espectacular fuga de dos adolescentes escondidos en el recinto de las ruedas de un avión que volaba de La Habana a Madrid, huyendo atormentados de la prisión en que se ha convertido la isla de Cuba. Mas otra vez nuestro artista hace alarde de las muchas armas que utiliza en su afán por tergiversar el significado de los mitos y leyendas establecidos. El castigo del personaje mitológico que voló demasiado cerca del sol y como consecuencia se le derritió la cera que enlazaba y sostenía sus improvisadas alas fue el resultado de su complacencia y de su arrogancia por no querer escuchar los consejos de su padre. Sin embargo, en el caso de los dos jóvenes cubanos que emprenden esa insólita y peligrosa fuga, nuestro autor explica con lujo de detalles que en esta oportunidad los motivos de fuga se debieron al aburrimiento que los abrumaba y a la desesperación que sufrían por no hallar una solución posible a su trancado porvenir. Es más, en ningún momento hicieron a nadie partícipe de sus planes ni desoyeron consejo alguno tampoco. Y si por desgracia Jorge Pérez Blanco, de 16 años, pagó la heroica osadía con su vida a los escasos 16 años de vida, por otro lado, Armando Socarrás Ramírez, un año mayor que aquél, logró cantar victoria al lograr aterrizar en Madrid en el vuelo 904 de Iberia el 4 de junio de 1969, maltrecho, pero vivo. No fue menos que un milagro, indiscutiblemente, ya que de los 113 casos documentados de fuga similar entre 1947 y junio del 2015, todos ellos varones y menores de 30 años, 86 jóvenes perdieron la vida con un promedio de 76 por cierto fallecidos.

Después han seguido una multitud de casos con diversos resultados y no hace mucho tiempo 2 militares aterrizaron en Cayo Hueso con un planeador modificado al que le habían instalado un pequeño motor para así atravesar las 90 millas que separan Cuba de Cayo Hueso.

El ensayista detalla por igual algunos de los procedimientos utilizados en el relato que incluyen, entre otros, el cambio cronológico (el cuento comienza con los 2 jóvenes ya dentro del recinto de las ruedas del avión, y continúa con la preparación de la fuga); canciones populares (La paloma, de Rafael Alberti); paradojas (“participen en la vigilancia o los vigilamos”, “convertidos en unos jóvenes viejos”, “El que traía a los de tercera: los gusanos, que lo habían pagado de primera”); metáforas (“polizontes del ciento”, “los relojes al margen del poder estaban confiscados”, “Ellas les contagiaron con las bilis del mal vivir”); anáfora (“Y como nada se ansía tanto como lo que nos niegan, más que todo porque quien lo niega no lo explica, tanto más porque no logran convencernos, muchísimo más porque deseamos ser nosotros quien nos concedamos o neguemos las experiencias…”); epítetos (“La Habana La Espantosa”), y muchos más.

Por último, algunas de las características sobresalientes de la obra de Héctor Santiago necesarias de mencionar son su conocimiento de la mayoría de los conceptos y de las técnicas empleadas en el momento no solo en la dramaturgia, que es su especialidad, sino a la vez en la narrativa y hasta en poesía. En esta ficción, que como se ve desde ahora no solo contiene fábula, se observan cambio de voces en una misma narración, hincapié en múltiples individuos y en sus intenciones mientras se evitan los personajes reveladores y el narrador omnipresente, hay también acciones complejas que varían de escenario, atributos generales en los diferentes tipos de sujetos, pero con marcadas variaciones de región, empleo de simbólicas canciones populares, énfasis no en el resultado sino más bien en el por qué y sus causas, y muchas otras más. Y por, supuesto, todo con una estructura simple y abierta.

En resumen, esta destacada obra de arte de Héctor Santiago es una sonante denuncia de los desmanes cometidos por el gobierno castro comunista contra sus ciudadanos, un firme propósito de deshacer mitos ya en desuso, y todo escrito con una admirable y enérgica prosa de la mejor estirpe martiana.

*Santiago, Héctor. Morir de Isla y vivir de Exilios. Miami, FL: Editorial el ateje, 2021, 306 páginas.

 **Profesor Emérito William Paterson University 

Este trabajo fue leído en la Biblioteca Pública, West New York, NJ, el 15 de april 15, 2023

                                         

 

  

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