Friday, June 28, 2019

Cuba, de la imaginación y lo corpóreo (Parte III y final)


Por Manuel Gayol Mecías

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Porque somos humanidad

¿Sería, entonces, necesario seguir definiendo nuestra mezcla?… Pienso que lo que sí viene a ser necesario definir es —y en ello acudo al conjunto de ideas que ha expresado quien fuera profesor de filosofía de la Universidad de La Habana, Enrique Patterson—21que, independientemente de la mezcla, entre los cubanos existen minorías que hay que tener en cuenta, me refiero a la negra y a la china. Minorías que son base medular e ineludible de una identidad para nuestros primeros tiempos. Lo que sucede es que, en mi criterio, con el tiempo y la entrada de nuevas y muchas razas, la identidad cubana se ha venido haciendo indefinida…



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En relación con las minorías, habría que decir que, aunque estemos mezclados, estas comunidades mencionadas necesitaban (y necesitan) su articulación, organización y respeto dentro de la sociedad cubana de todos los tiempos; quiero decir, desde antes de 1959 y después de ese año, y hasta posterior a un legítimo cambio en lo adelante. Hablo, repito, de que estas comunidades se organicen y fortalezcan como tales. Así veríamos la única forma de que en un futuro cambio (me refiero a un cambio verdadero en democracia, no me cansaré de repetirlo), se podrá trabajar en serio para eliminar el racismo del blanco hacia el negro; incluso, el racismo a la inversa: del negro que, por reacción, pueda discriminar al blanco, en caso de que en una época venidera ocurriera otro tipo de variante étnica y social, en que la población negra se hiciera mayoritaria y, al mismo tiempo llegara a tener una gran importancia económica y social.

     Pienso que uno de los grandes errores sociales de la dictadura castrista ha sido no reconocer nunca a las minorías como tales, como minorías, en aras de identificar la potencialidad y posibilidades de estas comunidades (negras, chinas, judías, etc.) dentro del tejido social. Cada una de ellas podría haberse desarrollado en función de lo que podría aportar a la sociedad, sin que mediara, claro, ningún concepto racista, simplemente, por ejemplo, por las tendencias sociales, laborales y profesionales a las que se inclinaran cada una de estas razas vistas y organizadas como comunidades. Es este el factor que ha primado en Estados Unidos, en relación con el enorme entramado de razas y culturas que forman la sociedad estadounidense; y creo que asimismo funciona en otros países europeos. Si los chinos, en los años 50, se especializaban en lavandería y hortalizas, pues debió ayudárseles a desarrollar esa faceta; si los afrocubanos se han inclinado siempre por el deporte, la música y la medicina, pongamos por caso, pues ayudémosles de la misma manera a buscar los caminos de esos empeños; si a los turcos, los rumanos, les gusta el comercio o el laboreo, compra y venta del tejido de ropas, del trabajo con las telas y alfombras, digamos, pues que así sea. Pero para ello tiene que haber en el país no solo una organización industrial, sino además un reconocimiento de la especialidad dentro de la diversidad. Si los judíos resaltan en las ciencias y en el comercio, pues manos a la obra. Pero para ello se necesita asimismo que el Gobierno tenga conciencia de la importancia de un orden comercial. Pero nunca ha habido conciencia de la división del trabajo, de la profesionalidad, de la vocación. Siempre en Cuba, al menos en esta etapa que va de 1959 hasta la actualidad de 2019, se ha creído mal, o peor: no se ha querido creer en la vocación, en la inclinación profesional que pueda tener cada persona y todo, en este aspecto social y educacional, se ha manejado como un asunto masivo; como lo que el Gobierno ha necesitado en determinado tiempo. (Lo que la necesidad pida; si se necesitan médicos, para enviarlos alquilados a otros países y explotarlos como si fueran entes robóticos, pues se lleva a que la mayor parte de los estudiantes estudie medicina, y todo el mundo echado en el mismo saco).

