Por Eduardo Lolo
Plantados (2021) constituye la primera película que tiene como tema central describir los horrores del presidio político del totalitarismo cubano, por décadas negados por el castrismo y sus acólitos alrededor del mundo. Dirigida por el experimentado cineasta Lilo Vilaplana y producida por Leopoldo Fernández Pujals, la obra lleva a la pantalla la dramatización de hechos reales debidamente corroborados. Le sirvieron de fuente al guion, además de una extensa bibliografía no ficcional, los testimonios de ex presos políticos cubanos en el exilio, quienes abrieron sus adoloridas memorias como homenaje a sus hermanos caídos y todavía en búsqueda de justicia.
Se trata, consecuentemente,
de un filme de extremada crudeza, como fueron en la vida real las experiencias
narradas por sus sobrevivientes. Pero también de un alto nivel artístico que,
como muchas de tales creaciones, permite más de una interpretación en base al
fenómeno que los críticos literarios llaman “respuesta del lector” (cuyo
ejemplo más destacado en nuestro idioma es El
Quijote), el cual puede aplicarse a cualquiera de las artes.
Así, como quiera que todos
los personajes (tanto los prisioneros
como los esbirros) son siempre los mismos e interpretados por los mismos
actores (excepto dos, ubicados en el tiempo años después, ya fuera de Cuba), los
espectadores que tienen conocimiento por primera vez de las anécdotas descritas
pueden interpretar la película como una
recreación literal de una aciaga historia ocurrida en un mismo tiempo y lugar,
presentada mediante una trama lineal; es decir, como un filme de factura
convencional donde el argumento, a la usanza de la tragedia clásica, conduce al
personaje a un final fatídico.
Sin
embargo, para quienes vivieron (o han tenido conocimiento de) los hechos
descritos, dicha interpretación resulta inadecuada, cuando no absurda. Los
episodios dramatizados ocurrieron en espacios y épocas muy distantes. Por
ejemplo, los relacionados con los fusilamientos en la Fortaleza de la Cabaña y
la protesta de la bandera teñida de rojo con la sangre de los confinados en el
Combinado del Este están separados por un largo período de tiempo. Y aunque
algunos encarcelados (des)vivieron sus largas condenas en prisiones varias, sus
torturadores y asesinos nunca fueron, lógicamente, los mismos. Nadie envejece
en el argumento que cubre desde 1959 hasta los años 70, con la excepción de la
diferencia de los personajes ya en Miami, representados por otros actores.
Pero, en todas las escenas ubicadas en Cuba los carceleros que torturan y
fusilan son los mismos siempre; sus víctimas tampoco cambian. Los escenarios de
la trama, por otra parte, interpolan (¿mezclan?) lugares tan distantes como La
Habana, Las Villas e Isla de Pinos.
¿Lo planteado en el párrafo
anterior pudiera considerarse como errores de confección?
Dada la experiencia y
demostrada calidad profesional del director y los guionistas, me parece
inverosímil. Creo que el error ocurriría si los desgarrados por la (des)vida
bajo el totalitarismo cubano intentáramos explicar esta obra como una especie
de denuncia documental, catalogándola como un registro histórico en el sentido
tradicional del término. Las entrevistas y obras autobiográficas que sirvieron
de base a la película sí lo fueron; no así su adaptación a guion
cinematográfico. Tampoco fue el resultado de la imaginación de un escritor
trasnochado, poblando un mundo ficticio a partir de su fantasía, incluso con
referencia a hechos reales.
¿Cómo interpretar, entonces,
Plantados?
Simplemente, recordando el concepto
de imitatio (ya presente en la
antigua Grecia) como técnica fundacional de la creación artística. Los textos a
“imitar” (en este caso las transcripciones de las grabaciones a los
testimoniantes y libros de memorias) pasan a través de la imitatio por diversos filtros que, a la postre, los vuelven otros
sin dejar de ser los mismos que eran gracias a las “mentiras del arte” de que
hablaba Saroyan. Consecuentemente, el presidio del drama no es real desde el
punto de vista físico, sino simbólico como síntesis de algunas de las
ergástulas más emblemáticas del castrismo durante décadas, tales como la
Fortaleza de la Cabaña, el Castillo del Príncipe, el Presidio de Isla de Pinos
y el Combinado del Este.
A partir de ahí resulta
fácil arribar a la identificación del subgénero del filme: Plantados es una alegoría. Los personajes son los mismos en todas
las escenas, sin tomar en cuenta las diferencias locales y temporales, porque
no son reales: son símbolos de la manipulación (en el mejor sentido de la
palabra) de los hechos y figuras históricas de los testimonios de los expresos
mediante la imitatio desarrollada por
los guionistas. “A rose is a rose is a rose” de la Stein puede derivarse entonces
(¿parodia mediante imitatio?) en “un
esbirro es un esbirro es un esbirro.” Es el mismo esbirro y muchos a la vez;
que es decir, ninguno en especial, aunque se identifiquen todos con el mismo
nombre.
El final (si todavía no ha
visto la película le recomiendo que no siga leyendo) es también de fuente clásica,
pero de tonalidades indiscutiblemente cristianas. El personaje del esbirro suma
de todos sus congéneres recibe su castigo cuando las víctimas parece que no van
a abstenerse de la venganza y, de miedo ante la posibilidad de una muerte
violenta como la que solía aplicar a los prisioneros a su cargo, se orina cobardemente
en los pantalones. En ese estado lo encuentran su mujer e hija (sanción extrema
al exacerbado machismo y su bravuconería de esfínteres blindados inherente a
todos los de su calaña) y, a través del sufrimiento de la penalidad resultante,
se redime. De ahí que tome conciencia y se suicide: la orina vergonzosa
preludia la sangre auto derramada que le sirve de redención.
De acuerdo con esta interpretación, Plantados es una alegoría de raíces literarias ya presentes en la antigüedad, cuyo objetivo primario resulta ser, paradójicamente, mostrar en un mosaico de celuloide o cintas de video la más horrenda realidad de la historia cubana de nuestros tiempos. O lo que es igual: una película como historiografía fílmica alegórica fiel a los hechos que describe y, dada la terrible naturaleza de éstos, condena. Pero que también encomia; pues, en definitiva, los verdaderos plantados no fueron los héroes que retrata. Los plantados fueron sus ideales. Los cuales, llegado el momento, de seguro darán sus frutos. De luz, más luz.
Tomado de Palabra Abierta.
Revista y Casa Editora de Cultura Universal. Publicado el 3 de abril de
2021. (https://palabrabierta.com/el-filme-plantados-y-sus-posibles-interpretaciones/)
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