Thursday, April 20, 2023

Lourdes Gil en la memoria

 

Por Felipe Lázaro

La muerte de la poeta cubana Lourdes Gil (La Habana, 1950 - Nueva York, 2023) me ha golpeado de manera rotunda. Falleció el pasado domingo 16 de abril en la Gran Manzana.

La conocí -personalmente-  en Nueva York, durante mi asistencia al evento OUTSIDE CUBA en Rutgers University (1989) y la posterior participación de Betania en la Feria del Libro Latinoamericano (1990 y 1991) organizada por la Universidad de Nueva York; aunque hacía años que nos escribíamos, quizás desde finales de la década de los años 70. Además,  recibía con puntualidad las revistas literarias cubanas Románica y Lyra, (fundada y dirigida por Lourdes y su inseparable amiga Iraida Iturralde) de las que era asiduo lector.

Desde entonces, han sido muchos años de amistad y de admiración, de mutuos proyectos literarios; siendo Lourdes una de las primeras poetas cubanas que publicaron en Betania.

En 1989, nuestra casa editora publicó su poemario Blanca Aldaba Preludia y  seleccioné poemas suyos para varios proyectos antológicos de mi autoría, como: Poetas Cubanos en Nueva York (1988) con prólogo del profesor José Olivio Jiménez, la antología bilingüe (Español/Inglés) Poetas cubanas en Nueva York / Cuban Women Poets in New York (1991) con prólogo de Perla Rozencvaig,  Poesía Cubana: La Isla Entera (1995) en colaboración con Bladimir Zamora y la antología crítica Indómitas al sol. Cinco poetas cubanas de Nueva York (2011) con prólogo de Odette Alonso Yodú y ensayos de Elena M. Martínez, Perla Rozencvaig y Mabel Cuesta, en coedición con el Centro Cultural Cubano de Nueva York.

Como un sencillo homenaje a su memoria, y a su obra poética, ofrecemos unos breves versos de su cosecha.

3 poemas de Lourdes Gil

Los escribanos (su oficio)

Primero yacen.
Luego se yerguen, inguinales.
Sobre eslabones incendiarios saltan
tocan, mas sus plantas esquivan los rescoldos.
No se entregan.
Componen el ritual sombrío y milenario
desde sus ojos de ciruela
tienden el pálpito en la horma.
Ellos son otros.
Para sí y para otros producen alfabetos
de punzadura cuneiforme en Braille.
¿Quién los lee?
La noche los sorprende siempre apretados a la tierra
laminando hirvientes de corojos
las palabras.
Añaden nudo sobre nudo al corazón
y van escalonando perdices enjugadas
en vino aromático a clavo y canela.
Finalmente
posan junto a la herética panoplia de sus versos
desprendidos de bolso y cabellera
como lo exige la tonsura.
Adosan los salobres lagrimales
desnudos ante la soldadesca
esa hostil esgrimadora de panojas.
Más todo lo devora un píloro secreto:
La Parusía, que engulle el escenario
las metáforas, las brevas
y disipa
la vorágine rotativa de la Tierra.

Finisterre

Quería preguntarte
si existen túneles entre las estrellas
si en tu noche total hay lapsos que engullen los relámpagos
si ves tábanos de luz.

Quería decirte que amanece
aunque te has ido
y que el asta violeta de Amaltea
hiere mi lengua embadurnándola
de mosto, sal caliente, hambre de dos.

Quería preguntarte, sobre todo,
si te alcanzó el diluvio de las piedras
el caos febril, la despedida,
la locura de Pound que ambos supimos era falsa.
Quería saber si tus oídos
abren su vuelo ante la curvatura del espacio
si alguna música te llega (Bach más que nada)
si te perturba el anillamiento de las aves.

Quería preguntarte tantas cosas.
Si sabes que el amor imita tus delirios
trastorna el orden de la vida, sus deleites
y en vano enciende cábalas y pozos y simientes.

Quería, finalmente, preguntarte
cómo haces
para que siempre seduzcan verbo y poesía
si desde donde ahora en libertad padeces
ver cómo se desliza tu barro incandescente
por las cálidas combas de mis manos.

La extranjera

a Amalia Peláez
y a Carmen, por supuesto.

Cada día se asoma a su jardín
de pájaros y helechos,
ensarta el reino
de lo visible a lo invisible.
Cada día fosforecen las ausencias
la ciudad se hace más dulce y mas distante.
Cada día es invierno y primavera
cada día es guerra y pacto venturoso.
Más allá del patio y los vitrales
trituran su mural.
Cada día Amelia se sumerge
en el raído mimbre de su silla.
Allá afuera
llueve a torrentes y triunfan las urracas.


Con la muerte de Lourdes Gil, otro poeta cubano muere en el exilio, lejos de la patria. Este año cumplía sus 62 años de destierro...

DESCANSA EN PAZ, amiga Lourdes...

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Lourdes Gil (1951-2023). Poeta, escritora y profesora cubana. Salió de Cuba en 1961 a los once años de edad.  Estudió Lengua y Literatura Hispánica en la Universidad de Fordham, en la Universidad Complutense de Madrid y en New York University, donde se doctoró   Codirigió (junto a Iraida Iturralde) las revistas literarias Románica (1975-1982) Lyra (1987-1990).
Obtuvo dos veces la Beca Cintas (1979 y 1991). Desde 2001 perteneció a la Junta Directiva del Centro Cultural Cubano de Nueva York, donde dirigió los Programa de Literatura y de Estudios Martianos.  Durante años fue profesora en Baruch College.

PoesíaNeumas (1977), Manuscrito de la niña ausente (1980) Vencido el fuego de la especie (1983), Blanca aldaba preludia (1989), Empieza la ciudad (1993), El cerco de las transfiguraciones (1996) y Anima vagula (2014).

Ensayo: Paisaje extrainsular, Bipolaridad de la cultura cubana. Ponencias del Primer Encuentro de Escritores de dentro y fuera de Cuba (Suecia, 1994) y Viajes por las zonas templadas: arte y literatura cubanos de la extrainsularidad (inédito).

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