     No quiero decir, con lo que he explicado ahora, que los negros cubanos que hayan querido estudiar veterinaria o genética clínica no lo puedan hacer. Al contrario, debería dársele todas las facilidades posibles. Pero, por lo general, cada minoría ha tenido sus inclinaciones profesionales, incluso culturales. De ahí que se haga hincapié en ello. Es como ver que el que nació con el talento de músico, posiblemente no va a ser un buen pintor o buen abogado si se les obliga directa o indirectamente a estas profesiones. O como el que nació para el deporte no va a ser bueno en otra cosa si no se le facilita la posibilidad para el deporte.

     Si fuéramos a recomponer una historia de nuestra identidad, aun cuando el mismo José Martí dijo que “ser cubano es más que negro, más que blanco, más que mulato”, no podemos olvidar nunca —pensando en que cubano sea sinónimo de humanidad— que el negro, el mulato, el chino y el blanco somos también nosotros mismos en búsqueda recíproca, pero que además somos también cada uno en su perspectiva; en la perspectiva de sus genes, en la perspectiva de su evolución.

     Por este mismo deseo martiano, que al mismo tiempo es un derecho y una aspiración, el blanco, en la política social del futuro cubano, no puede desmembrarse de estas etnias, debido a que son la relación natural y cultural de nuestro origen y porque somos humanidad, en la práctica real, con los mismos derechos y las mismas obligaciones. Creo que esto fue lo que quiso decir nuestro apóstol José Martí. En este sentido, lo que quiero significar no es solo hablar del reconocimiento del negro, el mulato y el chino, y todas las demás etnias existentes en Cuba, sino además apoyarlos en sus reivindicaciones, porque somos humanidad, porque los cubanos ni nadie debemos ser racistas y por el caudal de explotación y discriminación históricas a que siempre estuvieron y han estado sometidos los negros y los mulatos, incluso y en mucho, después de 1959.



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(o la definición de la indefinición)



Creo que lo primordial, si tenemos que exponer de dónde venimos, diríamos que fue desde un punto dado en algún momento de la historia, en que cuajaron los espermatozoides de los españoles con los óvulos de las aborígenes, primero, y más tarde los espermatozoides de los españoles con los óvulos de las negras africanas, y más acá los espermatozoides y óvulos de los negros y los chinos, y de los demás que fueron llegando a la Isla. Y todo esto fue incluso antes del Diluvio de 1959. Imagínense lo que ha sido más tarde. El asunto es que no somos iguales, sino que somos diferentes y de todo un poco, y venimos de la circunstancia del tiempo y del espacio; en todo caso, hemos sido algo, somos algo que se constituye —me atrevo a decir— en una marca profunda a fuego lento que se llama cubano, y que es una incisión tan honda que aún no tiene conclusión, e intuyo que es porque se está rehaciendo en el tiempo, porque hemos tenido el destino histórico, quizás, de que nos estuvimos reconformando por las distintas épocas que hemos vivido en nuestras circunstancias económicas, políticas y sociales; y por eso, porque nos estamos rehaciendo siempre, no tenemos la definición final o tenemos la definición de la indefinición.

     La Isla es el “crisol”, un recipiente muy fuerte donde caben nutrientes de muchos tipos y resiste “la acción del fuego sin alterarse”, por lo mismo, quizás, no se ha hundido en el mar, cierto. Por eso también somos un conjunto, a modo de galaxia, que se dice y se desdice; somos pura contradicción; somos como el aceite y el vinagre y de ahí su mezcla; el limón y el azúcar y al mismo tiempo su agridulce; la sal y el azúcar y hacemos el salao con dulce.  Así venimos de los fondos de los fondos, de reminiscencias aborígenes (recuerden las palabras batey, baracoa, güira, henequén, guano, bijirita, biajaca, colibrí, arique, canoa, guayo, huracán, yagua, entre muchas; o frutas como la guayaba y el mamey y viandas como la yuca); y entre los españoles también fueron los andaluces (bacalao, candela, escarpín, chicharro, habichuela, cherna, bregar, bravo, adición, prieto, andar, comer, juma, amarrar), y los extremeños (carrilera, solfa, mollera, pelú, larguirucho, hoguera, desgañitar, flama, encandilar, colar) y los de Castilla y León (con el castellano, que nos ha dejado hacer nuestra norma muy singular) y todos ellos nos dieron su pinta, ejemplo, los de Asturias y de Galicia; y bueno, es repetido eso de que venimos un poco del pigmento negro (de Nigeria y Calabar) y mucho del pigmento blanco, desde los tiempos del caucásico o indoeuropeo ligado con el norafricano y el de la península arábiga, como que esto es una repetición, pero venimos de esas razas, insisto, surgimos de la diversidad.

