El primer exilio
En el puerto de Nuevitas se les une el padre, quien ha reunido algún dinero para salir al exilio con su mujer y sus hijos. Deciden ir a Santo Domingo. De esta ciudad habían venido los antepasados Bernal cuando la Audiencia Real de Indias se trasladó a Puerto Príncipe. Resultaba lógico pensar que allí encontrarían buena acogida, pero pronto se desvanecieron las esperanzas de abrirse camino en el país vecino. Concepción no pudo obtener una plaza de maestra. Emilio Bernal intentó valerse de su talento de pintor para ganarse el sustento. Todos los esfuerzos fracasaron ante la difícil situación económica imperante en aquella tierra. Emilia recordaba, con gran sentido del humor, que ella y su hermano Calixto, con una peseta que le habían regalado a la niña por todo capital, fabricaron unos rudimentarios globos de papel de varios colores y los vendieron en menos de una hora. “¡Y fuimos nosotros los únicos de la casa que ganamos dinero en Santo Domingo!” (Betancourt de Hita 47).
Concepción publicó un artículo en “Listín Diario” con el título “Notas históricas sobre la inmigración cubana”. Quiso poner sobre aviso a los compatriotas que, desde Cuba, pensaban que había prosperidad en Santo Domingo. La realidad era muy distinta y ella trató de aclarar las cosas en beneficio de aquellos. Este artículo dio lugar a una campaña de prensa criticando la “ingratitud” de ciertos emigrados cubanos.
El regreso a Cuba y a la guerra
Para los Bernal la situación se había vuelto insostenible. La familia tuvo que regresar a Puerto Príncipe. La guerra en Cuba era cada día más feroz. El jefe militar español, el Capitán General Valeriano Weyler, sustituto del general Martínez Campos al reconocer éste el fracaso de su misión pacificadora, había implantado una política de reconcentración de campesinos para privar a los combatientes cubanos del apoyo que la mayoría de los habitantes del campo les brindaba. En su “Estudio político-social cubano”, Emilia Bernal explica los efectos de la medida:
Su Decreto de la reconcentración de los campesinos llenó las ciudades de desamparados y hambrientos. Las tropas españolas recogían en sus operaciones a todas las familias que encontraban a su paso y éstas que en el campo vivían pobremente; pero vivían, y al ser trasladadas a los pueblos donde no hallaban techo, ni pan, ni vestidos, iban sucumbiendo. La enfermedad y el hambre los acabó, se dio el más espantoso cuadro en la pródiga tierra de Cuba. Familias enteras, abuelos, padres, hijos y nietos, murieron, desesperados, bajo su cielo, a pleno sol… (Bernal. Cuestiones… 80).
La familia Bernal no fue reconcentrada pero sí sufrió otras consecuencias de la guerra. La madre solicitó la plaza vacante de maestra en el poblado de Las Minas. Le fue concedida y con sus hijos regresó a la casa donde habían vivido anteriormente. De nuevo se oían tiros en las noches y la familia tenía que echarse al suelo. La madre rezaba letanías a la Virgen María y la niña contestaba ¡Ruega por nosotros! A la inseguridad y el miedo pronto habría de sumarse el hambre. El gobierno dejó de pagar los sueldos y Concepción Agüero volvió a quedarse sin ingresos, como en Santo Domingo. Escaseaban los alimentos. Los mambises, como se conocía a los combatientes cubanos, quemaban los sembrados para causar daño al enemigo.
Anteriormente se ha citado otra fuente para corroborar afirmaciones de Emilia Bernal, no sea que el lector suspicaz quiera ver en algunas de ellas una exageración inspirada en su patriotismo. Acerca de los reconcentrados, la hambruna y la desolación abundan datos en el libro Cuba: The Pursuit of Freedom, de Hugh Thomas. La mayor parte de la isla, a comienzos de 1896, había sido definida como zona militar, dice Thomas, y por ende el decreto de Weyler, ordenando la concentración de toda la población de pueblos y caseríos en zonas militares, tuvo por consecuencia el establecimiento de un inmenso campo de concentración en Cuba (p. 329).
