Monday, March 8, 2021

El mecenazgo en Cuba

Por Alejandro González Acosta

En Cuba existe una antigua, sostenida y rica tradición de generoso mecenazgo.

La sociedad (por supuesto “civil”), se comprometía y tomaba parte en el empeño de llevar el país por la senda del progreso y la cultura, en un proceso gradual y siempre insatisfactorio para las necesidades, inevitablemente crecientes. Pero también hacían gala de esa entrega y ese orgullo en el exterior.

Su historia muestra una sólida vocación de protección, estímulo e impulso de los talentos nacionales. No sólo de familias cubanas, sino de las propias autoridades españolas, para quienes la isla era una provincia más de la monarquía hispana.


El Gobernador Luis de las Casas y Aragorri y el Intendente Alejandro Ramírez, fueron muy señalados en esto, propiciando la creación de la Sociedad Económica de Amigos del País, de honda y fructífera existencia, que fue una institución de amplio mecenazgo donde tomaron parte personajes criollos como Francisco de Arango y Parreño, José Agustín Caballero, Tomás Romay, Luis de Peñalver y familias como los O’Farril y los Montalvo.

Esta Sociedad Económica de Amigos del País creó la primera biblioteca pública (que aún existe funcionando), el Jardín Botánico, la Academia de San Alejandro, el primer Papel periódico de La Habana y la Revista Bimestre Cubana, entre muchas otras obras de beneficio social: se trató sobre todo de un organizado mecenazgo colectivo.

También hubo mecenas cubanos que ejercieron su influjo en otros países de América:

Una figura interesantísima y lamentablemente muy poco conocida es la de Manuel del Socorro Rodríguez de la Victoria (Bayamo, 3 de abril, 1758 – Bogotá, 2 de junio, 1819)[1]. Este joven bayamés autodidacta destacó desde muy niño por su inteligencia y aplicación, y recibió el apoyo tanto del párroco de Bayamo, como después del Marqués de Guisa, y finalmente del Capitán General de la Isla de Cuba, José Manuel de Ezpeleta, quien se lo llevó como protegido y secretario cuando lo nombraron Virrey de la Nueva Granada. Allí Rodríguez de la Victoria llegó a convertirse en una de las principales figuras de la ilustración neogranadina, y se le considera el creador del periodismo colombiano. Fue un erudito impulsor de la Real Biblioteca Pública, que resultó el núcleo de la formación liberal en ese virreinato.

Era habitual que tanto funcionarios, como hacendados e instituciones religiosas protegieran y promovieran algunos jóvenes con dotes especiales.

En Cuba, además de los ya mencionados antes, han existido notables mecenas.

No necesitaban ser unos grandes nababs o tycoons, pues bastaba con proveer los medios necesarios en el momento justo.

Siempre hubo cubanos ilustrados y generosos: por ejemplo, el clan Loynaz del Castillo, contando con la fortuna recibida por la parte materna de los Muñoz Sañudo (una de las familias más poderosas económicamente de la isla), además de los patrimonios personales acrecentados por sus distintas actividades, protegieron a numerosos escritores y artistas en general.

Eran famosas las veladas de los jueves en su residencia señorial de la Calle de Línea en El Vedado, las llamadas “juevinas”, donde tomaron parte destacados escritores nacionales y extranjeros. Debido a que también los Loynaz eran jóvenes bohemios y excéntricos, hasta organizaron veladas funambulescas de larga memoria, como la renombrada cena en el tope de la Loma de Chaple con meseros vestidos de pajes Luis XV y servidos a la luz de candelabros de plata y oro, que recuerda Alejo Carpentier en algún documental[2].

María Luisa Gómez Mena

Gran mecenas también fue María Luisa Gómez Mena, la famosa “sobrina de la Condesa de Revilla de Camargo”, una bohemia de vida intensa, pero también con gran sensibilidad, voluntad, decisión e intuición artística. Fue promotora de importantes proyectos en Cuba y el extranjero, como México, España y Estados Unidos. A ella se le debe aún un gran homenaje por su desempeño fundamental en la cultura de su tiempo.

En la época cuando Cuba aún era posesión española, fue famoso Francisco Marti y Torrens, un acaudalado catalán llegado muy pobre a la isla, quien apoyó, entre otros empeños, la construcción del Gran Teatro de Tacón, aunque no era un personaje con una educación refinada y su forma de enriquecerse no fue muy escrupulosa.

Algo parecido ocurrió después con empresarios muy acaudalados, como Alfredo Hornedo, Benito Remedios y Julio Lobo, “El Zar del Azúcar”. Los dos primeros fueron bastante peculiares en sus gustos y empeños, pero dejaron grandes obras de tras de ellos. El tercero formó la rica colección sobre Napoleón Bonaparte que hoy se conserva en un museo especial.

Tanto Martha como Rosalía Abreu fueron también grandes, generosas y atinadas mecenas, no sólo de artistas y patriotas, sino también de la ciencia, como el caso de la segunda de las hermanas, que instaló en Cuba el primer zoológico-laboratorio dedicado a estudiar los primates, lo cual derivó en murmullos maliciosos y venenosos.

Porque debe advertirse que los mecenas también pueden recibir de sus protegidos las mordidas de la ingratitud, las dentelladas de la incomprensión y los venenos de la envidia. Para ser un mecenas no basta con ser rico, sino culto, o al menos sensible, y también generoso (que no es precisamente espléndido ni manirroto), junto con un gran espíritu humano.

El caso del escritor José Rodríguez Feo (1920-1993) puede ser un buen ejemplo: fue lo suficientemente rico y generoso para financiar muchos proyectos literarios, como la revista Orígenes, pero también fue mezquino para exigir por ello una pleitesía total, confundiendo a sus protegidos con esclavos o sirvientes, actitud que no aceptaron José Lezama Lima y otros del grupo como Virgilio Piñera, quienes pusieron distancia con él.

Por supuesto que la gratitud –como escuché decir alguna vez a un ente tenebroso- no es “como una medicina que tiene fecha de caducidad”, pero entre personas de bien y con un alma sana y una mente limpia, se impone como un privilegio espontáneo y natural, no como una imposición obligada o imperiosa. Por eso en la relación entre mecenas y artistas, su éxito también depende muchas veces de las características humanas de ambos.

Mujeres de gran sensibilidad, energía y decisión, fueron promotoras fundamentales de la cultura y el arte en Cuba, como Elena Pollack de Aguilera, Laura Raynieri de Alonso, Natalia Aróstegui de Bolívar, Lily Hidalgo de Conill, Catalina Lasa de Pedro y Martha Abreu de Estévez, y también Primeras Damas como María Jaén de Zayas, Mariana Seva de García Menocal, Elvira Machado de Machado, María Dolores Tarrero de Prío, y Martha Fernández Miranda de Batista.

Lo que quisieron hacer después las “damas revolucionarias” como Pastorita Núñez, Celia Sánchez, Vilma Espín y Haydée Santamaría, fueron burdos proyectos de propaganda, manipulación y de muy poco gusto, aunque algunas de ellas provinieran de antiguas familias francesas de hacendados y profesionistas adinerados (como Vilma Espín de los Guillois, y Celia Sánchez de los Manduley). Al menos con estas sí se logró la “abolición de LA clase”.



[1] Su estudioso más importante en la actualidad es Kevin Zedeño-Guillén.

[2] “Habla Carpentier… sobre La Habana (1912-1930”. Director: Héctor Veitia, ICAIC, 1973.

No comments:

Post a Comment