Álvaro
hubiese festejado su onomástico número 86; pero el amigo se nos fue
hace
ya dos años
Por Rolando A. Alum*
NEW JERSEY, EEUU:
Este artículo, dedicado a la memoria de Álvaro Daniel Ínsua
Torres (1935-2019), es adaptado por el propio autor de la versión que
apareció en CUBANET https://www.cubanet.org/opiniones/
recordando-a-alvaro-insua-un-cubano-desconocido-y-olvidado/, con
la debida autorización para su publicación aquí. (El autor agradece a la
familia de Ínsua y a Ileana Fuentes la colaboración con este y otros escritos
al respecto).
El viernes, 19 de febrero de 2021, Álvaro Ínsua hubiese festejado su
onomástico número 86; pero el amigo se nos fue hace ya dos años. Si bien un
par de medios de comunicación hispana de Miami publicaron obituarios en su
honor, ninguno elaboró sobre las razones por su encarcelamiento en la llamada
Cuba Socialista.
Nacido en La
Habana el 19 de febrero de 1935, sus padres trabajaban en la revista
CARTELES. Se graduó con una licenciatura en estadísticas en la Universidad de
La Habana mientras ejercía su pasión juvenil: actuar en teatro y televisión.
En 1956 se casó con Greta González, y al año siguiente tuvieron su único
hijo, Manolo.
La familia
contempló emigrar cuando era indudable que los nuevos gobernantes --los
hermanos Castro-- inclinaban el país hacia la vía del marxismo totalitario
estilo ruso-soviético. No obstante, decidieron quedarse para cuidar a
familiares envejecientes.
Pero, mientras
se producía la invasión de Bahía de Cochinos en abril de 1961, Álvaro fue uno
de los miles de cubanos hecho prisionero “preventivamente” en el
recién-confiscado Teatro Blanquita, en Marianao (al oeste de La Habana). Esa,
experiencia, según me contó repetidamente, lo dejó “enfermo espiritualmente
para siempre”.
No obstante, al
ser excarcelado, aceptó una plaza docente en su propia alma mater, en la cual
duró poco tiempo por negarse a participar en actividades progubernamentales
obligatorias. A pesar de eso, logró mantener otra posición en la Academia de
Ciencias en tareas investigativas de estadísticas, de acuerdo a su profesión.
En la Academia
conoció por casualidad al afamado antropólogo estadounidense Oscar Lewis,
quien había ido a Cuba en 1969 acompañado de su discípulo en la Universidad
de Illinois, Douglas Butterworth. Con el beneplácito de las más altas
autoridades gubernamentales, los antropólogos tenían el propósito de llevar a
cabo investigaciones socio-culturales entre los exresidentes de barrios
marginales (“favelas”) habaneras que habían sido relocalizados en las afueras
de la urbe capitalina.
Lewis era mejor
conocido por su debatida teoría de la Cultura de la Pobreza [C-P]
que había sido basada en investigaciones entre mexicanos y puertorriqueños de
bajos recursos económicos. Una de las metas del proyecto en Cuba era someter
a prueba un corolario de la tesis de la C-P: que dicho fenómeno
sociocultural-económico “sólo podía existir en países capitalistas.”
Influenciado por el marxismo, Lewis estimaba que la C-P no podía
desarrollarse en economías “socialistas” (o comunistas).
Mientras que la
pobreza es definida en términos relativos, la C-P es conceptualizada con una
serie de valores y comportamientos interrelacionados, por ejemplo: poca ética
de trabajo y conciencia social, alcoholismo, fatalismo, temor de las
autoridades, abuso de las parejas, homofobia/machismo/sexismo, y –sobre todo–
gratificación instantánea, y baja visión del futuro. Ese síndrome
socio-patológico es considerado un obstáculo primordial para alcanzar movilidad
social en dirección superior hacia la clase media. No todos los pobres
desarrollan una C-P, pero el ser pobre es una condición necesaria.
Irónicamente,
las entrevistas a la población cubana más vulnerable socio-económicamente
revelaron, no solo disidencia antigubernamental inesperada, sino
especialmente, la presencia de una C-P. Así lo explicó mejor el Dr. Butterworth
en su propio libro: THE PEOPLE OF BUENA VENTURA (1980). Peor aún, esa C-P
palpable no parecía ser un legado negativo del régimen anterior; por el
contrario, lucía ser un fenómeno que se desarrolló a partir del régimen
castrista en 1959.
Álvaro y Greta
colaboraron voluntariamente con Lewis y Butterworth. Tal como ha sido bien
documentado después, resulta que el gobierno espiaba todos los aspectos del
proyecto, y las autoridades lo cancelaron súbitamente en el verano de 1970.
Además, incautaron documentos y caros equipos, y los investigadores
extranjeros fueron expulsados del país acusados de ser “espías del
imperialismo”.
Mientras tanto,
Álvaro fue dejado atrás en la cárcel por su inocente colaboración. Peor aún:
No tengo conocimiento de ninguna personalidad, u organización intelectual
extranjera, que protestara públicamente a su favor. Al ser excarcelado seis
largos y duros años
más tarde, me escribió gracias a gestiones de una intermediaria extranjera
que –coincidentemente-- me había conocido en la República Dominicana, cuando
realizaba yo allí mis propias pesquisas antropológicas para la Universidad de
Pittsburgh a finales de los años
70.
Desafortunadamente,
Lewis falleció poco después de regresar a EE.UU. Una década más tarde, su
viuda Ruth, junto con la politóloga Susan Rigdon, publicaron tres libros
basados en el material que Lewis había sacado de Cuba previo a la expulsión,
por cierto, sobre todo con la ayuda de diplomáticos israelís. La trilogía fue
titulada, irónicamente, LIVING THE REVOLUTION (Viviendo la Revolución
[1977-78]): FOUR MEN (Cuatro Hombres), FOUR WOMEN (Cuatro Mujeres), y
NEIGHBORS (Vecinos) -- aunque es lamentable que solo el primer volumen fue
publicado en español [México, 1980].
En abril de
1980 los Ínsua lograron exiliarse, primero en Miami, y después –por otra
coincidencia de la vida– en Nueva Jersey, donde les di la bienvenida
personalmente. Cuatro años más tarde regresaron a Miami cuando Álvaro fue
contratado como corresponsal de Radio Martí, estación de la cual se jubiló en
2011, falleciendo en esa ciudad el 13 de enero de 2019.
Uno se pregunta
de nuevo, si Álvaro Ínsua, una víctima indiscutible de la investigación
antropológica por estadounidenses en Cuba, resultó ser –además– un cubano
“desechable,” al ser abandonado a su suerte en el gulag tropical de la
familia dinástica de los Castro.
<https://www.periodicocubano.com/fue-alvaro-daniel-insua-una-victima-de-la-investigaciones-antropologicas-por-extranjeros-en-cuba-panegirico-de-un-amigo/>
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Felicidades al amigo Rolando Alum por este esclarecedor, sesudo, al corriente y bien escrito ensayo sobre la religion protestante, sus varias expresiones y sus muchas manifestaciones por toda Hispanoamerica. Bien hecho.
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