Víctimas de la Reconcentración de Weyler |
La entrada de Estados Unidos en la guerra de 1895
En el estudio sociopolítico citado, Emilia Bernal señala dos causas de la entrada de Estados Unidos en la guerra del 95: la opinión pública en ese país, agitada por los terribles sufrimientos de los reconcentrados, y la voladura del acorazado Maine, en el puerto de La Habana, adonde había llegado a pedido del cónsul estadounidense para proteger a sus ciudadanos ante los desmanes del cuerpo de voluntarios españoles. Emilia califica la explosión de la santabárbara del buque de guerra de “enigmática”, manifestando que “sorprende que a la hora de la catástrofe, la oficialidad del barco estuviese toda en tierra celebrando un banquete y que la marinería del mismo, que estaba a bordo, y que pereció, fuese, casi en su totalidad, mercenaria extranjera.” (Bernal, Cuestiones… 82).
Seguidamente, la autora expone en dos párrafos las consecuencias del hecho: el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y España; la declaración del Congreso de aquél reconociendo el derecho del pueblo de Cuba de ser libre e independiente; la destrucción de la escuadra española por la estadounidense, en Santiago de Cuba, y la toma de esta ciudad; el armisticio y la firma del Tratado de París, que puso fin a la guerra y reconoció la independencia de Cuba. Esta sección termina así:
“La bandera española debe recordar, eternamente, la hora en que se arrió, de nuevo, de los altos farallones del Morro. Los cubanos miraron, entristecidos, que en su lugar, siquiera fuese temporalmente, ondeó otra enseña que no fue la suya.” (Bernal, Cuestiones, 83).
Mucho más extenso es el tratamiento que da Emilia Bernal a lo que llama el hecho culminante de la ocupación del territorio de Cuba por el ejército de los Estados Unidos. Su análisis del significado y las consecuencias de la Enmienda Platt ocupa ocho páginas en Cuestiones cubanas (83-90). Teniendo en cuenta que el libro es de 1923, y que en 1934 fue derogada la enmienda impuesta a los representantes del pueblo cubano que redactaban la Constitución de la naciente república, no sería útil glosar aquí los argumentos de la autora, veterana de las dos guerras, la del 68 y la del 95, la heroína había dirigido el hospital de sangre más famoso de la lucha por la independencia.
Pronto se desvanecería la alegría de la victoria. La madre de Emilia padecía de tisis —enfermedad que había causado la muerte a varios miembros de su familia— pero había sentido alguna mejoría y se animó a emprender nuevamente su profesión de maestra. El interventor militar de Estados Unidos en Camagüey había abierto varias escuelas nuevas en la ciudad. Concepción solicitó una plaza, el militar le contestó que escogiera una, y ella pidió Nuevitas. Pero desde su llegada a la ciudad donde había conocido a su futuro esposo, donde se había casado y tenido su primera hija, Concepción Agüero de Bernal cayó en una crisis ininterrumpida. En una de sus últimas cartas a su esposo exclamó: “No puedo vivir…Paso las noches sin dormir… Me ahogo…Y en medio de esta tortura pienso en mi patria… ¡Oh Cuba, desde la cuna fui mártir contigo, y ahora que tú prosperas, gozas y aguardas, soy mártir también y me siento morir!” (Betancourt de Hita 53).
Con la muerte de la madre ejemplar terminó Emilia Bernal “El romance de cuando yo era niña”. Lo vino a escribir después de casarse muy joven, tener cuatro hijos, separarse del marido y trasladarse a La Habana. Pero no lo escribió en la capital de su amada patria. Layka Froyka brota de su pluma en Nueva York, en 1919. Una editorial de Boston acepta el manuscrito, siempre que sea traducido al inglés. Emilia carece de recursos para ello y tiene que esperar hasta 1924, cuando escribe el prólogo en La Alhambra de Granada, da el libro a la imprenta y éste se publica finalmente, en Madrid, en 1925.
