El autor con el músico |
El pasado jueves habría cumplido 100 años Cándido Camero, el virtuoso percusionista cubano que contribuyó a transformar el jazz. Una de las más extraordinarias y humildes personas que he conocido. Nacido en el barrio habanero de El Cerro el 22 de abril de 1921, falleció en Nueva York el 7 de noviembre de 2020, a sólo 5 meses de celebrar su centenario.
En la película Cándido manos de fuego, dirigida por mi amigo Iván Acosta, hay una frase del cantante Tony Bennett, en cuya profundidad vale la pena aventurarse: “Cándido llegó a Estados Unidos con sus 3 congas y la música de jazz cambió para siempre”.
Durante su carrera, tan larga y bendecida como su vida, compartió grabaciones y escenarios con estrellas de la banda sonora del siglo XX: Billy Taylor, Dizzy Gillespie, Stan Kenton, Charlie Parker, Miles Davis, Tito Puente, La Lupe, Celia Cruz, Duke Ellington, Dinah Washington, Lionel Hampton, Mongo Santamaría, Buddy Rich, Billie Holiday, Cachao y Clark Terry, entre otros.
Participó en más de 700 grabaciones musicales. Sin duda, uno de los grandes instrumentistas cubanos de todos los tiempos y el único percusionista de la isla ganador del Jazz Master Award, que otorga National Endowment for the Arts, el más alto galardón para un músico de jazz en Estados Unidos. Pero pese a sus logros, en Cuba los medios de comunicación masivos, controlados por la censura estatal, no mencionan al gran Cándido.
No fue un activista contra el castrismo, pero nunca elogió nada que tuviera que ver con la Revolución. Aunque se radicó en Estados Unidos antes del fatídico 1959, dejó saber que mientras en Cuba imperase un régimen comunista él no iba a regresar, lo cual sigue siendo una afrenta para el comunismo. Sabía que habían convertido su país en un infierno del que muchos de sus colegas y compatriotas tuvieron que escapar, no pocos arriesgando la vida, en busca de libertad y progreso. A través de cientos de cartas se enteró de las penurias de sus familiares y ayudó en todo lo que pudo.
Hay una anécdota sobre la cual he escrito, pero vale la pena recordar. Julián Camero llegó a Miami en una balsa en 1993. Nunca había visto a su abuelo en persona. Sólo le conocía por fotografías. Entregó su número telefónico a las autoridades de Emigración y cuando llamaron a Cándido, su respuesta fue tan simple como emotiva, tal como él era: “Estaré muy feliz de hacerme cargo de mi nieto”.
“Me preguntó si yo quería quedarme con él y le dije que sí. Me fui a Nueva York y me consiguió trabajo, me enseñó muchas cosas, siempre me dio muy buenos consejos, prácticamente fue quien me formó porque cuando uno llega de Cuba viene con una ideología equivocada. Le debo mucho y siempre estará en mi corazón. Mi abuelo fue para mí un ejemplo en todo”, me contó Julián justo el día en que falleció Cándido.
En Cuba sólo escuché hablar de él una vez. Y no en los medios, por supuesto. Fue en uno de esos bares de esquina que aún quedaban con vida, aunque desgarrados, en La Habana Vieja de los años 90. Después de asistir a la presentación de un libro en el Palacio del II Cabo decidí tomarme un par rones adulterados, un clásico del llamado Periodo Especial. Allí quiso el destino que me encontrara con un viejo guitarrista, con quien terminé compartiendo una botella, y además de ejecutar increíbles versiones de filin y bolero, me dijo algo que jamás olvidaré:
“Los buenos músicos de antes no le interesan a la Revolución porque fueron grandes antes de que llegara Fidel. No fueron a sus escuelas de arte ni le dieron casas ni le cantaron a Fidel. Esta es la verdad. Lo demás, tocayo, es pura muela para confundir a la gente. Tú, para estar informado, siempre lee el periódico Granma de abajo para arriba y de derecha a izquierda”.
Cada vez que recuerdo esto siento una mezcla de tristeza y risa. Luis, también se llamaba, era un hombre muy simpático y a pesar de vivir en pésimas condiciones no parecía acabar de cumplir 71 años. Me contó de sus andanzas por las noches de la música habanera, “antes de este desastre”. Sentí que su imagen y testimonio era un vacío del arte y la historia de la Isla. Tuve la sensación de escuchar, de viva voz, las narraciones de Guillermo Cabrera Infante.
Me habló de muchos músicos. Y entre los nombres que mencionó, junto a Celia Cruz, Bebo Valdés y Cachao, estaba Cándido. Fue la primera vez que oí hablar de los sonidos que emergían de sus 3 tumbadoras, que por sus 3 afinaciones parecía ser tocadas por más de un conguero. Jamás oí hablar otra de Cándido. Lamento tanto haber olvidado su apellido y no haberle visto nunca más.