     Los aborígenes duraron poco. Por esa razón, los españoles trajeron a los negros esclavos22. Y a partir de ahí los gallegos empezaron a mezclarse (los cubanos le decimos “gallegos” a todos los españoles, como asimismo le decimos “chinos” a todos los asiáticos), y la cuestión es que esa mezcla nunca se agotó, y menos cuando vinieron otros, recordemos que los ingleses estuvieron un tiempo en La Habana, y hasta unos cuantos franceses y haitianos —como ya hemos mencionado—; los chinos también llegaron en cantidades importantes y se mezclaron; los estadounidenses, increíblemente, fueron más silenciosos pero también estuvieron; bueno, quiero decir: los anglosajones y hasta los nórdicos (creo que siempre han estado en Cuba, al menos, en los deseos de muchos, de tantos que creo podría decirse de una gran mayoría); los judíos se aparecieron después de la Segunda Guerra Mundial, probablemente fueron pocos pero se mezclaron; unas cuantas rusas, checoeslovacas y alemanas, a pesar de sus culturas extrañas para nosotros, vinieron con sus esposos cubanos y se quedaron (después del Diluvio de 1959 hasta los 90, más o menos), así como muchos cubanos anduvieron por allá; por Rusia y por Hungría y Rumania, y Polonia, y algunos se quedaron y otros regresaron, pero los cubanos siempre se mezclaron. Y las nuevas ligas y mezclas nos han venido ofreciendo algo, dándonos un grupito de genes, de neuronas y pigmentos, y la cadena del ADN se hizo más compleja, indiscutiblemente más compleja23. Después, en la medida en que el Diluvio del oprobio, la corrupción, la desfachatez y la falta de libertad se arraigaban más, nos desperdigamos por el mundo, principalmente por Estados Unidos y España (¡Siempre España! ¡Qué paradojas tiene la vida, caramba!; ¡para el cubano ahora España es como el Nuevo Mundo!), por Canadá, Gran Bretaña, Alemania y Francia, y hasta hemos ido a parar a Suecia, a Suiza, a Perú, a Venezuela, a Ecuador, a Chile, a Brasil y Argentina, y a Costa Rica y a Israel, y asimismo por el Amazonas, y no dudamos que hasta en el Polo Norte, o en la Luna o Marte aparezca un cubano algún día… Y la cadena se ha seguido haciendo más compleja, digo, indiscutiblemente más compleja; incluso, repito, mucho más después del año 1959, cuando poco a poco la gente tomó la decisión de irse; y resultó ser un proceso lento, pero aplastante, porque no solo se iba escapando el rico, sino el de clase media y también el puro prole, el mero pobre, todo el mundo que ha podido irse, pues lo ha hecho. Fue entonces cuando comenzó la devastación y el caos después del Diluvio (es decir, después de 1959)…



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De la mezcla a la utopía

de la imperfección



En realidad, lo otro que quiero expresar es que somos indefinidos, una manera sensible de ser, en gestación, en espiral (hacia adelante antes de 1959, y hacia atrás después de ese mismo año), probablemente nunca acabaremos de definir nuestra identidad si cuando suceda la verdadera transición; es decir, cuando se acabe de despertar de la pesadilla que ha embobado al isleño durante 60 años, aunque de una u otra forma, por fatum, por el azar o por el destino, por lo general nos seguimos mezclando, nos seguimos cruzando con una breve frecuencia. Así seguiríamos con nuestra perspectiva cultural como seres híbridos, como seres diversos. Ese ajiaco que definió Fernando Ortiz es eso, en lo biológico y lo cultural, sí, ajiaco de genes, pero un ajiaco, una mezcla que, a pesar de las fuerzas visibles e invisibles de las imposiciones, se va ampliando, se va complejizando, haciéndose cada vez más universal, más cósmico y espeso. Es como decir que somos la perfecta imperfección, lo que podría ser mi criterio personal de la utopía.