Emilia Bernal en La Habana (1910-1919)
El autor de Emilia Bernal: su vida y su obra declara paladinamente que la cronología que esboza, a partir de la muerte de la madre hasta el viaje de Emilia a Nueva York en 1919, está basada en suposiciones, dada la incomunicación con la Cuba de hoy y las consiguientes dificultades para obtener documentación fehaciente. Sin embargo, resulta útil para dar una visión general del ambiente político y social en que se desenvolvió la poetisa durante su estadía en la capital de la muy joven nación.
Betancourt de Hita considera probable que el matrimonio de Emilia con Armando Labrada se haya celebrado tras la muerte de la madre y durante la primera intervención de Estados Unidos, o sea, entre 1898 y 1902. Los cuatro hijos nacieron en 1904, 1905, 1907 y 1908; el autor da las fechas exactas. La separación matrimonial la sitúa entre 1908 y 1910. En este último año Emilia ya está residiendo en La Habana, donde publica versos en las revistas El Fígaro, Bohemia y Social. En la Bibliografía Cubana del Siglo XX, de Carlos M. Trelles, publicada en 1916 (el mismo año de la publicación de Alma errante, el primer libro de poesías de Emilia Bernal), se cita 1914 como el año en que se recibió de Doctora en Pedagogía. Es probable que haya iniciado esos estudios en 1910 y posible que se haya desempeñado, simultáneamente, como maestra de instrucción primaria.
Alejada de su Camagüey, de sus amistades de la niñez y adolescencia, separada del marido cuando aún no había divorcio, La Habana no le habría parecido muy hospitalaria. Alejo Carpentier describe el entorno social y cultural capitalino en “Sobre La Habana (1912-1930)”. Afirma que La Habana pudiera haberse denominado una ciudad prácticamente sin mujeres debido a que, según costumbres heredadas de España, la mujer joven no tenía ningún tipo de convivencia con el hombre joven. Lo que era peor para Emilia Bernal, la mujer madura sencillamente se casaba y se relacionaba solo con su esposo, sus hermanos y los amigos de ellos. En las dos primeras décadas de este período no era costumbre que las mujeres trabajaran, con unas pocas excepciones. Una de ellas, la de maestra primaria, resultaba favorable a Emilia por ser su profesión. Carpentier cita la razón de ser de esta excepción: la atención al niño chiquito la podía prestar la mujer mejor que un hombre. ¿Qué diría al respecto la autora de la prosa “Paradoja”? (ver Emilia Bernal… 92.)
Emilia, al hacérsele imposible continuar ejerciendo de maestra, tuvo que salir de Cuba. No presenció, por tanto, la llamada Danza de los Millones, en mayo de 1920, cuando el precio del azúcar se disparó a 22.5 centavos por libra, de 7.3 en noviembre de 1919. Pero tampoco sufrió la caída vertiginosa del precio a 3.75 centavos, en diciembre de 1920. Como dice Alfredo José Estrada en Havana, Autobiography of a City, en un año Cuba pasó de la época de las “vacas gordas” a la de las “vacas facas”, en medio de las quiebras de azucareros y del pánico bancario.
Emilia en Nueva York y en Europa
Algunos de los éxitos literarios de Emilia Bernal, muy bien examinados por Betancourt de Hita, se citan aquí para relacionar su fecunda actividad de divulgación de lo cubano con el acontecer patrio durante sus viajes por el extranjero. Mientras Cuba enfrenta fuertes altibajos de su economía, Emilia recoge en Nueva York los recuerdos de su infancia y adolescencia, en Layka Froyka; lee sus poesías inéditas en un recital que en su homenaje organiza la Unión Benéfica Española de la Ciudad de Nueva York; y traduce los Sonetos completos, de Anthero de Quental, del portugués al español.