Pero al poco tiempo de exiliarme en Estados Unidos, tuve la inmensa suerte de que Iván Acosta me presentara a Cándido. Desde entonces fui a visitarle cada vez que viajé a Nueva York, una ciudad que quiso tanto como su Habana. Y aunque nunca vivió en Miami, pues la escena del jazz y el jazz latino se ha desarrollado en la Gran Manzana, siempre se sintió seducido por la nostalgia cubana que empapa cada día las calles de Miami. De hecho, una vez me dijo en una entrevista:
“Me gustaría vivir aquí lo que me queda de vida. Ver a tantos cubanos siempre me llena de emoción. Doy gracias a Dios por todo esto”. Fue durante su último viaje a Miami, hace dos años, cuando celebramos su cumpleaños 98 en la galería de la WDNA, la emisora especializada en jazz donde ofreció su último concierto para los miamenses. Esa vez fue figura central en The Master of Mambo, el tributo al gran Israel “Cachao” López en el Adrienne Arsht Center. También asistió a presentación en la librería Books and Books de dos títulos de Acosta: El super. Edición 40 años y Con una canción cubana el corazón, donde aparece su música, y rodamos escenas para la película Centenario: Cándido El rey de las 3 congas.
Hace menos de 6 meses, mientras Iván y yo conversábamos con Cándido sobre lo increíble y hermoso de cumplir 100 años, “el viejo”, como cariñosamente le decíamos, nos comentó que le encantaría celebrar en Miami su centenario. “Si Dios quiere”, nos decía, “para comer picadillo, arroz con frijoles y plátanos fritos en El Versailles y La Carreta de la calle 8”.
La verdad es que en todos los viajes que hacía a Miami siempre pedía el mismo plato y era capaz de dictarle los ingredientes a la camarera. Hasta mi esposa copió la receta del picadillo cubanoamericano de Cándido. De su buen apetito tenemos muy simpáticos recuerdos. Sobre todo Teresa, la esposa de Iván, tan buena maestra como cocinera, entre cuyos fanáticos culinarios siempre estará Cándido. Un personaje sin par.
Siento que se haya ido de este mundo sin ver terminada Centenario: Cándido El rey de las 3 congas, el documental que estamos produciendo Iván y yo en su homenaje. Sucedió como con Tito Puentes y Calle 54, la película documental de Fernando Trueba, que rescató figuras del jazz latino y que el gran percusionista estadounidense de origen puertorriqueño, conocido como El rey de los timbales, tampoco llegó a ver terminada.
En el cementerio Woodlawn del Bronx, en New York, donde fue sepultado, un grupo de amigos celebraron el centenario de Cándido. Entre ellos, Iván Acosta, Bobby Sanabria, Roberto y Robin Marrero, Julián Camero, Virginia Ramos, Andrés Martínez, Cyrila y Amaury Acosta, con quien Cándido hiciera sus últimas grabaciones en 2017 en Thompson Studios, en el Soho. Esta tarde, al pie de la tumba del gran conguero, Amaury estrenó Gracias Maestro, una de las piezas del proyecto, del cual emergerán los dos últimos discos de Cándido Camero, donde se revisitan algunos de sus clásicos como "Thousand Finger Man", "Mambo inn", "Jingo", "Conga Jam", "Dancing and prancing", "Rock n Shuffle", "Samba funk" o "Ghana spice".
Siento que se haya ido de este mundo sin ver terminada Centenario: Cándido El rey de las 3 congas, el documental que estamos produciendo Iván y yo en su homenaje. Sucedió como con Tito Puentes y Calle 54, la película documental de Fernando Trueba, que rescató figuras del jazz latino y que el gran percusionista estadounidense de origen puertorriqueño, conocido como El rey de los timbales, tampoco llegó a ver terminada.
En el cementerio Woodlawn del Bronx, en New York, donde fue sepultado, un grupo de amigos celebraron el centenario de Cándido. Entre ellos, Iván Acosta, Bobby Sanabria, Roberto y Robin Marrero, Julián Camero, Virginia Ramos, Andrés Martínez, Cyrila y Amaury Acosta, con quien Cándido hiciera sus últimas grabaciones en 2017 en Thompson Studios, en el Soho. Esta tarde, al pie de la tumba del gran conguero, Amaury estrenó Gracias Maestro, una de las piezas del proyecto, del cual emergerán los dos últimos discos de Cándido Camero, donde se revisitan algunos de sus clásicos como "Thousand Finger Man", "Mambo inn", "Jingo", "Conga Jam", "Dancing and prancing", "Rock n Shuffle", "Samba funk" o "Ghana spice".
Grupo de amigos celebrando el centenario de Cándido en el cementerio Woodlawn |
Este testimonio de Amaury Acosta resume el sentimiento de no pocos hacia Cándido: “Esta canción resuena profundamente en mí. Me recuerda la cálida sensación de los muchos paseos que solía tomar por la décima avenida para visitarlo su casa en West End Avenue. Y específicamente el último, en el otoño de 2020. Evoca muchos recuerdos de estar sentado en su sala, en su sofá de cuero, escuchándolo hablar sobre su épica vida. La voz en off final es una nota de voz de mi iPhone, esa última vez que lo visité. Sabía que era un momento importante que necesitaba ser documentado. Él se estaba relajando mientras su asistente en el hogar, Cyrila, estaba haciendo café y ella me decía que él quería ir a la playa y tocar sus congas”.
Cándido es reconocido como el padre de la percusión cubana moderna. Desde hace varias décadas se convirtió en una leyenda y una cátedra para percusionistas, no sólo congueros, sobre todo en el ámbito del jazz, el jazz latino y los ritmos afrocubanos. Hay una frase que decimos hoy, en su centenario, y que no dejaremos decir quienes le recordamos con cariño y admiración: “Gracias Maestro”.
*Tomado del Diario de Las Américas.
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