     Y aquí entramos en la manera de cómo vivir, incluso de cómo soñar, pues lo más importante es trazar nuestra línea de vida, como si fuéramos un nuevo Sísifo que, de tanto sacrificio, cargando siempre la misma piedra, ahora ya no sufrimos, porque hemos descubierto que, en realidad, la roca nunca es la misma.

     Hablar entonces de “la perfecta imperfección” es, a mi juicio, un tanto intentar volver a definir el concepto de “utopía”. Me baso en uno de los principios progresivos que nos legaron los griegos, el sentido del “mejoramiento constante”, lo que constituye un aserto para el desarrollo del hombre. Sabido es que para llegar al clásico concepto de utopía, habría que creer y lograr la finitud máxima del progreso, y esto también sabemos que es imposible (por eso a la perfección se le llama “utopía”). Una sociedad se encuentra en cambio constante si, al menos, intenta cumplir los principios económicos, jurídicos y políticos de un conglomerado social normal (ello, por supuesto, no es el caso de la Cuba de ahora; quiero decir, de la Cuba después de 1959). En fin, el ser humano, como especie social y en evolución, no admite estancamiento ni finitud; por tanto, su utopía como ser social es la continuidad, y para que exista continuidad tiene que existir la “imperfección”; es decir, el hombre tiene que superarse constantemente, y cuando de ello hace un objetivo y lo organiza, lo ordena, lo estabiliza y lo cuida, entonces en la dirección hacia adelante de su espiral puede decirse que su vertical es recia y apunta largo, y que su utopía es la “perfecta imperfección”24.





21 Consúltese: entrevista [a Enrique Patterson, por Encuentro en la Red]: “La ideología del calesero”, en Encuentro en la Red, viernes 3 de diciembre de 2004. También puede buscarse en Google o Yahoo!, poniendo el título de la entrevista.
    

22 Consúltese a Fernando Ortiz: Hampa afro-cubana. Los negros brujos, op. cit., p. 4.

23 Este problema de la complejidad se suscita por la rapidez con que el cubano o la cubana hacen los cruces en su transculturación. Pienso que debido a la psicología tendiente a lo sensual y al mismo tiempo a su proyección a crear familia, la ligazón de genes trae nuevas posibilidades hereditarias que vienen en aquel que de la pareja no es cubano. Esto hace que, en un proceso de tiempo prudencial, los cubanitos que nacen tengan diferentes disposiciones, rasgos y habilidades, y hasta quizás gustos que conforman nuevos planteamientos culturales.

24 Aunque todo se complicó, insisto, a partir de 1959, cuando el desarrollo de la “imperfección” se detuvo, porque no engranó con el supuesto acendramiento de un espejismo que se proponía “limpiar y purificar la sociedad toda con el nuevo pensamiento revolucionario”. Las ideas ilusorias de los mitos, ya degenerado en espejismo, nublaron las entendederas de una buena cantidad de cubanos, que se dejaron llevar por verdades a medias y falsedades disfrazadas de romanticismo, y que inconscientemente dejaron de moverse entre los umbrales del alma imaginaria y el ego corpóreo. De aquí que el progreso que venía de la imperfección se detuvo y dio paso al estancamiento y retroceso de la supuesta Revolución hacia el futuro que conocemos hoy en día… Fue el triunfo de un nefasto ego “revolucionario”, que es lo mismo que decir un “ego irracional involucionario”.



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