En 1923 llega a París. La sociedad dedicada a la propagación de las lenguas extranjeras en Francia la invita a dictar varias conferencias. Emilia lleva a cabo intensas investigaciones en la Biblioteca Nacional de París. Al regreso de un viaje a Italia da cuatro conferencias en La Sorbona: las tres primeras sobre los poetas mártires de Cuba, y la cuarta sobre su ilustre coterránea, la poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda. En este año, en La Habana, comienza a formarse el Grupo Minorista, integrado por unos 40 o 50 poetas, artistas, abogados, periodistas y otros profesionales que celebran tertulias los sábados por la tarde en el café La Acera del Louvre. Uno de sus fundadores fue Alejo Carpentier y en él se destacaron el poeta Rubén Martínez Villena, el primer Historiador de la Ciudad de La Habana, Emilio Roig de Leuchsenring, y el abogado Jorge Mañach. Entre los pintores, casi todos graduados de la prestigiosa Academia de Bellas Artes de San Alejandro, en La Habana, figuraban Eduardo Abela, Antonio Gattorno y el más famoso de todos, Wifredo Lam.
En París Emilia Bernal escribió su Estudio político-social cubano y luego, en 1925, leyó un extracto en la Universidad de Coimbra. En este estudio ofrece una visión completa de Cuba hasta 1919, el año de su partida. Comienza con las leyendas sobre las relaciones de sus pobladores primitivos con pueblos vecinos; habla del mito de la Atlántida y la predicción de Séneca; y cuenta hazañas de antiguos navegantes. Seguidamente analiza el Descubrimiento, la conquista y la colonización españolas. Expone los ciclos históricos del país: los intentos por obtener la autonomía —la vía pacífica— y las guerras por la independencia cuando fracasan aquellos. Critica la imposición de la Enmienda Platt durante la primera intervención de Estados Unidos, como se ha mencionado anteriormente.
En 1928, en la Universidad Central de Madrid, lee su ensayo “Resumen histórico de las letras cubanas, desde los tiempos más remotos hasta que la literatura se define”. Mientras tanto, en Cuba ha comenzado la lucha contra el presidente Gerardo Machado, que se ha hecho prorrogar en el poder. En ella participan mujeres y, según apunta Carpentier, comienzan a caer las barreras sociales y económicas heredadas de la antigua potencia colonial. En 1931 y 1932 se traslada a Mallorca, donde escribe incesantemente, mayormente en prosa, nos cuenta Betancourt de Hita, y su producción se recoge en un libro que lleva el nombre de la isla. Un año después, en agosto de 1933, Machado caía y salía de Cuba para siempre. Emilia Bernal, entretanto, no ceja en su labor de acercamiento interamericano. Desde agosto de 1935 hasta enero de 1940 recorre todo el sur del continente americano como Agregada Cultural, adscrita a varias representaciones diplomáticas de Cuba.
En marzo de 1940 está de regreso en La Habana, donde rindió informe de esta insigne labor en la Secretaría de Educación de la República. En Cuba se habían producido muchos cambios y, naturalmente, en La Habana también. La caída de Machado en 1933 no había dado paso a un gobierno estable. Pocas semanas después, el 4 de septiembre, un sargento taquígrafo del Ejército de Cuba, el cual contaba ya con oficiales formados profesionalmente, encabezó un golpe, apenas disimulado con ropaje democrático. Fulgencio Batista pasó a ser el poder detrás del trono. Emilia viviría ahora, in situ, los altibajos de la república que con grande y cruento sacrificio habían forjado sus mayores.
No obstante, la poetisa, escritora y traductora continuó su tarea cultural, divulgando en Cuba lo que había encontrado en sus viajes por otras tierras americanas. Como escribe en el anteprólogo a su traducción al español del Martim Cereré, Emilia Bernal se dedicó a hablar del Brasil y a recitar sus poemas nacionales en los más prestigiosos centros habaneros y en viajes por el interior de la isla, en el empeño de acercar a los pueblos de la América hispana, labor desarrollada en sus viajes durante tantos años y que en los 40 y 50 continuó llevando a cabo en su propia tierra, cerrando el ciclo.
En el prólogo a Cuestiones cubanas para América, modestamente titulado “Disculpa”, la hija de poetas y patriotas señala los motivos que tuvo para publicar el libro:
¿Por qué publico este libro? Dos motivos tengo. Primero, hacer labor de interamericanismo. Nosotros, entre sí, casi nos ignoramos….De Cuba no se sabe nada o se sabe muy poco en el Continente de habla española. O lo sabe la élite, lo cual es como si no lo supiese nadie con relación a la tendencia de compenetración de pueblos que todo americano debe de perseguir. Del Continente iberoamericano, ¿qué saben nuestros isleños? Y mi libro es para estos pueblos.
Y el segundo motivo, lleno de amor por Cuba:
“Los mártires y los sacrificios, los héroes y los triunfos, son el elemento esencial que consolida el espíritu de una nación. Además, son necesarios sacerdotes de los mártires y sacrificios. Aedos que canten y cuenten los triunfos y las derrotas. El pueblo de Cuba está muy carente de ellos…” (Bernal, Cuestiones… 13-14).
Los puntos suspensivos al final de esta cita son de la autora, y fueron proféticos. Porque los héroes y mártires del siglo 19 no bastan, hoy por hoy, para rescatar al pueblo de Cuba del sufrimiento y de la opresión. Los héroes y mártires de los siglos 20 y 21, y sí que los hay, carecen de cantores épicos que canten la valentía de sus victorias y cuenten sus trágicas derrotas ante el poderío feroz de una tiranía institucionalizada. ¿Dónde encontrar los sacerdotes de mártires y sacrificios que reclama Emilia Bernal? En la vida de esta cubana por antonomasia no tuvo cabida la desesperanza. Por eso, estas palabras de Emilio Bernal Labrada, cerrando el prólogo del ensayo sobre su vida y su obra, las habría rubricado, con orgullo, la ilustre abuela:
“Por pesada que sea la nube parda de la oscuridad reinante, siempre queda, un poco más allá del horizonte humanamente visible, la esperanza de un brillante renacer.”
Referencias bibliográficas
Bernal, Emilia. Cuestiones cubanas para América. Madrid: Imp. G. Hernández y Galo Sáez, 1928.
------------------. Alma errante. América. Miami: Editorial Cubana, 1990.
------------------. Layka Froyka. El romance de cuando yo era niña. Philadelphia: La gota de agua, 2006.
Betancourt de Hita, Armando. Emilia Bernal: su vida y su obra. Miami: Ediciones Universal, 1999.
Carpentier, Alejo. El amor a la ciudad. Madrid: Santillana, S.A., 1996.
Costa, Octavio R. Antonio Maceo, el Héroe. Miami: La Moderna Poesía, Inc., 1984.
Estrada, Alfredo José. Havana: Autobiography of a City. New York: Palgrave Macmillan, 2007.
Gómez, Máximo. Diario de campaña del Mayor General Máximo Gómez. La Habana: Centro Superior Tecnológico, 1940.
Jiménez Pastrana, Juan. Ignacio Agramonte: documentos. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1974.
Martí, José. Obras escogidas. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1992.
Olivera, Otto. Viajeros en Cuba (1800-1850). Miami: Ediciones Universal, 1998.
Thomas, Hugh. Cuba: The Pursuit of Freedom. New York: Harper & Row, 1971.
**Tomado de RANLE (Revista de la Academia Norteamericana de la Lengua Española). Agradecemos a su director Carlos Paldao la autorización para reproducirlo.
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